Movimientos sociales y comunicación

19/01/2005
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El Foro Social Mundial, el inédito proceso articulador de la esperanza de la humanidad de cara al flagelo del neoliberalismo, tendrá su quinta cumbre en Porto Alegre –Brasil-, del 26 al 31 de enero, con una programación y metodología que propician la convergencia de las actividades e iniciativas propuestas por las entidades y organizaciones participantes.

Todo indica que será un cónclave diferente a los anteriores, pues en el corto recorrido -apenas cuatro años de existencia- ha logrado anclarse como un proceso que se expresa en foros locales, nacionales, regionales y temáticos que desde sus particularidades se empeñan en descifrar los problemas que se derivan de la exorbitante concentración de la riqueza, del poder y del saber, y el consecuente incremento de la exclusión social y geográfica -que resultan de la globalización capitalista en curso-, con la convicción de que “otro mundo es posible”.

Es en ese sentido de proceso que el Foro ha encontrado su dinamismo y energías multiplicadoras. Cabe recordar que tras los atentados del 11 de septiembre 2001 en Nueva York, al FSM le llegó un mensaje de defunción por parte del Wall Street Journal, que anunció en titulares: “¡Adiós, Porto Alegre!”.  Dos años después, una crónica en el New York Times reconocía que “existen dos superpotencias en el mundo: los Estados Unidos y la opinión pública mundial”, tras las multitudinarias movilizaciones impulsadas a partir del FSM que se registraron en las calles del mundo entero, el 15 de febrero de 2003, en rechazo a la guerra que para entonces se alistaba contra Iraq.

En esta caminata, la comunicación ha logrado afirmarse como uno de los desafíos estratégicos a encarar.  Entre otras razones, porque cada vez queda más claro que la lucha por la democratización de la comunicación no puede quedarse circunscrita a quienes de una u otra manera están vinculados a este campo, porque es una bandera que concierne al conjunto de la sociedad; después de todo se trata de un asunto de ciudadanía y justicia social.  En esta perspectiva, destaca la atención que los movimientos sociales están dedicando paulatinamente a esta problemática.  Porto Alegre 2005 puede ser un momento clave para afirmar y avanzar en esas convergencias, y en la necesaria agenda social de comunicación.

Redefiniciones

La comunicación, por su naturaleza, es dinámica, está en movimiento.  Los movimientos sociales, por su parte, son comunicación viva, hacia dentro y hacia fuera, que históricamente han abierto los cauces y se han afirmado como actores clave para profundizar la democracia.  Esta sintonía evidente, se ha diluido como el agua entre las manos, en parte, por errores -o limitaciones- que han primado en los movimientos, en el momento de encarar el tema comunicación, y sobre todo porque al interponerse en ella un complejo tecnológico crecientemente sofisticado, bajo parámetros cada vez más oligopólicos, el desbalance a favor  de las instancias de poder se torna mayor.  

Todo parece indicar, sin embargo, que el tema de la comunicación está dejando de ser una tarea pendiente para las organizaciones sociales.  Como es conocido, éstas se quedaron atrapadas en la era “Gutenberg” cuando, desde mediados del siglo pasado, la radio y, sobre todo, la televisión -en tanto medios masivos que se institucionalizaron como “industrias culturales”- pasaron a redefinir el escenario, afirmando su centralidad en la configuración de la vida pública.  Con este descompás, llegó el “divorcio” y el consiguiente desentendimiento, que con el tiempo dio paso a esa posición ambigua de condena y fascinación que ha marcado el accionar de tales organizaciones ante el mundo mediático.

Esta ambigüedad, empero, está dejando el paso a definiciones, ante la evidencia del peso cada vez mayor de las comunicaciones en el mundo contemporáneo, que en las circunstancias actuales se expresa como soporte principal de la fuerza con que se ha impuesto la hegemonía ideológica neoliberal -el llamado “pensamiento único”-, pero también por las posibilidades de respuesta que ofrece Internet.  Todo esto, en el marco de una dinámica que ha empujado hacia reformulaciones organizativas internas y externas en sintonía con procesos articuladores y vertebrado- res de movimientos sociales.

