Uruguay y FAEPNM

16/01/2009
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Uruguay, el estado oriental del río de ese nombre, sufre. Quiero decir, sus habitantes e “hijos” sufrimos. Tal vez ése sea el verbo que nos exprese más cabalmente.
 
Basta pensar en los suicidios que castigan nuestra población o ver el ensanche sostenido, sin pausa, de edificaciones precarias, la tugurización, para darse cuenta.
 
El periplo de la “Suiza de América” a lo largo del siglo XX nos muestra un deterioro, una obsolescencia del pequeño país, tapón, europeizado, que con un millón de habitantes en las primeras décadas del pasado siglo se convirtió en referente de múltiples despliegues; en la política, en la literatura, en la medicina, en el fútbol.
 
Aquel Uruguay con su economía pastoril y ganadera “sacó buenas” para esos despliegues reseñados, escamoteando cuestiones gravosas, como el genocidio original o la configuración latifundiaria, pero en el impulso estaba su freno, como lúcidamente trató de discernirlo en pleno proceso el inolvidable Carlos Real de Azúa.
 
El paisito se fue inadaptando al devenir planetario. Cada vez más el sueño batllista, se fue convirtiendo en pesadilla; la reforma agraria jamás emprendida, manteniendo al “campo” en manos de los ricos de siempre, con lo cual ni los proyectos de poblamiento rural europeo, elitario, llegaron a consumarse; la oficina pública prebendaria “elevada al rango de república”, como tipificara Mario Benedetti la mentalidad dominante a mediados del siglo; el “empleo público” que asegurando ingresos medianos, iba empantanando el espíritu nacional hasta que los asegurados llegaron a asegurar apenas una miseria.[1] Y esa deformación se ahondó hasta el escarnio y la indignidad con los jubilados del bello invento batllista que a la larga terminó preservando malamente el ingreso de quienes eran los “empleados públicos” de las cajas jubilatorias y reduciendo a nadas cada vez más humillantes el ingreso de los jubilados del montón.
 
Con la crisis del sistema de economía periférica y parásita de conflictos ajenos, al Uruguay le podía caber aquel chiste del inolvidable republicano español exiliado en nuestras playas, Roberto, que puso en boca de dos inversores de la actividad bélica, la preocupación: “-Si estalla la paz, ¡nos vamos al tacho!” Con el fin de las guerras de mediados de siglo, pero sobre todo con los cambios tecnológicos, el paisito fue entrando a mediados de los cincuenta en un cono de sombra del que -a diferencia de otros reiterados conos de sombra que el país había tenido en los treinta y antes todavía- no hemos salido.
 
La opción
 
Fue el momento para que “otro” Uruguay fuera anidando en más y más corazones.
 
No es que proyectos alternativos no existieran de antes. Pero siempre habían tenido una débil universalidad potencial. La misma alternancia batllista-nacionalista, muchas veces simplificadamente formulada como colorada y blanca, fue perdiendo las aristas que cien años atrás tenía, y a la segunda mitad del s. XX se ingresa con dos partidos políticos, ambos decididos soportes, servidores del gran capital metropolitano en voraz proceso de tecnificación y modernización. En el plano político-ideológico no había diferencias entre “blancos” y “colorados” ni para definir políticas sobre dependencias, ni ante el Banco Mundial y el FMI, ni ante el desarrollo tentacular de transnacionales, o sobre usos de energía (políticas energéticas), ni ante los agroquímicos, o sobre criterios frente a la contaminación (que como un cáncer iba cubriendo más y más áreas). A lo sumo, se trataba de anticomunistas y muy anticomunistas.
 
Ante ello, la progresía universitaria aspiraba a heredar ese Uruguay de estancieros y abogados que constituyeron el Uruguay moderno, el Uruguay blanqui-colorado, el Uruguay del apogeo y la crisis del siglo XX y hacer un país científicamente productivo y racional. Que iban a regirse por criterios burocráticos estaba, a mi modo de ver, en su perfil de técnicos y académicos que procuraban sustituir a la vieja elite cada vez más parasitaria e inservible. Y que ello iba a significar entregar en todo caso migajas a las capas populares.
 
Posiciones de izquierda siempre habían existido, pero con la crisis endógena y el efecto Cuba, cada vez se unificaban más constituyéndose al fin lo que inicialmente se llama Frente Amplio. El proceso venía de antes; expresiones como el FIdel, la Unión Popular, el PDC, eran sus véneros. La variedad de opciones era mucho mayor; había varias izquierdas al margen del FA, así como varias derechas al margen de los “partidos tradicionales”. Y los propios parltidos tradicionales constittuían un abanico ideológico.
 
