A propósito de un comentario de Fidel:

Una historia con casi 120 años

05/04/2009
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El Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), tema central de muchos debates económicos en la región, y para el cual el congreso estadounidense dio vía libre a su ex presidente, George Walker Bush, hace casi siete años, en agosto de 2002, es un viejo proyecto de ese país sobre el resto del continente, cuyas primeras manifestaciones datan de 1885, y que incluso estuvo a un tris de concretarse entre 1889 y 1890, cosa que no sucedió por la cerrada oposición argentina, entonces presidida por Miguel Juárez Celman, a la que se sumaron Chile, ahora entusiasta partidario, y luego Bolivia.

El puntapié inicial del ALCA, propiciado entonces como una Unión Aduanera continental surgió de las propuestas de un periodista, William Eleroy Curtis, designado en ese 1885, a los 35 años, como secretario de la Comisión Especial de Comercio con América Latina durante los últimos meses de la presidencia de Chester A. Arthur. Desde ese cargo el periodista, nacido en Ohio, se dedicó a acumular información, en muchos casos superficial, y a teorizar sobre las futuras relaciones entre Estados Unidos de América y sus vecinos del sur, comenzando por México y concluyendo por Argentina y Chile.

La exuberante documentación registrada dio lugar en 1887 a su libro “Los capitales de América Latina”. A partir de entonces sus ideas recibieron mayor apoyo en todos los ámbitos gubernamentales al punto de que ya al año siguiente comenzó a impulsar buena parte de sus ideas para ser implementadas durante la Conferencia Panamericana que se desarrolló en Washington a lo largo de varios meses, entre el 2 de octubre de 1889 y el 19 de abril de 1890, a la que concurrió una delegación argentina que tuvo como figuras más destacadas a los más tarde presidentes Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña.

El segundo libro de Curtis, “Transporte y Comercio entre Estados Unidos y América Hispana”, de 1889, fue básico para lo tratado desde meses después en la referida conferencia. Como para que no quedaran dudas del interés gubernamental este trabajo fue editado por la imprenta oficial de la Casa Blanca (casa de gobierno). En el se destaca el “enorme comercio exterior” argentino, país al que presenta como paradigma regional, aunque concluye en que las restantes naciones tenían similares condiciones para lograr un adecuado desarrollo.

Una de las preocupaciones expuestas allí es la creciente presencia de Alemania en el mercado argentino expresada por la apertura de sucursales bancarias, servicios navieros e instalación de filiales de empresas de ese origen. En cambio eludió Curtis hablar de problemas centrales como los de los frigoríficos y, particularmente, de las lanas. Algo central porque en ese momento la Argentina protestaba contra las políticas proteccionistas laneras estadounidenses, como lo hiciera notar para esa misma época el cónsul general en Nueva York, Adolfo G. Calvo, quién hizo notar a la administración del presidente Grover Cleveland: “Queremos que los Estados Unidos rebajen sus elevados derechos arancelarios actuales sobre nuestra lana”.

Durante el mismo 1889 el panamericanismo recibió otro gran impulso, encontrándose programada ya la conferencia. Fue en junio cuando salió a la luz el diario quincenal “Export and finance” cuya temática estuvo centrada en el comercio con América Latina. Fue un claro propulsor de la idea continentalista que iban a defender los delegados de EUA en el encuentro cumbre regional, la que respondía a las posturas de los dirigentes del Partido Republicano de los estados de la costa atlántica que representaban a sectores manufactureros interesados en la importación de materias primas baratas para sus plantas industriales.

“Export and finance” propuso en su segunda edición un estudio más profundo de América Latina, un mayor esfuerzo vendedor, la instalación de una marina mercante subsidiada y la apertura de líneas de crédito para los adquirentes en dicha región de productos industriales estadounidenses. John A. King, director de la Oficina de Informaciones de la República Argentina en EUA escribió que los ciudadanos argentinos requerían un servicio naviero rápido y barato y la reducción de los impuestos aduaneros.