En recientes declaraciones al periódico mexicano La Jornada (19/09/04), Noam Chomsky precisamente sostenía que “el uso de Internet, además de facilitar y agilizar la comunicación dentro de los movimientos sociales y entre ellos, se presta para restar el control de los medios establecidos. Esos son dos de los nuevos factores más importantes que han surgido en los últimos 20 años”.

La relación de los movimientos sociales con esta nueva tecnología no solo se debe a su costo relativamente bajo, sino, ante todo, a su configuración y funcionamiento.  Con la Internet -basada técnicamente en una red que interconecta mundialmente a diferentes redes de computadoras, por lo que también ha pasado a ser reconocida como la “Red”- se ha establecido un medio de alcance global que no solo permite recibir y enviar datos, imágenes y sonidos, en cualquier momento y en tiempo real o diferido, sino que además facilita una interrelación de much@s a much@s que redunda en implicaciones organizativas.  En otras palabras, esta capacidad de interacción, propia de Internet, permite a la vez, acceder y diseminar mensajes alrededor del mundo, contornando los medios establecidos, como también establecer niveles de coordinación y aglutinaciones por encima de la distancia geográfica.

Si bien la Internet nace como proyecto en el complejo militar-industrial de EE.UU., su concreción y posterior impulso y desarrollo tienen lugar en medios académicos y ciudadanos que le impregnan el carácter de foro abierto y descentralizado, de intercambios y colaboraciones, y sin dueños.  Se trata, pues, de una tecnología que se desarrolla y perfecciona gracias al sentido colaborativo que se  establece entre sus usuarios, cuya expresión más visible precisamente es el software libre.  Como anota Castells (1): “Es indiscutible la importancia que ha tenido el software libre en la extensión y desarrollo de Internet desde sus inicios, y la influencia mutua de estos dos ámbitos tecnológicos es un hecho contrastado”.

Aunque desde las esferas oficiales y empresariales se tiende a presentar Internet como circunscrita a su soporte técnico (de ahí, por ejemplo, el énfasis y sobredimensionamiento que se da al tema de la conectividad), el hecho es que su proyección se ha dado ante todo como un espacio de interacción social, en el que los movimientos sociales han puesto su impronta, y viceversa.

A finales del siglo pasado, en un contexto marcado por la desarticulación y dispersión organizativa -como secuela de la aplicación de programas neoliberales-, y a partir de conexiones establecidas en la Red, irrumpen iniciativas convergentes contestatarias a la globalización.  Una de las primeras señales de esta sintonía se dio en el curso de 1998, cuando vía Internet se articuló un movimiento ciudadano que logró frenar las negociaciones gubernamentales en torno al Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI). Un año después, tuvo lugar la protesta masiva en la ciudad estadounidense de Seattle contra la Organización Mundial de Comercio (OMC), considerada como el bautizo del movimiento “alter-globalización”, en la cual, igualmente, fue clave la Red.  

Refiriéndose a este acontecimiento, la escritora canadiense Naomi Klein (2) señala: “El movimiento de protesta popular contra las transnacionales que llamó la atención en las calles de Seattle en noviembre pasado no está unificado por nadie...  Las diferentes campañas (ahí presentes) no convergieron para alumbrar un movimiento unificado.  Más bien, son conexiones complejas y estrechas que les vinculan una a otra, como los enlaces que conectan sus sitios Web.  Esta comparación no es fortuita, al contrario, es esencial para quien quiera comprender el nuevo militantismo político.  Pues, si muchos han remarcado que las grandes manifestaciones de los últimos tiempos habrían sido imposibles sin Internet, muy poco se ha dicho que Internet, por su parte, ha configurado a esos movimientos a su imagen, imprimiéndoles la forma de una telaraña. Gracias a la Red, las movilizaciones se han podido llevar a cabo con una burocracia y una jerarquía reducidas al mínimo; los consensos y los manifiestos forzados han dado paso a los intercambios de informaciones constantes, poco estructurados y a veces compulsivos”.  Y para rematar, Klein sostiene que Seattle ha sido escenario de la emergencia de un “modelo de organización militante que reproduce las vías orgánicas, descentralizadas, pero interconectadas, de Internet -Internet animado de una vida propia”.