El FA definía su sustancia desde la mera denominación. Nada de patriótico o de antiimperial o de socialista. Amplitud es un concepto meramente cuantitativo, acorde con una visión electoral del cambio político. Luego íbamos a ir descubriendo que tampoco había diferencias apreciables en las relaciones de “la izquierda” con el imperialismo, con el modelo suicida y criminal de desarrollo tecnológico desquiciado y al servicio de las transnacionales…
 
Pero nutrido de las principales agrupaciones de la izquierda uruguaya, tupamaros y comunistas, una visión al menos ingenua podría inferir que se trataba de un corrimiento hacia la izquierda. El mundo marcha hacia ese lugar, se decía hace unas décadas. Y una de las principales alternativas de la izquierda uruguaya, los tupamaros, la principal experiencia guerrillera del país, que había mantenido inicialmente una inestable coexistencia con el electoralismo frenteamplista, una vez pasada la fiebre setentista, pasó a ocupar plenamente un lugar dentro de la opción frenteamplista.
 
Con tal grado de inserción socioideológica, que poco a poco se fue consolidando como la minoría más grande de la coalición. Coalición, a su vez,  que con el tiempo fue adoptando diversos ropajes, alargando su denominación, hasta llegar en las elecciones que le otorgan el primer lugar (aunque no mayoritario) a denominarse Frente Amplio Encuentro Progresista Nueva Mayoría.
 
Con lógica poselectoral, los complicados ropajes se simplificaron muy poco después y ya con las alianzas deglutidas o procesadas, el FAEPNM pasará a denominarse otra vez FA. Se había completado el ciclo, el periplo, se llegaba por derecha a cerrar el círculo abierto por izquierda…
 
Buscando avanzar… para estar en el mismo sitio
 
El FA encarnaba con renovados bríos las alianzas y los imaginarios de la progresía vernácula, ésa que permitiera aquel chiste de enorme vigencia sociológica a principios de los sesenta con el reverdecer de las esperanzas brindado por la Cuba de Castro; “decía el arquitecto, -en casa todos votamos al FIdel, salvo la sirvienta que vota a Chico-tazo-.” Era la progresía que conocí cuando ingresé a la Facultad de Ciencias Económicas, avanzados los cincuenta. Allí, junto a una guardia vieja anarquista, ácrata y recalcitrante, “Lucha Universitaria”, y una derecha joven y demócrata que postulaba liberalismo made in USA, “Por un CECEA democrático”, [2] el caudal estudiantil principal estaba compuesto por una “izquierda universitaria” que se postulaba como universitaria en primer lugar (es decir, con fuerte conciencia de clase para sí) y que constituyó buena parte de la craneoteca del FA (Samuel Lichtenstejn, Alberto Couriel, entre ellos). Recuerdo que de jóvenes recién llegados, como yo, a la facu provino una vez la invitación: “-mañana vamos a conocer un obrero, en auto… ¿Querés venir?” No podía creerlo. Yo conocía un obrero en casa, mi padre, lo veía día tras día… ¿qué izquierda podía constituir la que albergara semejante ajenidad? Pero a la vez aprendí que el pensamiento de izquierda poco tenía que ver con el proletariado que tanto declaraba encarnar. Decliné la invitación, ese día al “paseo proletario” y poco después a integrar la agrupación gremial de la izquierda progresista, ganadora.[3]
 
En febrero de 1973, ya en un momento en que la crisis afectaba directamente a “las instituciones”, con el mar de apoyos “progresistas” a los militares, a los militares que estaban masacrando leyes y humanos, el papel de la izquierda no mejoró ciertamente. Hubo resistencias, claro; con diversas modalidades; al “febrero amargo” desde colorados como Amílcar Vasconcellos hasta blancos como W. Ferreira Aldunate y desde la izquierda, la ROE y el MIR pro-chino, no frenteamplistas. Y también de frenteamplistas como Carlos Quijano, pero desde el FA fueron muy pocos.
 
