Carestía y crisis mundial de alimentos: último obsequio de enriquecidos
El capital financiero hambrea empobrecidos
02/06/2008
- Opinión
Pocas veces se ve tan claramente el papel parásito del mundo financiero sobre las actividades económicas, sobre la elaboración de productos que los humanos necesitamos para vivir, particularmente sobre los alimentos, nada menos.
Los analistas vernáculos, al menos los mediáticos, cogidos en un provincianismo que se pretende cosmopolita, recitan como un mantra que el arroz, el trigo, la carne, se encarecen por el ascenso del consumo en centenares de millones de chinos e indios, atienden a sequías e inundaciones que dudosamente satisfacen una explicación (porque existieron siempre y en el mercado mundial en general se compensan) o remiten al aumento del precio del petróleo con lo cual uno a veces se ve tentado a creer que están empeñados en desviar la mirada de lo verdadero. Es cierto que también se invoca la creciente competencia que han empezado a soportar aquellos cultivos entre su uso ancestral, como alimento, y el nuevo uso asignado por el capital a los mismos cultivos con pretensiones ambientalistas, como combustible, puesto que los derivados de la soja o el maíz no producen dióxido de carbono, el gas de mayor presencia en el “efecto invernadero” Eso último, al menos, parece acercarse más a lo real.
Las principales causas, empero, de los mencionados encarecimientos provienen del mundo financiero. El desarrollo, por otra parte vertiginoso, en proporción geométrica, del comercio-a-futuro no es sino, y no puede ser sino, un disparador de precios. Porque la propia idea de transacción a futuro es especulativa. Y no puede dejar de serlo.
Pero junto con la economía-casino como principal fuente del hambreamiento de seres humanos hay una coyuntura muy ilustrativa que no hace sino reforzar ese aspecto financiero y consiguientemente el hambre que desata.
Desde hace algo más de un año, la crisis financiera y especulativa de la economía estadounidense es inocultable. El desfonde inmobiliario, como en algún momento el del NASDAQ, está haciendo disparar las inversiones hacia otros campos. Sólo que los fondos vinculados a la actividad inmobiliaria son, por su extensión, inmensos, probablemente mucho mayores que los de cualquier rama industrial.
La “corrida” de las hipotecas ha “llevado” a sus titulares a encontrar lugares más seguros o promisorios de inversión, y ¿qué mejor en la coyuntura que los alimentos, que precisamente están sufriendo semejante demanda por causa de los necrocombustibles o cualquier otra?
Lo que decimos, en realidad, lo que repetimos, lo han expresado claramente los titulares de tales fondos.
Los especuladores del mundo bursátil habían estado viendo mermas en las ganancias fáciles a que estaban acostumbrados con los negocios inmobiliarios. Y al mismo tiempo, los mercados alimentarios han sostenido o tendido a alzar sus cotizaciones desde hace años, por lo menos siete u ocho. Eso ha llevado a que los especuladores hayan pasado más bien de golpe, todo arranca masivamente el año pasado, o fines de 2006, de ámbitos como la constricción y la venta de inmuebles y el adueñarse de bienes hipotecados, a invertir directamente en “alimentos”.
El World Socialist Web Site publica un informe elocuentemente titulado: “Novedades y análisis; desigualdad global: especuladores financieros cosechan ganancias sobre la base del hambre global” (News and Analysis : Global Inequality: Financial speculators reap profits from global hunger), escrito por Stefan Steinberg (24 abril 2008). (1)
Steinberg no hace más que citar a una vocera de la ONU, Josette, Sheeran, directora dentro del PMA (Programa Mundial de Alimentos) que calificó la situación actual como un “tsunami silencioso” que ha puesto en situación de hambre a por lo menos otros cien millones de habitantes de nuestro planeta (amén de los ya existentes). Sheeran remata sus consideraciones diciendo que éste es el nuevo rostro del hambre: que “millones de seres humanos que no pasaban hambre hace seis meses ahora están es semejante situación” (declaraciones del 22/4/2008).
El brusco ascenso de precios ha llevado, por ejemplo, a cuidadores de cerdos ingleses a sacrificar sus dotaciones puesto que proveerlos de comida, de grano, como se han viabilizado esas crianzas en los últimos años, los excede.