Luego de Seattle, se multiplican las movilizaciones “altermundialistas”, a lo largo y ancho del mundo contra los organismos internacionales que regulan la globalización en curso (BM, FMI, OMC, etc.), en las cuales, como constata  Donk (3) “las ‘nuevas estrategias mediáticas’ y el ‘ciberactivismo’ han jugado un rol dominante...  Y cada vez más, parece que Internet se está desarrollando como una nueva ‘plataforma estratégica’ que ayuda a una variedad de movimientos a movilizar y a organizar la protesta”.

Asimismo, esta “plataforma” ha sido clave en la arquitectura y proyección del Foro Social Mundial (FSM) que emerge en enero de 2001, en Porto Alegre -Brasil-, como polo alternativo al Foro Económico Mundial que anualmente reúne en Davos a las élites económicas y políticas que manejan las riendas del poder mundial.

En este trayecto se ha profundizado esa relación novedosa, que De Wilde (4) lo resume así: “Internet no se utiliza simplemente como un suplemento a los medios de comunicación tradicionales, ofrece también oportunidades nuevas, innovadoras para movilizar y organizar a la gente.  Las nuevas tecnologías, obviamente, no determinan tales innovaciones; pero sí gravitan para estimularlas.  Las ONGs (movimientos sociales) son particularmente innovadoras en este campo: de ahí que no solo que Internet ayuda a tales organizaciones, sino que ellas también han sido muy importantes en la ampliación del desarrollo de Internet”.

América Latina: movilización en la red

En América Latina, este fenómeno se ha manifestado con registros especiales.  Por su repercusión mundial, es ampliamente conocido -y hasta reconocido como paradigmático-, lo protagonizado por el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de México. Esto no impide que a continuación hagamos una breve referencia a este caso, y además a lo acontecido en dos países -para no abundar-, cuya suerte última se ha visto marcada por la movilización popular: Argentina y Venezuela.

El primero de enero de 1994, cuando el gobierno mexicano presidido por Carlos Salinas de Gortari se aprestaba a celebrar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), unos “sin nombre” se encargaron de aguar la fiesta.  Ese día se presentó a la faz pública la insurrección indígena comandada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), una guerrilla poco convencional que desde un recóndito lugar de México ha logrado proyectarse al mundo y hacer de esa vinculación una fuerza clave de su estrategia y supervivencia, pero además, convertirse en un referente de la lucha global contra el neoliberalismo.  Uno de sus recursos primordiales: la Red.

En un reciente estudio sobre la “propaganda política del EZLN”, Miguel Vázquez L.(5) anota: “El movimiento zapatista ha supedidato, claramente, la lucha armada a la lucha propagandística, aplicando a este frente ‘formas guerrilleras de comunicación’, para lo que se ha servido de los nuevos medios de comunicación social, especialmente de Internet y los servicios que rodean a la Red como las listas de correo electrónico, foros de discusión, etc.  Esta sumisión de las armas a la comunicación es una de las características más importantes del movimiento zapatista”.

Argentina, tras la llegada de Carlos Menem a la presidencia  (1989-1999), pasó a convertirse en el país modelo para la región y el mundo, por su disciplinada aplicación del recetario del “Consenso de Washington” (liberalización de mercados, desregulaciones, privatizaciones, etc.), para “insertarse” en la economía globalizada...  hasta que llegó el momento de la verdad: un país en colapso y atrapado, donde la indignación ciudadana terminó por reaccionar -emblemáticamente con los “cacerolazos”- y arremeter contra la institucionalidad política al finalizar el año 2001.

