Carta a la reunión del G-20
07/11/2008
- Opinión
Se reúnen a puerta cerrada, pero en medio de toda la parafernalia mediática. Se pretende una refundación del capitalismo en la que todo se aparente, pero poco cambie realmente para que el actual sistema dominante mantenga, precisamente eso, su dominación. Se nos dice, a través del gran altavoz que suponen los medios masivos de comunicación, que nada es posible fuera de este sistema y, si el mismo cae, se derrumbará nuestro modo de vida, nuestro bienestar como sociedad privilegiada. También se nos dice que no nos preocupemos, que todo se solucionará de la mejor forma posible; que confiemos, una vez más.
Sin embargo, hoy quiero escribirles. Se que esta carta no les llegará, se que no hay forma de que una sencilla carta de un ciudadano les pueda hacer tambalear toda su seguridad y convencimiento en la viabilidad de este sistema que han construido. Pero permítanme decirles algunas cosas evidentes, de las cuales este sistema y Uds. son responsables.
En el mundo no rige mayoritariamente nuestro bienestar. Prácticamente la mitad de la población mundial está, según sus propios índices de medición de pobreza, por debajo de ese umbral; y unos cientos de millones (¡qué frías son las cifras!!!) están en la extrema pobreza. Todas esas personas, con rostros, con nombres, gastan aproximadamente el 80% de sus escasos recursos para alimentarse y, a pesar de eso, varios millones sufren de desnutrición.
Poco que decir de su nunca ejercido derecho a la educación, a la salud, al trabajo, al voto, al..., a un largo etcétera de derechos que suponen, en suma, el derecho a una vida digna. Les recuerdo que Uds. siempre han proclamado éstos como inalienables e irrenunciables para todo ser humano.
La gran mayoría de las mujeres sufren violencia física y psíquica también a lo largo del mundo y nunca ha estado el combate a esta injusta situación como prioridad de sus grandes reuniones, más allá de algún conclave que no arroja sino simples declaraciones de buenas intenciones.
En el mundo no rige la igualdad ni la justicia. Los desequilibrios entre unas personas y otras, entre unos países y otros, no solo no han disminuido, sino que en las últimas décadas de dominio neoliberal, se han multiplicado. Y esto es resultado de las privatizaciones de los servicios sociales, de los llamados ajustes estructurales, de la supeditación de todo en aras del mercado. Cada vez hay más guerras y los civiles seguimos poniendo la mayor cantidad de muertos.
Ahora se reúnen alarmados por la crisis financiera y, la consiguiente, crisis productiva que ya está llegando según sus profundos análisis y las cuentas de resultados de las grandes empresas. Sin dichos análisis, muchos millones de personas en el mundo están sufriendo otras crisis más graves (arriba citadas en parte) desde hace mucho tiempo y, en nuestra sociedad, también hace ya algún tiempo que la ciudadanía sufre sus efectos (endeudamiento, paro...).
Han aplicado medidas de trasvase de enormes cantidades de dinero público al sector privado con la máxima celeridad para salvar su sistema financiero, y ahora, en su reunión, decidirán nuevos traslados de fondos. Si alguna vez decidieran, simplemente, con la mitad de esa urgencia, aplicar medidas contra el hambre, contra el cambio climático, por la aplicación de todos y cada uno de los derechos humanos individuales y colectivos, se habrían solventado la gran mayoría de los problemas que acucian a la inmensa mayoría de la población mundial.
Se reúnen para ello veinte países, cuando el mundo, sin contar los pueblos, está formado por más de 190 países, presentes en las Naciones Unidas. Es decir, apenas el 10% de ese total pretende definir las nuevas reglas del sistema y refundarlo (en realidad ni tan siquiera ese 10%, pues quienes deciden no son sino las élites políticas y económicas de ese escaso porcentaje de países), sin permitir que la mayor parte pueda participar, ni tan siquiera hacer el más mínimo cuestionamiento. Una vez más, borran del planeta a continentes enteros (África) o casi enteros y “los de siempre” decidirán lo que es mejor para todos y todas. Pero su propia autodefinición les describe; se denominan los veinte más ricos o, en vías de serlo. Es decir, en este sistema solo deciden las minorías más ricas, mientras que las mayorías más pobres no tienen otra función que acatar y sostener el sistema a cargo de la explotación sistemática de sus propios recursos por parte de los primeros. Sistema este, alabado y definido como verdaderamente democrático, pero que una vez más nos demuestra que la participación, la redistribución y la ciudadanía universal son simples quimeras huecas en sus discursos para determinados foros, pero en los que Uds. no creen en absoluto.