Se afianza la izquierda… pero con la misma política, el mismo imaginario
 
Tras la pesadilla dictatorial, el FAEPNM fue ampliando su espectro y convirtiéndose en la fuerza ineluctable, en el destino del país. Los márgenes de maniobra de la política tradicional se fueron achicando hasta que en el 2003 se produce el colapso de la estructura clientelar e ideológica del partido colorado batllista y su mitad-más-grande del electorado se reduce de manera rotunda a un raquítico 11 %. Semejante descalabro del partido insignia del imperialismo estadounidense, del Occidente explícito y el eurocentrismo tácito, del partido que había procurado incorporar el neoconservadurismo arrasador que con la denominación de neoliberalismo estaba adueñándose del mundo entero tras la estrepitosa disolución de la URSS, le otorgó el espacio que necesitaba el FAEPNM, que reintegraba a un “nuevo espacio” en su seno. El Nuevo Espacio, como el FA en su momento, se cuidaba de cargar ideológicamente su denominación. Eran en todo caso designaciones cuantitativistas, que procuraban responder a la crisis de las ideologías y ”los grandes relatos”. Por eso nada de proletaria, socialista, ancestral, campesina, del mundo de los de abajo.
 
El FA quedó al frente del estado, del estadito uruguayo. Un Partido Nacional como oposición (relativamente fuerte, con casi un 40% del electorado), la piltrafa colorada y luego otras organizaciones políticas más o menos expresas o tácitas como el Partido Militar con sus logias y secreteos, propios de una estructura de tipo piramidal y sectario, algún partido de personalidades, algunos agrupamientos anarquistas refractarios a la iglesia frenteamplista y la floración de sectas religiosas. Poco después, disidentes del FA en sostenido proceso de expansión.
 
Tiene que haber sido una fuerte sorpresa para muchos darse cuenta que la vida del paisito siguió mucho más parecida a la de antes de lo que nos queríamos imaginar.
 
Aunque también se observen diferencias como, por ejemplo, una cierta recuperación de los obreros y sus organizaciones gremiales como interlocutores. También proyectos como el de la limitación, por fin, de la jornada laboral para los peones rurales, los intentos de encarar impuestos progresivos. También podemos registrar, y anotar a favor del “nuevo tiempo” otro cambio respecto de los partidos tradicionales y “cómplices”: la lucha por juzgar y encarcelar por delitos atroces del tiempo de la dictadura, que han llevado adelante deudos fundamentalmente incluidos varios frentamplistas. Se está cuestionando la “ley de caducidad” y aunque cuesta y no tiene el apoyo real de todo el FA, el asunto se “mueve” y cada mes de mayo el centro de Montevideo se estremece con una manifestación de memoria, cuyo silencio cargado recuerda y estremece.
 
Pero no hay mucho más, el etcétera es corto.
 
Los pobres siguen pobres y cada vez más pobres y cada vez más. Los ricos, cada vez más ricos y extranjeros. La reforma agraria, faltando con aviso. Así, el enderechamiento caracterizado por el Teorema de Baglini fue marcando sus hitos.
 
¿Cómo pudo ser que nadie se haya reído del Financial Times cuando designó al ministro Astori como el mejor ministro de Economía del planeta? Tomarse eso en serio y no considerarlo una maniobra, una pasada de mano por el lomo, era demasiado penoso.
Pero se trata de algo de mucha mayor envergadura: la neosatelización al Occidente más puro y duro, cada vez más en el círculo de hierro de EE.UU. e Israel.
 
¿Sociedad en lucha o capas medias buscando su lugar bajo el sol?
 
Entre las direcciones frenteamplistas reconocemos diversos orígenes y estilos: los técnicos universitarios progresistas ya descritos, los dirigentes de los partidos políticos de izquierda, fundamentalmente comunistas y socialistas aunque también democristianos, casi todos provenientes de la intelectualidad uruguaya (en el caso del Partido Comunista habría que agregar en dosis homeopáticas los dirigentes de origen obrero que abandonando la condición obrera por la de militante sindical rentado, escalaron posiciones dentro de la estructura partidaria); y las direcciones forjadas desde la actividad guerrillera, nutrida en buena medida también por egresados universitarios, bancarios, docentes, capas que se llamaban entonces ilustradas de la población. En algunos casos con muy serios y profundos procesos de transformación personal como es el caso ya proverbial de Raúl Sendic, socialista, “trosco”, procurador, volcado a la reivindicación del proletariado rural y fundiendo su vida y su destino con el de sus inicialmente asistidos y tratando de unir semejante apostolado con el camino hacia una segunda Cuba americana.
 