El profesor Diego Levis(6), de la Universidad de San Andrés, señala que este estallido social, entre otras cosas, marca “un punto de inflexión en el uso cívico de Internet en Argentina”.  La razón: “El 19 de diciembre de 2001, la difusión a través del chat de lo que estaba sucediendo en muchos barrios de Buenos Aires contribuyó a que muchas personas se sumaran al cacerolazo.  Durante las semanas siguientes fueron surgiendo numerosos espacios en Internet dedicados a la situación del país: sitios webs con información alternativa, listas de discusión reservadas a la catarsis colectiva y foros para proponer y debatir propuestas concretas de cambio, entre distintas modalidades.  Las propias asambleas barriales desarrollaron sus propios sitios webs destinados a brindar información sobre sus propuestas...  Por primera vez, el boca a boca, la publicación partidaria o la octavilla política dejan de ser los únicos modos de informarse sobre aquello que ocultan los medios de comunicación masivos.  Con la expansión del uso ciudadano de Internet, las formas tradicionales de expresión y acción política empiezan a perder el monopolio que ejercieron hasta ahora”.

El 11 de abril de 2002 se produjo el golpe de Estado contra el presidente venezolano Hugo Chávez, quien, en un caso inédito, fue restituido dos días después por el pueblo que se lanzó a las calles. Todo sugiere que “fue un golpe mediático”, sostiene Roberto Hernández M.(7), describiendo esta situación como “un gobierno derribado por medios tradicionales y repuesto por los nuevos” o el “contragolpe de la Red de redes” en el cual “Internet no solo rompió el cerco, sino que en pocas horas, como es su naturaleza, creó múltiples anillos alternativos...  la cifra de internautas tuvo masa crítica suficiente para romper el cerco mediático del 13 de abril y conformar un sistema nervioso descentralizado alternativo que permitió que la gente tuviera autonomía, que es precisamente lo que a los medios comerciales más poderosos les quita el sueño”.

El discurso seductor

Con el vertiginoso desarrollo de las TIC, el discurso tecnologista -que ve en las innovaciones tecnológicas la causa primera del cambio social- recobró un nuevo impulso y, con más fuerza que en el pasado, se ha empeñado en difundir el conocido repertorio de promesas mesiánicas de felicidad, armonía universal y, en suma, redención de la humanidad que recurrentemente se ha repetido con cada objeto técnico de comunicación que llega al mercado.  Aunque ninguna de las promesas se ha cumplido, la  prédica no cesa, pues su propósito es capitalizar el deslumbramiento general que ha provocado Internet -el icono de tales tecnologías (8), para “vender” la globalización neoliberal (9).

Este discurso legitimador y muy seductor, por cierto, ha creado un entorno del cual los movimientos sociales no son inmunes.  Y aunque no necesariamente han marcado un posicionamiento crítico (pues de por medio está una disputa de sentidos), con su accionar han logrado establecer nuevas perspectivas en y desde la Red (10), sin tener más que una trinchera.

Se trata realmente de un hecho inédito, pues históricamente las clases subalternas tan solo han podido disponer de algún dispositivo de comunicación cuando tecnológicamente se había convertido en desecho o, al menos, en secundario.  Y ahora resulta que Internet, una tecnología de punta -por haber arrancado fuera de intereses comerciales, que se hace y configura en el ámbito ciudadano-, rompió esa pauta.

Recomposición organizativa

En América Latina, el año 1994 se presenta como un referente emblemático para las luchas sociales. Se inició -como hemos mencionado- con el levantamiento zapatista en México, para luego registrar el segundo levantamiento indígena en Ecuador, las protestas de los cocaleros en Bolivia, las movilizaciones por la reforma agraria en Paraguay, Guatemala y Brasil -donde el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) gana mayor proyección nacional-, y una serie de incipientes demostraciones de rechazo a las políticas neoliberales en otros países de la región.