Si esto pasa con cerdos en países enriquecidos, dejamos al lector que imagine lo que puede pasar con humanos en países empobrecidos. Haití, bajo la vigilancia de militares del Cono Sur americano, nos ha mostrado su trágico rostro. Algo que parece no haber sido advertido por los gobernantes brasileños, chilenos, argentinos y uruguayos.
Steinberg ha establecido una ilustrativa correlación: en EE.UU. los alimentos venían aumentando aunque muy moderadamente sus precios desde el 2000. Sin embargo, cuando empieza el desplome bursátil de los fondos de pensión y otros como consecuencia del descalabro hipotecario, los precios de los alimentos pegan una estampida.
Vale la pena transcribir un párrafo que Steinberg extrae de un artículo reciente del New Statesman, “The Trading Frenzy That Sent Prices Soaring,” [El vértigo comercial que dispara los precios]: “Así como el boom inmobiliario aumenta los precios de las viviendas, el aumento de precios de los commodities [no son sólo alimentos; puede tratarse también de petróleo u oro; commodity es todo producto vendible a granel] se alimenta a sí mismo. Cuanto más aumentan los precios y se hacen grandes ganancias, más gente invierte con la esperanza de grandes márgenes de ganancia. Observen los sitios-e dedicados a las finanzas: todo el mundo se aglomera por comprar commodities. El problema es que si usted llega a pertenecer a los casi 3000 millones de seres humanos que viven en el planeta con menos de dos dólares diarios, usted puede terminar pagando esas ganancias con su vida”.
Algunos festejan semejante estado de situación: Un analista de materias primas en el merca-do “global”, Abah Ofon, nos recuerda que “la materia prima es la gran inversión de la década”.
Pero en círculos más íntimos los cabecillas del FMI han reconocido que se está en presencia de la más seria crisis financiera desde 1929 (abril 2008, cit. p. Bill Van Auken(2))
Con un dólar en permanente baja, a causa de las grandes burbujas financieras, de las enormes estafas tipo Enron, del mecanismo según el cual el déficit monstruoso de EE.UU., que no se le soportaría a ningún otro estado en el mundo salvo al de Israel, es sostenido con la maquinita de imprimir verdes que otros deberán soportar, el precio de los alimentos básicos se ha ido disparando. El proceso se ha acentuado, como bien lo denuncia el ya citado Van Auken cuando surge “la movida ecológica” de auspiciar los bio-, más bien necrocombustibles, como sustitutos del petróleo.
Reparemos que EE.UU. ha volcado un tercio de su enorme producción de maíz a bioetanol. Automáticamente, EE.UU. no va a poder mantener sin cambio la vieja política de proveer maíz a países dependizados a través del infame sistema “del barco a la boca”. Esos países que fueron seducidos, persuadidos u obligados a abandonar los cultivos locales “para modernizarse”, que recibían su comida desde “el mercado global” y/o los “benefactores” yanquis, se encuentran ahora con precios inaccesibles. El mundo financiero de EE.UU. está demasiado ocupado cotizando “el alimento” de sus autos y además, procurando zafar de la varadura financiera de las hipotecas fallidas, pasándose masivamente a los alimentos en bruto.
Jean Ziegler, ex encargado de la ONU en el área de alimentos ha advertido que estamos ante “una matanza inminente”. (ibídem).
Mientras Ziegler al menos llama a las cosas por su nombre, un hombre de las finanzas, como Andreas Grünewald encargado de fondos buitre del Münchner Investment Club, entrevistado por Der Spiegel, que quería saber si la nueva burbuja financiera, ahora alimentaria, que se está construyendo, no llevará el hambre a poblaciones inermes, de países empobrecidos, declara: “No es algo que le interese a nuestros inversores. Son bastante indiferentes y se mueven únicamente por la ganancia”.
Así queda en negro sobre blanco, una vez más, que, como en Argentina, en todas partes, hay un buen sector de la humanidad que únicamente lleva el signo de pesos, o el de dólares, en la retina.