El destino de las direcciones que directa o indirectamente expresaron el FA (o el FAEPNM) es tan consustancial con su condición de capas medias que incluso tras la derrota política muchos militantes vuelven a su condición laboral anterior; una suerte de destino opuesto al de los excluidos que es “la especie” humana en expansión por excelencia en el Uruguay. Los tupamaros, por ejemplo, que eran bancarios, recuperaron sus escritorios pasada la tormenta setentista del levantamiento frustrado, la represión y la cárcel. Las capas medias del país están tan pero tan incluidas en la vida cotidiana del país que ni un interregno de década y media  -¡y qué interregno!- impide su reinserción. Pensemos en lo que le pasa al excluido, al obrero sin contactos, al migrante recién llegado que pierde un laburo; para él el destino será la pared de chapas en “las afueras”, sobre la ruta 1 o la 5 y vivir hurgando, “rebuscándose-las”, comiendo salteado… no hace falta explicarlo más.[4]
 
Era muy difícil que el FA pudiera entonces cambiar el estilo profundo, el de la vida cotidiana del país, puesto que la encarnaba casi tan cabalmente como los representantes tradicionales. Podía haber diferencias, las había, en todo caso ideológicas: un enfrentamiento (de algunos) al capital, al capitalismo, a las relaciones imperiales, al imperialismo, una distancia incluso emocional de EE.UU., una cercanía a la URSS (cuando existía) o al campo socialista, pero no mucho más.
 
Un ejemplo: el vicecónsul de EE.UU. en Uruguay, el señor Jorge Batlle IV, ocupando el sitial presidencial sostuvo una vez suelto de lengua y falto de lógica que había que apostar al “Uruguay natural” y a los alimentos transgénicos. El mero intento de atar semejantes moscas por el rabo revelaba lo poco que conocía del tema del que creía hablar. Y bien: la imagen del “Uruguay natural” ha perdurado… turísticamente. En ningún momento se la ha traducido económicamente.
 
Porque eso, en economía se llama establecer una política por ejemplo, respecto de las actualísimas commodities.
 
Se sabe que los cultivos transgénicos han permitido la comoditización de muchos “alimentos”. Pero los commodities, [5] amén de pingües ganancias para transnacionales, no resultan muy atractivos para los mercados alimentarios que buscan calidad, salud  y gusto, como por ejemplo los del Primer Mundo. Los alimentos de este tipo son alimentos “a la antigua”, sin agrotóxicos, no fabricados industrialmente sino atendidos artesanalmente, provenientes de las zonas no contaminadas, que cada vez son menos, en el planeta. Lo que “el mercado” designa como specialities.
 
Hoy que pensamos que ya no es posible un desarrollo endógeno al ciento por ciento (fundamentalmente por las dimensiones del paisito), la política debería consistir en todo caso en optar por el tipo de vínculos que necesariamente entablamos y entablaremos. La mayor integración, la menor dependencia, por ejemplo. Uruguay podría haber desempeñado un papel airosísimo ante tal mercado en el momento de la discusión de “natural” o “transgénico”, porque es el estado del mundo entero con mayor proporción de tierras fértiles e irrigadas, y por no haber sido tan devastado por agrotóxicos; nuestros productos podrían haber alcanzado los mínimos exigidos, sin tanto esfuerzo.[6]
 
Con aquella falta de lógica que señalábamos para el último gobierno batllista, la soja transgénica y el modelo dominante entró sin la menor fricción y hasta con apoyo.[7] Con la comoditización galopante, nos vamos alejando de esa posibilidad, que es exportar comida de calidad, pero además, consumirla. El gobierno frenteamplista ha seguido y hasta ampliado el camino de la comoditización del país. Las transnacionales, agradecidas.
 
Más de lo mismo
 
Semejantes continuidades, con estilos de comportamiento e imaginarios sociales compartidos que entendemos mucho más fuertes que las rupturas, no auguraban nada auspicioso con un gobierno frenteamplista. Sin embargo, el ejercicio de gobierno ha deparado otras continuidades menos esperables. Por un lado, la explicitación del juego electoral desplegada por un ideólogo que se pretende sin pelos en la lengua, Eleuterio Fernández Huidobro, que fundamentó, al menos con fuerte desparpajo ya que débil rigor lógico, la existencia, y la necesidad, de una estrategia para conquistar el gobierno, prometiendo el oro y el moro, y de otra estrategia para echar a andar el gobierno, ya que no el poder, al día siguiente de ganar las elecciones, con la cual se podía borrar alegremente todas las promesas propias del momento estratégico anterior, porque pasado el momento preelectoral ‘ya estábamos en otra’.
 