Desde entonces, se procesa una paulatina recomposición del tejido social y organizativo que había sido afectado seriamente, tanto por las políticas de ajuste, como por los nuevos mecanismos de represión y criminalización de la protesta social.  A la par, van surgiendo o reactivándose articulaciones regionales y continentales -en gran medida como continuación a los primeros acercamientos que habían posibilitado la realización de la Campaña Continental 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular (1989-1992)-, que posteriormente confluyen en espacios y dinámicas aglutinantes, como el Grito de los Excluidos, la Campaña Continental contra el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) y el propio Foro Social Mundial.

Se ha configurado, así, un nuevo escenario que no solo se caracteriza por la reactivación de movimientos sociales amplios y diversos, sino también, y sobre todo, porque éstos han alcanzado importantes niveles de articulación, tanto en el continente como a nivel mundial, constituyéndose en un factor gravitante para la deslegitimación del neoliberalismo.  En este proceso de afianzamiento de redes y coordinaciones sociales, destaca de manera particular el empalme con Internet, como uno de sus principales mecanismos de comunicación.

Estas redes sociales, y las campañas que llevan a cabo, se tejen en torno a dinámicas comunicacionales, para las cuales van desarrollando un entramado complejo de  interrelaciones, flujos de información y mecanismos diversos de comunicación, que combinan lo digital con canales convencionales, eventos presenciales y contactos personales.  Se argumenta incluso que este entramado es precisamente lo que le da resistencia a las redes, cuya tendencia última es desarrollarse bajo formas policéntricas de organización.

O sea, no se trata de dinámicas que surgen de Internet, sino que estas forman parte de procesos reales en curso, que van descubriendo respuestas prácticas en el uso de Internet, y nuevas formas de interrelacionarse (11).  Para muchas organizaciones su relación con esas coordinaciones y redes sociales, y la necesidad de contar con una comunicación fluida, ha sido la principal motivación para adoptar el uso de esta tecnología.  Pero también sucede, a su vez, que las nuevas modalidades de comunicación y la aceleración de los flujos de información terminan incidiendo en sus propias formas de relación externa y modificando el funcionamiento interno, cambios que no siempre son planificados, y que al ser paulatinos en unos casos, y/o rápidamente integrados a la cotidianidad en otros, pasan desapercibidos a menudo.

Esta necesidad común de intercomunicarse en la región es muy diferente de lo que se podía haber anticipado algunos años atrás.  Por ejemplo, entre las organizaciones del campo, los vínculos eran mínimos, cuando no inexistentes, o en el mejor de los casos reducidos a encuentros ocasionales por coincidir en algún evento organizado por alguna institución u organización.  Pero cuando se abre paso el proceso de constitución de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo -CLOC- (formalizada en febrero 1994), que implica generar una comunidad de propuestas, de intereses, de puntos de vista y de compromisos, surge también la consiguiente necesidad de desbloquear formas de intercomunicación, y es entonces que se va perfilando la pertinencia de recurrir a la Red.  Y a medida que esta dinámica ha ido cobrando mayor ritmo, se va haciendo cada vez más necesario contar con este recurso.

O sea, se trata ante todo de una respuesta práctica, cuya primera consideración ha sido la de contar con un mecanismo de comunicación internacional más efectivo y a menor costo para las relaciones con su red (en comparación con el teléfono, fax o correo).  Aunque es innegable que también, en alguna medida, influyó la gran promoción mediática, que en esa misma época de fines de los años 90 consagró a Internet como icono del nuevo milenio.  Ya no se podía ignorar su existencia, al menos en nombre, y esta onda seductora también se hizo presente en las organizaciones sociales.

En suma, esta incorporación de la tecnología en lo cotidiano de las organizaciones parte de una combinación de influencias externas y consideraciones prácticas, factores que contribuyeron a limar ciertas resistencias a las tecnologías de comunicación y al cambio -bastante comunes en las organizaciones sociales-.

