Gaza y su contexto

26/01/2009
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El balance de tres semanas de « blitzkrieg » contra el pueblo palestino atrapado en Gaza sin posibilidades de huir es de 1300 muertos, 410 de ellos niños y 5300 heridos, de los cuales 1630 niños.

La blitzkrieg (donde se experimentaron nuevas armas, de efectos devastadores sobre el cuerpo humano, proveídas por Estados Unidos) estuvo precedida por un año y medio de riguroso bloqueo impuesto por Israel con la venia de las grandes potencias. El bloqueo persiste después del cese de la agresión, salvo para la ayuda humanitaria.

El domingo 18 de enero a la noche varios jefes de Estado europeos se reunieron a cenar con Ehud Olmert, criminal de guerra, genocida y, por añadidura acusado de corrupción en su propio país. Es otro espaldarazo de la Unión Europea a la política del Gobierno israelí, que no logran disimular las declaraciones a favor de una solución pacífica y las promesas de ayuda humanitaria al pueblo palestino: prótesis para los mutilados, sillas de ruedas para los paralíticos y olvido para los muertos. Pero que dan prioridad al bloqueo de armas destinadas a Hamas y dejan para otra oportunidad la cuestión del embargo de armas, en particular las prohibidas, destinadas a Israel.

La calificación de genocidio no es un exceso de lenguaje. Lo ocurrido en Gaza ES UN GENOCIDIO. Hitler no lo hubiera hecho mejor.

Durante la blitzkrieg se violaron sistemáticamente la IV Convención de Ginebra de 1949, el Título IV del Protocolo Adicional I de 1977 a las Convenciones de Ginebra y además los asaltantes cometieron los crímenes previstos en los artículos 6 (Genocidio), 7 (Crímenes contra la humanidad y 8 (Crímenes de guerra) del Estatuto de la Corte Penal Internacional. Los responsables principales son Ehud Olmert, Tzipi Livi, Ehud Barak y los jefes de las fuerzas armadas de Israel (1).

En realidad, el genocidio en los territorios ocupados por Israel como consecuencia de las sucesivas guerras contra los árabes comenzó hace tiempo al privar a la población palestina de las condiciones elementales de sobrevivencia.

En 1947 las Naciones Unidas adoptaron la decisión de dividir el territorio palestino en dos Estados, uno palestino y otro judío.

Los árabes rechazaron la partición, reivindicando para ellos todo el territorio y se negaron a reconocer la existencia del Estado de Israel.

La decisión de las Naciones Unidas estuvo influida por el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial y tuvo también en cuenta la presencia de numerosos judíos en Palestina que comenzaron a radicarse allí desde fines del siglo 19, en buena parte bajo el impulso del movimiento sionista que promovía el regreso a Palestina, según la Biblia la tierra prometida por Jehová a Abraham, 2000 años después de la Diáspora.

Esos judíos pioneros de la Aliah (retorno) comenzaron a instalarse en Palestina desde entonces, pero se encontraron con que estaba habitada por los árabes hacía ya unos 1300 años.

La idea del retorno -mezcla de mito bíblico e historia- chocó con la realidad de un territorio que los árabes, establecidos en él desde hace trece siglos, consideran como propio.

No es de extrañar entonces que la creación del Estado de Israel haya sido considerada por los árabes como una usurpación.

Contribuyó a agravar el conflicto el hecho de que Israel, al declarar su independencia en mayo de 1948, se constituyó como estado judío, es decir sobre bases principalmente raciales-religiosas. Se previó la redacción a corto plazo de una Constitución escrita que hasta hoy no existe, pues no se ha logrado superar la diferencia entre quienes quieren establecer un Estado laico y los que quieren mantener un Estado judío.

La población se constituyó casi totalmente con inmigrantes judíos de distintas partes del mundo, de orígenes étnicos y nacionales diversos, los que obviamente no se remontan a la tierra prometida del relato bíblico.

Ya en noviembre de 1947 comenzaron los enfrentamientos entre árabes y judíos y en mayo de 1948, libaneses, sirios, iraníes y egipcios atacaron al nuevo Estado. En esa guerra, que duró un año, los judíos finalmente se impusieron y las partes en el conflicto firmaron armisticios separados.

Se sucedieron nuevos enfrentamientos y guerras y al final de cada una de ellas los israelíes ocuparon nuevos territorios., invocando su seguridad.

Los esfuerzos para establecer una convivencia pacífica siempre se han frustrado. Contribuyeron a ello distintos factores: la intransigencia de los ultras (religiosos y otros) de ambas partes, que fueron instrumentados por la derecha israelí y su padrino y mentor, el Gobierno de Estados Unidos, interesado en mantener un poderoso enclave militar en la región.

Es la llamada política de la tensión permanente, que consiste, entre otras cosas, en servirse de los grupos fundamentalistas religiosos, de organizaciones más o menos mesiánicas de extrema derecha o autotituladas de izquierda, y que han sido y son utilizadas por Estados Unidos y otras grandes potencias en todos los continentes, en no pocas oportunidades con la colaboración de los Gobiernos y/o de los servicios secretos locales. Está probada la colaboración o participación directa de la CIA y de otros servicios estadounidenses en acciones terroristas en distintos países y en distintas épocas.

El Mossad israelí también presta ese género de “servicios” (2).

Además, la mayor parte de la población palestina en los territorios ocupados por Israel vive hace medio siglo en condiciones infrahumanas, lo que los empuja a la desesperanza y a la desesperación, que es uno de los caldos de cultivo del terrorismo.