- Luis E. Sabini Fernández es Docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, periodista y editor de la revista semestral futuros en el planeta, la sociedad y cada uno.
notas:
(1) http://www.wsws.org/articles/2008/apr2008/hedg-a24.shtml
(2)“Global Famine: Impacts of Hikes en Food Prices”, http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=8846
Los analistas vernáculos, al menos los mediáticos, cogidos en un provincianismo que se pretende cosmopolita, recitan como un mantra que el arroz, el trigo, la carne, se encarecen por el ascenso del consumo en centenares de millones de chinos e indios, atienden a sequías e inundaciones que dudosamente satisfacen una explicación (porque existieron siempre y en el mercado mundial en general se compensan) o remiten al aumento del precio del petróleo con lo cual uno a veces se ve tentado a creer que están empeñados en desviar la mirada de lo verdadero. Es cierto que también se invoca la creciente competencia que han empezado a soportar aquellos cultivos entre su uso ancestral, como alimento, y el nuevo uso asignado por el capital a los mismos cultivos con pretensiones ambientalistas, como combustible, puesto que los derivados de la soja o el maíz no producen dióxido de carbono, el gas de mayor presencia en el “efecto invernadero” Eso último, al menos, parece acercarse más a lo real.
Las principales causas, empero, de los mencionados encarecimientos provienen del mundo financiero. El desarrollo, por otra parte vertiginoso, en proporción geométrica, del comercio-a-futuro no es sino, y no puede ser sino, un disparador de precios. Porque la propia idea de transacción a futuro es especulativa. Y no puede dejar de serlo.
Pero junto con la economía-casino como principal fuente del hambreamiento de seres humanos hay una coyuntura muy ilustrativa que no hace sino reforzar ese aspecto financiero y consiguientemente el hambre que desata.
Desde hace algo más de un año, la crisis financiera y especulativa de la economía estadounidense es inocultable. El desfonde inmobiliario, como en algún momento el del NASDAQ, está haciendo disparar las inversiones hacia otros campos. Sólo que los fondos vinculados a la actividad inmobiliaria son, por su extensión, inmensos, probablemente mucho mayores que los de cualquier rama industrial.
La “corrida” de las hipotecas ha “llevado” a sus titulares a encontrar lugares más seguros o promisorios de inversión, y ¿qué mejor en la coyuntura que los alimentos, que precisamente están sufriendo semejante demanda por causa de los necrocombustibles o cualquier otra?
Lo que decimos, en realidad, lo que repetimos, lo han expresado claramente los titulares de tales fondos.
Los especuladores del mundo bursátil habían estado viendo mermas en las ganancias fáciles a que estaban acostumbrados con los negocios inmobiliarios. Y al mismo tiempo, los mercados alimentarios han sostenido o tendido a alzar sus cotizaciones desde hace años, por lo menos siete u ocho. Eso ha llevado a que los especuladores hayan pasado más bien de golpe, todo arranca masivamente el año pasado, o fines de 2006, de ámbitos como la constricción y la venta de inmuebles y el adueñarse de bienes hipotecados, a invertir directamente en “alimentos”.
El World Socialist Web Site publica un informe elocuentemente titulado: “Novedades y análisis; desigualdad global: especuladores financieros cosechan ganancias sobre la base del hambre global” (News and Analysis : Global Inequality: Financial speculators reap profits from global hunger), escrito por Stefan Steinberg (24 abril 2008). (1)
Steinberg no hace más que citar a una vocera de la ONU, Josette, Sheeran, directora dentro del PMA (Programa Mundial de Alimentos) que calificó la situación actual como un “tsunami silencioso” que ha puesto en situación de hambre a por lo menos otros cien millones de habitantes de nuestro planeta (amén de los ya existentes). Sheeran remata sus consideraciones diciendo que éste es el nuevo rostro del hambre: que “millones de seres humanos que no pasaban hambre hace seis meses ahora están es semejante situación” (declaraciones del 22/4/2008).
El brusco ascenso de precios ha llevado, por ejemplo, a cuidadores de cerdos ingleses a sacrificar sus dotaciones puesto que proveerlos de comida, de grano, como se han viabilizado esas crianzas en los últimos años, los excede.