Se constata, entonces, un fenómeno de arrastre, en  el que las dinámicas colectivas conducen a sus componentes hacia el uso de las tecnologías.  Este se refuerza a medida que se intensifican los intercambios al interior de las redes y coordinaciones sociales regionales o mundiales, pues, la experiencia ha demostrado que cuando fluye información en una red, se facilitan los procesos de consulta, formación de opiniones, construcción de consensos y toma de decisiones colectivas.

Campañas públicas

Junto a las articulaciones sectoriales, se asiste también a la convergencia de éstas en torno a campañas públicas, tales como la Campaña Continental contra el ALCA y los TLC (Tratados de Libre Comercio), el Grito de los Excluidos/as (que impulsa una campaña anual), la Campaña contra el pago de la Deuda Externa, la Campaña contra la Militarización, la Campaña Mundial Semillas Patrimonio de la Humanidad, entre otras.  Además, sobre la base de la identificación de ejes transversales y mínimos comunes denominadores, se han establecido enlaces entre campañas, con la consiguiente sincronización de agendas.

Las campañas tienen la virtud de establecer compromisos comunes que se acoplan con los planteamientos de las organizaciones y redes sociales.  Generalmente, la base de acuerdos de las campañas se limita a un tema específico, sin exigir el establecimiento de marcos ideológicos comunes (o si existen, es solamente en términos generales), lo cual facilita la creación de coaliciones amplias, donde pueden coexistir distintas perspectivas políticas e incluso contradicciones.  Ello facilita acumular fuerza de oposición o resistencia, si bien hace que sea más difícil lograr acuerdos sobre las soluciones y alternativas (12).

Las campañas, además, permiten establecer vasos comunicantes que facilitan la interconexión y conocimiento mutuo entre redes de distintos sectores o temas y estimulan a las organizaciones a compartir información.  Por ejemplo, cuando una organización participa en una campaña, hay mayor probabilidad de que se sienta comprometida a informar a las demás contrapartes de la campaña sobre encuentros, acciones o reuniones de trabajo que organiza, lo cual, en otras circunstancias, rara vez se hace, al no valorar que tenga pertinencia más allá del propio entorno. Al sentirse interpeladas a dar cuenta de sus acciones -sea que compartan la información por escrito, sea en los encuentros presenciales, que son una parte importante de toda campaña-, las organizaciones que han tenido un rol más bien pasivo, se motivan a asumir una participación más activa.  Siendo las campañas espacios de concertación de agendas, programas y acciones comunes, la participación en ellas marca ritmos que animan a las organizaciones participantes a mantenerse al paso del conjunto.

Pero la participación en redes va más allá del intercambio de información, pues intercambiar puede significar simplemente estar enterado de lo que cada cual hace o piensa.  En cambio, al estar una campaña referida a acciones, definiciones, pensamientos o desafíos comunes, se trata de  un intercambio que conlleva al enriquecimiento mutuo.  Al compartir y enterarse, cada quien se da cuenta que otros están viviendo su mismo problema y quiere conocer las salidas que se han ingeniado.  En este sentido, son procesos de aprendizaje mutuo, que conllevan a que las organizaciones revaloricen su experiencia y fortalezcan su autoestima.  Estos procesos permiten que cada quien se fortalezca; y fortaleciéndose cada quien, por rebote, se fortalece el entorno mayor.

Una agenda común

Como resultado de esta interacción se están estableciendo mecanismos y modos nuevos en los movimientos sociales que, de una u otra manera, están llevando a una revalorización de la comunicación.  Obviamente, con decibeles diferentes y variados.

“La mundialización de las luchas, implica la mundialización de las luchas de ideas, y en particular, de la disputa por lograr el acceso a amplios públicos, la batalla por la información.  La comunicación, juega un gran papel en esto”, sostiene el argentino Daniel Campione (13), analista vinculado a los movimientos sociales de su país.  