La cuestión de la navegación resultaba central. Un ejemplo de ello es que Quintana y Sáenz Peña, para viajar de la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires a Washington debieron ir primero a Burdeos (Francia) y desde allí a Nueva York, para asistir a la conferencia. Cabe consignar que apenas iniciada ésta “Export and finance” salió al cruce de quienes decían que la misma marcaba los intereses estadounidenses de dominación sobre lo que luego se dio en llamar su “patio trasero”.

Aunque al iniciarse la conferencia ya en la Argentina se observaban síntomas importantes de la crisis que iba a estallar en 1890, pocos creían en ella, como lo reflejaba la prensa estadounidense. Es más, circulaban informes por demás optimistas y, a la par, preocupantes para los anfitriones. El primer semestre de 1889 había dado resultados por demás alentadores en materia de comercio exterior para la Argentina, pero resultaba que un tercio del mismo era con el Reino Unido (RU), un quinto con Francia, un décimo con Alemania y apenas un doceavo con EUA.

No casualmente Juárez Celman dio precisas instrucciones a los delegados argentinos antes de partir. Nada de dar preferencias comerciales a EUA respecto de Europa. De los seis temas en cuestión lo único que se debía apoyar era lo relacionado con la instalación de líneas navieras, cosa que tampoco se concretó al desmoronarse el resto de la construcción.

La Primera Conferencia Panamericana, de hecho, frustró todas las expectativas de EUA por la firme postura argentina, acompañada por los delegados chilenos y, sobre el final, por los bolivianos. La alineación con los deseos del anfitrión tuvo como primeros actores a Brasil, Colombia, Nicaragua y Venezuela.. Si bien estos lograron una mayoría en la votación final sobre la Unión Aduanera proponiendo un sistema de integración progresiva regional para concluir en la consolidación continental, ello finalmente fue dejado de lado cuando Argentina hizo notar que la cuestión regional no había sido incluida en la convocatoria de 1888.

Para Sáenz Peña “tratar de asegurar el comercio libre entre mercados carentes de intercambio sería un lujo utópico y un ejemplo de esterilidad”, declaraciones que fueron reflejadas en las columnas del diario “ La Nación ” que, por vías de su corresponsal en Washington, el patriota cubano José Martí, advirtió “que tendría que declararse por segunda vez la independencia de la América Latina , esta vez para salvarla de los Estados Unidos”.

También el tema de la unificación de los aranceles aduaneros dio lugar a una confrontación en la que Quintana revirtió incluso los puntos de vista de Chile y Venezuela, en tanto Sáenz Peña dejó claro que durante el decurso de la conferencia el gobierno anfitrión había elevado los aranceles de los bienes producidos por sus huéspedes e incluso les aplicaba nuevos a los que no los poseían.

Sáenz Peña fue terminante en la materia. Para ello citó a un senador estadounidense que durante un debate parlamentario expresara: “Los estados hispanoamericanos comenzarán entregándonos la llave de su comercio, para terminar olvidando la de su política”.

Es que a James Blaine, el secretario de Estado anfitrión, autor de la iniciativa de la convocatoria, también se le había ocurrido, entre otras cosas, la unificación de la moneda en todo el continente a través del dólar de plata; un anticipo de la dolarización de nuestros tiempos que hoy padece Ecuador y que algunos propusieron hace no mucho para la Argentina. Una propuesta que entonces sólo aceptaron en ese momento Costa Rica, Haití y Nicaragua.

Claro, eran los tiempos en que EUA pretendía avanzar sobre América Latina a costa del desplazamiento del RU, país que desde los albores independentistas estaba firmemente asentado en la región. Con ese respaldo la delegación argentina llegó a instancias que no esperaban los anfitriones como que Sáenz Peña, rechazando la "Doctrina Monroe" , que enfatiza “América para los americanos”, retrucó: “Sea América para la humanidad”. 

- Fernando Del Corro es periodista, historiador graduado en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA en "Historia Económica Argentina" y subdirector de la carrera de "Periodismo económico" y colaborador de la cátedra de grado y de la maestría en "Deuda Externa", de la Facultad de Derecho de la UBA. De la redacción de MERCOSUR Noticias.

 

Publicado el (Domingo, 05 de Abril de 2009 )

https://www.alainet.org/de/node/133133
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