Otra manera de alimentar la persistencia del conflicto que emplean Estados Unidos e Israel consiste en impedir la unificación de los palestinos, apoyando y agrediendo sucesivamente a algunas facciones, como ha sido el caso con Hamas.

Cuando surgió el Hamas, a pesar de sus posiciones extremas, Estados Unidos e Israel lo vieron con buenos ojos, como contrapeso de la autoridad central palestina dispuesta a negociar y como contribuyente objetivo a la política de la tensión permanente.

Pero cuando Hamas ganó las elecciones legislativas en 2006 y uno de sus líderes, Ismaïl Haniyeh, fue nombrado primer ministro por el Presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas, surgió la posibilidad de que en el seno de la nueva unidad palestina se formara un bloque mayoritario pragmático dispuesto a negociar una solución pacífica sobre la base de la creación de un Estado Palestino y de la restitución de los territorios ocupados por Israel.

Esta posibilidad es real como lo muestra la existencia de contradicciones en el seno del Hamas, donde hay grupos que propugnan la negociación y otros que mantienen la postura, moralmente inaceptable, totalmente irrealista y que solo sirve para añadir leña al fuego, de “borrar del mapa” al Estado de Israel. Y también hay contradicciones en el seno del Fatah, entre los que tratan de negociar un acuerdo con Hamas y los que se empeñan en boicotearlo.

Pero para Estados Unidos y para la dirigencia israelí, donde la derecha y la extrema derecha son ahora ampliamente hegemónicas, su política consiste en evitar por cualquier medio una paz duradera en la región, siempre fieles a la estrategia de la tensión permanente.

Por eso la reacción de Estados Unidos, Israel y la Unión Europea ante el nuevo Gobierno palestino presidido por el Hamas fue inmediata : suspensión de las subvenciones internacionales a la Autoridad Palestina, bloqueo total, nuevas incursiones armadas de Israel, demonización del Hamas y atizamiento del conflicto entre el Fatah y el Hamas, hasta la ruptura entre estos en junio de 2007.

En este estado de guerra casi permanente Israel, con el apoyo incondicional de los Estados Unidos y la por lo menos benevolencia de la Unión Europea, se ha convertido hace tiempo en un feroz gendarme de la región que goza de total impunidad y puede permitirse ignorar numerosas resoluciones de las Naciones Unidas, actuar al margen del derecho internacional y violar sistemáticamente los derechos humanos sin temor a ninguna sanción internacional. Tal como sólo pueden permitirse hacerlo Estados Unidos y algunas otras grandes potencias.

Una perfecta ilustración de esto último es lo ocurrido ahora durante la blitzkrieg contra la población palestina en Gaza.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que dispone de amplísimas facultades conferidas por la Carta de la ONU de las que ha usado y abusado en numerosas oportunidades, pudo ordenar el cese inmediato del fuego y disponer el envío de fuerzas militares de interposición y no lo hizo: se limitó a pedir un cese del fuego y que se permitiera la distribución sin trabas de la asistencia humanitaria, incluidos alimentos... De más está decir que este pedido no fue escuchado.

Dada la inercia deliberada del Consejo de Seguridad, 118 países no alineados promovieron una sesión extraordinaria de la Asamblea General, que en ese tipo de circunstancias tiene amplias facultades para actuar, inclusive disponiendo el envío de fuerzas armadas, como lo ha hecho en otras oportunidades (véase mi artículo Gaza: Facultades de la Asamblea General de la ONU, publicado en Argenpress el 20 de enero).

La Asamblea General extraordinaria fue un fracaso, pese a los esfuerzos de su Presidente, el nicaragüense D’Escoto y de algunos pocos países, en particular latinoamericanos, como Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela. Lo demás fueron discursos de los delegados para darse buena imagen ante la opinión pública de sus respectivos países.

Al finalizar la sesión extraordinaria D’Escoto manifestó su decepción, declarando que la Asamblea General debió actuar “de una manera más decisiva y afirmativa”.

Esta actitud del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General significa mucho más que la inoperancia de la ONU. Significa que a nivel de los Gobiernos la relación de fuerzas internacional es mayoritariamente contraria a los auténticos movimientos de liberación, en particular a la formación de un Estado Palestino independiente y sumisamente favorable en lo esencial a la estrategia belicista y hegemónica de los Estados Unidos.

Con esa relación internacional de fuerzas y con la experiencia de sesenta años de guerra, los dirigentes palestinos que desean realmente rescatar a su pueblo de la miseria extrema y de la humillación permanente deben comprender que el único camino realista es su unidad y la negociación.

Así podrán debilitar a la derecha en Israel, ayudar a fortalecer en ese país al sector partidario de la convivencia pacífica y poner más en evidencia ante la opinión pública la política agresiva de Estados Unidos y la hipocresía de los gobiernos europeos y de otras regiones, incluidos los multimillonarios jeques árabes.


Notas:

1) Grupos internacionales de juristas y organizaciones no gubernamentales están presentando denuncias ante la Corte Penal Internacional y también lo están haciendo grupos locales ante los tribunales nacionales en distintos países.

2) Tzipora Malka Livni, alias Tzipi Livni, actual ministra de Relaciones Exteriores de Israel, fue miembro del Mossad, al parecer como parte de la unidad encargada de asesinar a los “enemigos de Israel”. Es decir tiene formación profesional como terrorista de Estado.

Fuente: Argenpress

http://www.argenpress.info

https://www.alainet.org/de/node/132010
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