El planteo de EFH no tiene nada de original, fue lo que resultaba cada vez más característico de los gobiernos batllistas, crecientemente estériles y corruptos: cada vez un divorcio mayor entre la cantinela preelectoral y la realidad posterior, a secas, que fue incorporándose como un saber del imaginario social de que así actuaban “los de la 15” y ciertamente los de su eterno opositor, el Partido Nacional. Ante el FA algunos al menos esperábamos que el proceso de adaptación y mimetización con lo tradicionalmente existente iba a demandar un período, no muy corto. Pero no sólo el planteo estratégico de EFH actualizó que todo podía ser muy rápido...
 
Otro fue la resistencia política pública del FA al establecimiento de pasteras en territorio uruguayo promovidas por el Partido Nacional y el vicecónsul J. Batlle IV, y la inmediata adhesión del mismísimo FA al establecimiento de esas mismas pasteras una vez en el gobierno.
 
 Otro más, el súbito cambio de posición respecto del papel de los militares uruguayos en Haití, inicialmente visualizados como policía de “limpieza” de EE.UU. cuando sus “servicios” derrocan y expulsan al presidente que no ha llegado a consumar una rendición incondicional ante los requerimientos de la Santísima Trinidad —Washington, el Banco Mundial y el FMI—. El FAEPNM condena como oposición parlamentaria el envío de tropas y una vez convertido en gobierno y cuando el ejército uruguayo ya ha dado muestras de poder prostituir y/o seducir a jóvenes haitianas gracias a la vitualla de que disponen en un país hambreado hasta los límites de campos de concentración, cuando personal del ejército uruguayo allí destacado ya ha dado muestras de que puede matar o que deja matar a refractarios, hambrientos y necesitados, entonces, precisamente, entonces, el gobierno frenteamplista pasa a defender el innoble papel del MINUSTAH [8] en el desgarrado Haití (justo es recordar que con resistencia desde sus propias filas).
 
Para muestra, bastan opero agreguemos esta grajea, que ilustra el ombliguismo:  cuando estalla un conflicto gremial por pésimas condiciones laborales y los taxistas terminan ocupando el Ministerio de Trabajo, un vocero oficialista, el dirigente tupamaro Julio Marenales, describe la ocupación aclarando que con semejante ocupación “no estaban por la liberación nacional y el socialismo”. Como sí están, por lo visto, los tupamaros en el gobierno o la izquierda frenteamplista. Si usted no se dio cuenta, amigo lector, es cosa suya.
 
Lo que hacemos está siempre bien. Tenemos “la sellada”. Lo que otros hacen, obviamente, no.
 
Los que conocen (o modelan) lo futuro
 
Pero el FA encarna un estilo comunicacional nuevo, sin duda vinculado con el carácter intelectual y/o académico de tantos miembros de su dirección. Veamos un par de ejemplos:
 
1) a principios de 2008 se desata la tormenta financiera que se venía incubando en EE.UU. desde años anteriores y el equipo económico del gobierno frenteamplista “tranquiliza” a la opinión pública declarando que el paisito estará “a salvo hasta el 2010”. Uno no sabe si tranquilizarse por el escaso año y medio de paz anunciado, cuando se trata de fenómenos como los estallidos financieros que tienen cierta inercia y cierto arrastre, o más bien empezar a temblar por lo que pueda sobrevenir pasado el 2009… digamos, que como garantía es un período más bien exiguo. En términos de RR.PP. no han sido muy sagaces.
 
Pero se atreven con lo futuro. Con decisión. Tal vez porque la formación marxiana o marxista les permite lidiar con esa dimensión temporal con “certezas” o al menos con “tendencias”, como se verifica en tales agorerías con las que se refieren a el futuro, como si pudiera ser cognoscible.
 
2) otro ejercicio de futurología: a fines de 2008, esta vez la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, hizo pública otra “investigación” según la cual para el 2030 el Uruguay iba a llegar a la primera división, ingresar al Primer Mundo. Procurando no caer del todo en el ridículo aclaraban que sus cálculos no constituían un pronóstico ni una previsión sino “una herramienta para construir dicho futuro”.
 
Del método para establecer tales enunciados más vale no hablar; baste mencionar que en esa veintena de años la OPP estima que Uruguay alcanzará a Portugal, Finlandia, Inglaterra y Bélgica, aunque nada mencione sobre la posición relativa de tales países, a los que se considera fijados en sus respectivos ingresos (mientras se imagina una quintuplicación de ingresos para Uruguay…).
 
La realidad cotidiana se presenta bastante refractaria a las mejoras, pero eso no les quita vuelo a las especulaciones de quienes están rentados para administrar los medios económicos del país.
 