Igor Sádaba R.(14), uno de los animadores del Nodo 50 de España, por su parte, constata: “El acceso público creciente (siempre sujeto a las desigualdades materiales) a instrumentos de comunicación social globalizados ha ido desplazando y reconvirtiendo las estrategias políticas de muchas organizaciones políticas.  En ese sentido, el papel de las ‘infraestructuras comunicativas’ ha ido ganando presencia y preeminencia a pasos de gigante dentro de la estructura de prioridades de los movimientos sociales.  Incluso se habla de ‘medios tácticos’, ‘proyectos contrainformativos’, ‘mediactivismo’ o ‘guerrilla comunicativa’.  En este escenario, Internet se ha transformado no sólo en un campo de batalla sino en un auténtico centro de operaciones para los movimientos sociales contemporáneos”.

A su juicio, se podría hablar de un cambio de fase o de actitud en las relaciones de los movimientos sociales con los medios de comunicación, en la medida que se ha pasado “de un momento reactivo, defensivo o pasivo frente a los mismos, a un período donde prima una actividad propositiva y afirmativa con ellos; es decir, de la simple crítica a la manipulación de los media a la actividad política a través de los mismos.  Ha sido, como gusta decirse ahora, un cambio de actitud o de talante que reorienta estrategias y metas.  Y, en ello, ha tenido un papel crucial la llegada de Internet. Mantenemos aquí (con ciertas precisiones y cuidados) que el cambio tecnológico ha transformado de alguna manera los modos de percibir o plantear el cambio social.  Dicho en otras palabras, que la irrupción de las nuevas tecnologías ha inaugurado un nuevo tipo de existencia política para muchos activistas y para la acción colectiva en un mundo globalizado” (negritas del autor).

El reconocimiento de la comunicación como un “espacio de disputa”, prácticamente ya no escapa a ninguna organización  o movimiento social de la región.  Pero, las respuestas para encararla resultan muy disímiles, ya sea por la propia comprensión de la problemática, por limitaciones económicas, por las inercias organizativas, o por las sensibilidades que pesan en esos conglomerados sociales.

En las organizaciones que han incorporado la comunicación a sus reflexiones y debates, se puede apreciar que paulatinamente va emergiendo el desafío de definir estrategias y políticas comunicacionales.  Como reconoce un dirigente del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra -MST- de Brasil, se trata de un proceso que va “madurado en el práctica, encarando las nuevas realidades, pues, en un primer momento, nada se informaba sobre las luchas del campo. Después, en un segundo, creamos nuestros propios medios (el periódico, las radios comunitarias, los programas en las radios comerciales) para no depender de los grandes medios y romper el aislamiento.  Cuando avanzamos más, vino la Internet, la revista.  Y, luego, en una tercera fase, pasamos a definir una concepción de estrategia de comunicación, como una forma de apropiación de la comunicación para proyectarnos a la sociedad”.

Esta preocupación por dar respuestas más programáticas en materia de comunicación justamente es uno de los elementos que se perfila cada vez con mayor ímpetu en los procesos convergentes de las organizaciones sociales.  Tal es el caso de la Minga Informativa de Movimientos Sociales que congrega a importantes coordinaciones y redes sociales del continente [Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC), el Frente Continental de Organizaciones Comunales (FCOC), la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas y Afrocaribeñas (RMAA), la Red de Mujeres Transformando la Economía (REMTE), el Grito de los Excluidos/as, la Asamblea de Pueblos del Caribe, el Diálogo Sur-Sur GLBT].  Iniciativa que se sustenta en la confluencia en torno a plataformas comunes que tales movimientos y redes han venido impulsando, y el potencial que ofrece Internet para este tipo de dinámicas.