Pero lo contrario les supondría reconocer que su sistema no es el mejor ni el único posible. Y lo más grave, supondría reconocer que no es el más justo y que atenta directamente, por sus efectos, contra la dignidad de las personas y de los pueblos. Por que la dignidad no es aplicable solamente a una parte de los seres humanos; lo es para todos y todas o, no lo es. Feliz reunión.
Jesus González Pazos
Responsable Área Indígena
Mugarik Gabe (ONGD)
Sin embargo, hoy quiero escribirles. Se que esta carta no les llegará, se que no hay forma de que una sencilla carta de un ciudadano les pueda hacer tambalear toda su seguridad y convencimiento en la viabilidad de este sistema que han construido. Pero permítanme decirles algunas cosas evidentes, de las cuales este sistema y Uds. son responsables.
En el mundo no rige mayoritariamente nuestro bienestar. Prácticamente la mitad de la población mundial está, según sus propios índices de medición de pobreza, por debajo de ese umbral; y unos cientos de millones (¡qué frías son las cifras!!!) están en la extrema pobreza. Todas esas personas, con rostros, con nombres, gastan aproximadamente el 80% de sus escasos recursos para alimentarse y, a pesar de eso, varios millones sufren de desnutrición.
Poco que decir de su nunca ejercido derecho a la educación, a la salud, al trabajo, al voto, al..., a un largo etcétera de derechos que suponen, en suma, el derecho a una vida digna. Les recuerdo que Uds. siempre han proclamado éstos como inalienables e irrenunciables para todo ser humano.
La gran mayoría de las mujeres sufren violencia física y psíquica también a lo largo del mundo y nunca ha estado el combate a esta injusta situación como prioridad de sus grandes reuniones, más allá de algún conclave que no arroja sino simples declaraciones de buenas intenciones.
En el mundo no rige la igualdad ni la justicia. Los desequilibrios entre unas personas y otras, entre unos países y otros, no solo no han disminuido, sino que en las últimas décadas de dominio neoliberal, se han multiplicado. Y esto es resultado de las privatizaciones de los servicios sociales, de los llamados ajustes estructurales, de la supeditación de todo en aras del mercado. Cada vez hay más guerras y los civiles seguimos poniendo la mayor cantidad de muertos.
Ahora se reúnen alarmados por la crisis financiera y, la consiguiente, crisis productiva que ya está llegando según sus profundos análisis y las cuentas de resultados de las grandes empresas. Sin dichos análisis, muchos millones de personas en el mundo están sufriendo otras crisis más graves (arriba citadas en parte) desde hace mucho tiempo y, en nuestra sociedad, también hace ya algún tiempo que la ciudadanía sufre sus efectos (endeudamiento, paro...).
Han aplicado medidas de trasvase de enormes cantidades de dinero público al sector privado con la máxima celeridad para salvar su sistema financiero, y ahora, en su reunión, decidirán nuevos traslados de fondos. Si alguna vez decidieran, simplemente, con la mitad de esa urgencia, aplicar medidas contra el hambre, contra el cambio climático, por la aplicación de todos y cada uno de los derechos humanos individuales y colectivos, se habrían solventado la gran mayoría de los problemas que acucian a la inmensa mayoría de la población mundial.
Se reúnen para ello veinte países, cuando el mundo, sin contar los pueblos, está formado por más de 190 países, presentes en las Naciones Unidas. Es decir, apenas el 10% de ese total pretende definir las nuevas reglas del sistema y refundarlo (en realidad ni tan siquiera ese 10%, pues quienes deciden no son sino las élites políticas y económicas de ese escaso porcentaje de países), sin permitir que la mayor parte pueda participar, ni tan siquiera hacer el más mínimo cuestionamiento. Una vez más, borran del planeta a continentes enteros (África) o casi enteros y “los de siempre” decidirán lo que es mejor para todos y todas. Pero su propia autodefinición les describe; se denominan los veinte más ricos o, en vías de serlo. Es decir, en este sistema solo deciden las minorías más ricas, mientras que las mayorías más pobres no tienen otra función que acatar y sostener el sistema a cargo de la explotación sistemática de sus propios recursos por parte de los primeros. Sistema este, alabado y definido como verdaderamente democrático, pero que una vez más nos demuestra que la participación, la redistribución y la ciudadanía universal son simples quimeras huecas en sus discursos para determinados foros, pero en los que Uds. no creen en absoluto.
Pero lo contrario les supondría reconocer que su sistema no es el mejor ni el único posible. Y lo más grave, supondría reconocer que no es el más justo y que atenta directamente, por sus efectos, contra la dignidad de las personas y de los pueblos. Por que la dignidad no es aplicable solamente a una parte de los seres humanos; lo es para todos y todas o, no lo es. Feliz reunión.
Jesus González Pazos
Responsable Área Indígena
Mugarik Gabe (ONGD)
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