Por otra parte, si salimos de la economía proyectiva que por lo visto es una fuente ocupacional de los economistas progresistas e incursionamos en la economía real y presente, el panorama no es mucho más alentador. Las zonas francas han sido un gran recurso del capital transnacional para retener el poder en la economía cada vez más globalizada del planeta, logrando con ellas retener la rentabilidad que lo mueve urbi et orbi. Gracias al recurso de la extraterritorialidad, las zz.ff. son un seguro de rentabilidad formidable, sobre todo luego de que las peripecias de la explotación capitalista generara las reacciones de los obreros agremiados, sindicalizados, que fueron así logrando retacear las atroces condiciones laborales de lo que los economistas de cuño marxista calificaron —con el equivocado sesgo historicista habitual— como acumulación primitiva de capital. Las zz.ff.[9] nos permitieron ver que lo de primitiva era un subterfugio y que en pleno siglo XXI, las zz.ff. encierran las condiciones laborales que los libros de historia social y económica atribuyen a la primera revolución industrial: jornadas de 14 o 16 horas, sin protección corporal, ni seguro contra enfermedades ni reconocimiento de “enfermedades profesionales” (es decir generadas en el propio ámbito laboral), trabajo infantil, ausencia de toda regulación laboral, impositiva, ambiental. Lo que los historiadores progresistas y de izquierda nos han revelado sobre la vida y la muerte de los obreros ingleses, franceses o alemanes en 1800 son las condiciones en que viven y mueren los obreros paquistaníes, mexicanos, tailandeses, indonesios, caribeños, chinos… y ¿qué podemos decir de los uruguayos en pleno siglo XXI? Seguir hablando de acumulación primitiva es hoy reaccionario… y cegato.
 
En nuestro país, las zz.ff. ya se perfilaban durante la neocolonia pero “prosperaron” durante la dictadura. Y bien: el gobierno progresista frenteamplista no está sino ampliando tales zonas, es decir normalizando el régimen de excepción; en tales sitios no rigen las leyes, ni siquiera las maltrechas leyes nacionales. Rigen las leyes… de la empresa que viene a usar (cada vez más escasamente) la mano de obra local.
 
Las zz.ff. son así una cara fuerte del proceso de extranjerización de la economía… “nacional”. Un proceso que también se ve claramente con la tierra. Hasta donde sé, el país nunca llegó a aprobar el mesurado proyecto de ley de Carlos J. Pereyra de impedir que un mismo propietario poseyera tierras a dos lados de una frontera (algo que se repetía con sospechosa frecuencia en nuestra larga frontera con Brasil).
 
La “invasión” sojera argentina, por ejemplo, no ha registrado reacción alguna del gobierno frenteamplista uruguayo, el mismo sin embargo, que ha debido soportar el hostigamiento de un sector de la población entrerriana, enardecida en buena medida por sojeros, precisamente, y así embarcada en una política de defensa territorial con aspectos valiosos aunque con una penosa impronta NIMBY.[10]
 
¿Hacia la liberación política o hacia la liberalización económica?
 
Pero no ha sido sólo en ciencia económica, prospectiva o aplicada, que el gobierno que declaró haber entrado por izquierda presenta rasgos específicos, casi únicos.
 
Vimos la asunción del credo equivocadamente llamado neoliberal[11] con la política de las zz.ff. Pero si uno observa algunas otras realizaciones, no podría imaginar que el gobierno de fray Vázquez tenga rasgos liberalizadores. No lo parece si uno piensa en la cuestión, que nos adelantamos a reconocer como difícil, del aborto. El aborto es siempre una mala solución, hasta allí podríamos acordar con el presidente vetador. Sólo que él descuida que la falta de semejante, mala solución, el aborto legal y protegido (jamás ensalzado o trivializado) “genera” soluciones todavía peores y más trágicas. Más claro para percibir un conservadurismo militante es verificar que ha sido el gobierno frenteamplista el único que se decidió a erigir una estatua papal que ni siquiera los gobiernos burgueses  y más declaradamente católicos llegaron a consumar.
 
Semejantes ejemplos podrían llevarnos a pensar que en realidad se trata de un gobierno conserva. Pero no es así. Piense el lector que hay un proyecto para que los que quieran cambiar de camisa… perdón, de sexo, lo hagan sin ni siquiera pedir permiso a los padres cuando son menores de edad. Libertad y soberanía ilimitadas rigen así nuestras vidas. ¿O no? Suponemos que quien resuelve semejantes pasos lo hace sabiendo de qué se trata, sin influencia mediáticas, ni del american way of life, ni como resultado de los afanes de imitación tan propios entre jóvenes… ¿O sí?
 