Surgió primero como “Comunidad Web de Movimientos Sociales”, que teniendo al portal Web “www.movimientos.org” como eje articulador, desarrolló una agenda orientada a propiciar el acceso, comprensión y apropiación de Internet, por una parte, y a potenciar la sensibilización, reflexión y definiciones de políticas y estrategias de comunicación, por otra.  Esto es, un espacio para conocer, pensar, proponer y hacer.

El portal no solo alberga los sitios Web de cada coordinación y red participante, sino que, además, cuenta con sitios “comunes” que corresponden a iniciativas en las que ellas están inmersas, como son el Grito de los Excluidos y la Campaña Continental contra el ALCA.  Es más, la cartelera informativa “Pasa la voz” recoge tanto informaciones que estas redes y campañas proporcionan, como las que aportan otras organizaciones sociales, lo cual se complementa con el servicio de distribución electrónica del mismo nombre.

La Minga/Mutirão Informativa de Movimientos Sociales surge al calor de esta experiencia, como pool o iniciativa colectiva de cobertura informativa (“minga”, en kechua, o “mutirão” en portugués, significa trabajo colectivo), primero ante eventos y movilizaciones determinados, y luego con una programación y actividad permanente.  El aporte de la Minga Informativa radica en que tiene como protagonistas de los hechos y de su difusión a los propios movimientos sociales.

El presente texto se basa en el estudio, realizado conjuntamente con Sally Burch y Eduardo Tamayo, sobre las prácticas y enfoques de las organizaciones sociales en comunicación, que ALAI próximamente pondrá en circulación.

Notas:

(1) Castells, Manuel et al (2004) Declaración de Barcelona para el avance del software libre, http://alainet.org/active/show/_text.php3?key=6196

(2) Klein, Naomi (2003) Journal d’une combattante: Nouvelles du front de la mondialisation, Lemeac/Actes Sud, Montréal

(3) Donk, Win van de et al (2004) Cyberprotest: New media, citizens and social movements, London and New York, Routledge.

(4) Citado por Donk et al, 2004

(5) Vázquez Liñan, Miguel et al (2004) Guerrilla y comunicación: La propaganda política del             EZLN, Los libros de la Catarata, Madrid.

(6) Levis, Diego (2002) Mayorías silenciosas, el golpear de cacerolas y la Internet, Kairos, Año 6, Nro 9, 1er semestre. http://www.fices.unsl.edu.ar/kairos/index.html

(7) Hernández Montoya, Roberto (2003) Información verás, Fondo Editorial Question, Caracas.

(8) Internet es la cara pública de las TIC. Al anverso de la medalla, en un misterio absoluto y fuera de todo control público, se encuentran, por ejemplo, las nuevas redes militares con sus sistemas de satélites dispositivos bélicos y balísticos, etc.

(9) Por ejemplo, para tan solo señalar un caso, tras los programas de “Internet para todos”, se busca empujar otra agenda: la de la liberalización del mercado de telecomunicaciones.

(10) El asunto se ha tornado tan serio que los poderes pretenden poner límites a este “libertinaje”, con marcos regulatorios penales, e incluso hablan de la “Netwar”, sobre todo tras el 11/S.

(11)  Ello establece una diferencia con las llamadas “comunidades virtuales”, entendiendo por este término las comunidades que se forman en el ciberespacio y que tienen en Internet su único mecanismo de interconexión, a partir del cual buscan cómo generar circuitos de información.

(12) Ver: Bennett, W. Lance (2004) Communicating global activism: strengths and vulnerabilities of networked politics. Cyber-protest. New Media, citizens and social movements, London and New York, Routledge.

(13) Campione, Daniel (2003) Rebelión y comunicación, diciembre 16 http://alainet.org/active/show_text.php3?key=5179

(14) Sábala R., Igor (2004) Del cambio tecnológico al cambio social. Conflictos y protestas globales en la red. Ponencia presentada en las Jornadas Solidaridad en Red: Nuevas tecnologías, ciudadanía y cambio social, Hegoa, Victoria-Gasteiz, 18-19 noviembre.








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