Si esto pasa con cerdos en países enriquecidos, dejamos al lector que imagine lo que puede pasar con humanos en países empobrecidos. Haití, bajo la vigilancia de militares del Cono Sur americano, nos ha mostrado su trágico rostro. Algo que parece no haber sido advertido por los gobernantes brasileños, chilenos, argentinos y uruguayos.
Steinberg ha establecido una ilustrativa correlación: en EE.UU. los alimentos venían aumentando aunque muy moderadamente sus precios desde el 2000. Sin embargo, cuando empieza el desplome bursátil de los fondos de pensión y otros como consecuencia del descalabro hipotecario, los precios de los alimentos pegan una estampida.
Vale la pena transcribir un párrafo que Steinberg extrae de un artículo reciente del New Statesman, “The Trading Frenzy That Sent Prices Soaring,” [El vértigo comercial que dispara los precios]: “Así como el boom inmobiliario aumenta los precios de las viviendas, el aumento de precios de los commodities [no son sólo alimentos; puede tratarse también de petróleo u oro; commodity es todo producto vendible a granel] se alimenta a sí mismo. Cuanto más aumentan los precios y se hacen grandes ganancias, más gente invierte con la esperanza de grandes márgenes de ganancia. Observen los sitios-e dedicados a las finanzas: todo el mundo se aglomera por comprar commodities. El problema es que si usted llega a pertenecer a los casi 3000 millones de seres humanos que viven en el planeta con menos de dos dólares diarios, usted puede terminar pagando esas ganancias con su vida”.
Algunos festejan semejante estado de situación: Un analista de materias primas en el merca-do “global”, Abah Ofon, nos recuerda que “la materia prima es la gran inversión de la década”.
Pero en círculos más íntimos los cabecillas del FMI han reconocido que se está en presencia de la más seria crisis financiera desde 1929 (abril 2008, cit. p. Bill Van Auken(2))
Con un dólar en permanente baja, a causa de las grandes burbujas financieras, de las enormes estafas tipo Enron, del mecanismo según el cual el déficit monstruoso de EE.UU., que no se le soportaría a ningún otro estado en el mundo salvo al de Israel, es sostenido con la maquinita de imprimir verdes que otros deberán soportar, el precio de los alimentos básicos se ha ido disparando. El proceso se ha acentuado, como bien lo denuncia el ya citado Van Auken cuando surge “la movida ecológica” de auspiciar los bio-, más bien necrocombustibles, como sustitutos del petróleo.
Reparemos que EE.UU. ha volcado un tercio de su enorme producción de maíz a bioetanol. Automáticamente, EE.UU. no va a poder mantener sin cambio la vieja política de proveer maíz a países dependizados a través del infame sistema “del barco a la boca”. Esos países que fueron seducidos, persuadidos u obligados a abandonar los cultivos locales “para modernizarse”, que recibían su comida desde “el mercado global” y/o los “benefactores” yanquis, se encuentran ahora con precios inaccesibles. El mundo financiero de EE.UU. está demasiado ocupado cotizando “el alimento” de sus autos y además, procurando zafar de la varadura financiera de las hipotecas fallidas, pasándose masivamente a los alimentos en bruto.
Jean Ziegler, ex encargado de la ONU en el área de alimentos ha advertido que estamos ante “una matanza inminente”. (ibídem).
Mientras Ziegler al menos llama a las cosas por su nombre, un hombre de las finanzas, como Andreas Grünewald encargado de fondos buitre del Münchner Investment Club, entrevistado por Der Spiegel, que quería saber si la nueva burbuja financiera, ahora alimentaria, que se está construyendo, no llevará el hambre a poblaciones inermes, de países empobrecidos, declara: “No es algo que le interese a nuestros inversores. Son bastante indiferentes y se mueven únicamente por la ganancia”.
Así queda en negro sobre blanco, una vez más, que, como en Argentina, en todas partes, hay un buen sector de la humanidad que únicamente lleva el signo de pesos, o el de dólares, en la retina.
- Luis E. Sabini Fernández es Docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, periodista y editor de la revista semestral futuros en el planeta, la sociedad y cada uno.
notas:
(1) http://www.wsws.org/articles/2008/apr2008/hedg-a24.shtml
(2)“Global Famine: Impacts of Hikes en Food Prices”, http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=8846
https://www.alainet.org/de/node/127904
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