La “liberación nacional”, o tal vez la liberalización y no precisamente muy nacional, avanza.
Hay otro proyecto al servicio de las privatizaciones, ya no en el plano crudamente material de las necolonizaciones a manos de sojeros argentinos y de pasteros finlandeses, suecos, portugueses y estadounidenses… es el de otorgarle a las universidades privadas, que han proliferado en el paisito desde la dictadura occidental y cristiana como nunca antes, un papel en la política pública para la educación. Roque Faraone define con mucho acierto semejante posición: “La pretensión de incorporar a representantes de la enseñanza privada en cualquier órgano dirigente de la educación pública es peor que dar representación a las empresas de seguridad privada en el Ministerio del Interior.” (Brecha, 24/7/2008).[12]
 
El  gobierno frenteamplista está incursionando en una tendencia privatizadora que ni los partidos tradicionales se habían atrevido a encarar. Seguramente que no, porque desde la izquierda la resistencia habría sido determinante y decisiva. Aunque concedamos que la ofensiva del gran capital es cada vez más fuerte,[13] aun con crisis encima y todo.
 
Observemos que cuando hablamos de enseñanza universitaria privada, nos referimos a entidades francamente preocupantes; la Universidad de Montevideo luce su vértebra ideológica en el catolicismo más reaccionario y ultramontano, la ORT, proviniendo de un estado indisimulablemente terrorista, donde la seguridad ha pasado a ser el nervio de la supervivencia, de la identidad y del ejercicio de la impunidad, es un centro de educación “superior” totalmente inscripto en las necesidades de dicha seguridad: no sabemos si el MOSSAD tendrá una representación directa en su dirección, pero es indudable que la ORT no puede dar ni un paso sin la aprobación del área principal del estado israelí. Luego tenemos las universidades del mundo empresario, en donde se iguala conocimiento y rentabilidad y donde la rentabilidad logra legitimar el concepto de bien, que tanto daba de pensar a los pobres griegos de hace dos mil años, pero que estos neofilósofos han resuelto… con una cuenta bancaria. Y por último, en el concierto de lo que ha dado en llamarse universidades privadas hay unas cuantas organizaciones que califican a sus alumnos en técnicas, fundamentalmente cibernéticas. Confundir el know-how de una computadora con el saber universitario o multiversitario es francamente penoso. Otra vez sentimos vergüenza ajena. Hace unas décadas nadie habría llamado universidad a las Academias Pitman.
 
Sistemas y modelos únicos
                      
No sólo nos estamos desarrollando intelectualmente en el mejor concierto dentro del mundo occidental hipertecnologizado: la agroindustria contaminante, el destrozo planetario mediante el derroche energético, la dependencia de los perfiles materiales más gravosos para el planeta y más suicidas para la humanidad, el alegre, impune e insensato destrozo de la biodiversidad. El progresismo, entrevisto como lo opuesto a vivir en las cavernas, nos lleva de cabeza a apostar a lo nuclear. A la energía nuclear. Ésa es la medida del progresismo de fray Vázquez devenido, por encima o por debajo de títulos, en ingeniero atómico Vázquez. Comparte la apuesta de los cientificistas duros de todo el orbe, desde EE.UU. a Japón pasando por Israel.
 
Precisamente, fray Vázquez está procurando anudar un desarrollo nuclear conjunto entre Uruguay e Israel, una parejísima asociación, por si a alguien le cabe alguna duda, entre la segunda o tercera potencia nuclear militar del planeta y “el paisito”. Una alianza con un estado crecientemente genocida. Donde lo de “crecientemente” es trágicamente importante.
 
Éste es el grado de dependencia en que estamos, del cual seguramente nunca hemos salido, pero que parece ampliarse, solidificarse, extenderse, propagarse y que debería obligar a preguntarnos: ¿vamos bien?
 
Desde el día de la asunción del presidente Vázquez, devenido socialista en las postrimerías de la desgastada dictadura, podríamos haber temido lo peor. La diferencia entre el conductor y la masa. Lo que siempre habíamos conocido. “Festejen uruguayos, festejen”, nos dijo a voz en cuello el flamante presidente. Preparémonos uruguayos, preparémonos. Van a tratar de hacerlos caer y de punta.
 
Luis E. Sabini Fernández
Integrante de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, a cargo del área de ecología. Periodista, editor de futuros del planeta, la sociedad y cada uno.


[1] “[…] el tercero es el único que se dice normal, justo él que ha vivido cuidando el empate […]” un par de versos de Jaime Roos.
[2] Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas y de Administración.
[3] En 1957, la gremial de los estudiantes universitarios de Ciencias Económicas constituía una comisión directiva, tras elecciones, con tres cargos para los derechistas que hoy llamaríamos neocon, uno para la vieja agrupación de anarcos, y cinco para la pujante progresía. Tan pujante que al año siguiente, el año de la histórica lucha por la Ley Orgánica, iba a absorber a los más actualizados u oportunistas entre los “demócratas”, que perdieron caudal electoral, en tanto “Lucha Universitaria”, cuyos militantes eran claves en algunas facultades y sobre todo en la FEUU para lograr la Ley Orgánica, perdía toda representación en la facultad.
[4] Y no se trata de elegir la suerte de los desheredados, como puede ser la elección consciente de gente famosa como Jorge Zabalza o anónima como Miguel Ángel Casanova; me refiero a quienes no eligen sino a quienes se les propina ese destino.
[5] Algunos han ido pasando a ser alimentos para automóviles, aunque ello vaya en menoscabo de bocas humanas, ¿Y alguien duda del aumento del hambre entre humanos? Ni siquiera las oficinas de la muelle ONU lo han hecho ya que reconocen que desde el auge de los biocombustibles hay unos cien millones de humanos más que se acuestan con hambre o se mueren por ello. Por esa razón, nos hemos permitido rebautizarlos necrocombustibles (véase mi “Biocombustibles, agrocombustibles, necrocombustibles”, futuros, no 11, verano 2007-2008).
[6] Holanda e Israel tienen el dudoso honor de ser los países con mayor cantidad de agroquímicos por ha. Tanto fertilizantes como biocidas.
[7] Superando la teoría de los sapos de Alfonsín; tragárselos pero con reluctancia. Ahora se los trata como si fueran manjares.
[8] Es la sigla del destacamento de la ONU, compuesto por militares conosureños “destacado” en Haití para “preservar el orden”, y sobre todo preservar el estatuto de minoridad para esa nación de afros transplantados a la fuerza, que lograron la primera revolución anticolonial y antiesclavista de la América mal llamada Latina. Algo que por lo visto, el mundo blanco no le perdona. Uruguay aporta el contingente mayor a semejante operativo, algo sugestivo dada la presencia de “gigantes” como Argentina o Brasil.
[9] Véase mi “Zonas francas: esclavitud de nuestro tiempo” en futuros no 2, primavera 2001.
[10] NIMBY, sigla en inglés (Not in my backyard), literalmente “No en el fondo de mi casa” y que alude a la resistencia local, frecuente en el Primer Mundo, para que un proyecto que se considera lesivo o contaminante se haga, sí, pero en otro lado.
[11] La única ideología, el único liberalismo que merece el calificativo de neoliberal ha sido en todo caso el de J. M. Keynes cuando en los años ’30 del s. XX da un vuelco al papel del estado en las sociedades metropolitanas, combate a la desocupación mediante actividad económica estatal, el universo empresario pasa a reconocer las organizaciones gremiales de asalariados y otros cambios por el estilo. Cuando a partir de los años ’70, ideólogos como los Friedman proclaman un nuevo liberalismo no estaban sino retornando a las posiciones del paleoliberalismo, del liberalismo histórico, primigenio, caracterizado por el reinado de lo privado y donde lo público estaba limitado al estado juez y gendarme. El nexo ideológico entre el paleoliberalismo puro y duro inicial y su rebrote tras la crisis del estado de bienestar, de las leyes sociales y sobre todo el colapso soviético, ha sido Friedrich Hayek.
[12] En EE.UU. se permiten tener a personeros de Blackwater y otros ejércitos privados de sicarios dentro del staff de gobierno mediante el cómodo expediente de que sus protegidos o protectores son a la vez gobernantes, como es el caso con Cheney. Así se puede aniquilar gente sin tener que rendir cuentas por aquello de que hay que dar voces de alto, detener, pasar a juez, etcétera… todos esos pasos de los regímenes con legalidades más o menos democráticas, que soldiers of fortune, que nosotros llamamos mercenarios, pueden saltear impune, alegremente.
 
[13] Un buen ejemplo, valga lo de “bueno” por lo ejemplarizante porque en rigor resulta atroz, es el de la privatización de la medicina: si algo no debería ser mercancía, es nuestra salud.
https://www.alainet.org/de/node/131872?language=en
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