<I>Is your baby</I>
14/05/2007
- Opinión
Como para estar a tono con el día de la madre, Toledo apareció en La República del domingo, revelando que, su amigo, el demócrata Charles Rangel, le había dicho la semana pasada que el TLC con el Perú, sobre el que discuten los dos partidos gringos en el Capitolio, era reconocido como su vástago, sin necesidad alguna de ADN.
Es una criatura a la que le van a realizar una urgente cirugía, implantes y otras variaciones, en gran parte por iniciativa del amigo de Toledo. Pero eso no importa; nuestro Pachacútec, siempre ha sido fiel a su máxima favorita: se aprueba sí o sí, que quiere decir que no tiene mucho significado si la contraparte genética es republicana o demócrata, lo que interesa es que se apruebe.
Toledo ha hecho además dos precisiones que van obviamente dirigidas al gobierno aprista: (a) que la cosa en Estados Unidos va a tomarse un poco más de tiempo, y que calcula una votación final para septiembre; (b) que ya no hay porque preocuparse tanto porque el texto reajustado entre a revisión del Congreso peruano, lo que significa una apreciación sobre la actual correlación de fuerzas que reduce sustancialmente los riesgos previos.
En resumen, que ya pasó la emergencia. Cuando se entrevió la posibilidad de que no hubiera gobierno de Lourdes (el único que se compraba enterito el TLC), la desesperación por cerrar, firmar, aprobar, se hizo extrema. PPK, saltó sobre los negociadores y en el peor momento de los desacuerdos dio por terminadas las negociaciones y aceptadas las más duras exigencias, con el argumento que aquí lo único que interesaba era el marco (la alianza política y el ancla económica) y no los contenidos, es decir los sectores concretos afectados.
Toledo, a su vez, quiso saltar sobre la primera vuelta presidencial que ganó Humala con una crítica abierta al TLC, trasladándose el día siguiente a Estados Unidos para convertir en noticia la rutinaria firma por los ministros de los dos países del documento ya cerrado. Y finalmente –con complicidad del APRA-, la mayoría parlamentaria 2001-2006, clausuró su lamentable trayectoria con un voto a la mala del TLC, a pesar de estar claramente vapuleada por las elecciones y carecer de toda autoridad real para embarcar al país en una aventura de largo plazo.
Tanta angustia tenía como fondo político: (a) el temor a los nacionalistas que apuntaron en un momento a ser una opción de gobierno y que luego se perfilaron como un fuerte bloque parlamentario; (b) la desconfianza en García, por su estilo peculiar de gobernar para las tribunas, y por sus reiteradas críticas a la mala negociación toledista y sus referencias electorales a la necesidad de revisar el acuerdo línea por línea, palabra por palabra.
Todo esto ya pasó: Humala fue finalmente derrotado por una gran coalición para el salvataje del sistema y su bancada se quebró no sólo orgánicamente (nacionalistas y UPP), sino políticamente, cuando Estrada, Vega, Gutiérrez, Torres Caro giraron lo más lejos posible de los motivos de la campaña, para asegurarse las mejores relaciones con el gobierno.
Ni qué decir del riesgo García. Hoy ya se sabe que el histrionismo alanista permanece y a veces sube a tonos desmesurados, pero ha sido canalizado a aquellos temas que no afectan los negocios ni las relaciones con la gran potencia. Y sobre los compromisos electorales, el actual gobernante ha dejado bien claro que el problema no es que haya mentido a la gente sino lo sonsos que han sido los que llegaron a creerle.
De esto ya están bien notificados los empresarios, las derechas y el lobby pro-TLC, del que forma parte Toledo. Por eso es que ahora hay mejor manejo del tiempo y sobre todo ninguna preocupación sobre lo que pudiera ocurrir en un nuevo debate. No olvidar que en estos momentos lo que está a punto de ocurrir es la entrega de nueve congresistas a la justicia con ánimo de desafuero, por haber sido los actores principales de la protesta contra el caballazo de junio que dio por aprobado el tratado, sin debate y sin considerar los plazos de la otra parte.
Vamos a cumplir un año con las manos amarradas por dicha decisión congresal, que no permite al país moverse del documento toledista y que dio por ignorados el voto de 6 millones de peruanos por Humala y trampeados a buena parte de los votos críticos al TLC que fueron a García, mientras en Estados Unidos se ha seguido dando vueltas en relación al texto sobre la mesa, hasta que los demócratas consiguieron reabrirlo para enmiendas, que es el punto donde estamos.
De veras a quién debiera sancionarse es a los que pusieron al país en manos de los gringos, que nos llevaron a la política de los viajes presidenciales como si los discutibles encantos de Toledo y García fueran suficientes para superar las diferencias entre los partidos representados en el Congreso yanqui; de los encargados especiales (De Soto, Lermor) que se superponían uno al otro, y con la ministra despistada que se daba de tropezones con todo el mundo; de los titulares repetidos sobre la inminencia del TLC, que nunca se concreta; mientras el baby, ahora con madre sustituta no termina de nacer.
Es una criatura a la que le van a realizar una urgente cirugía, implantes y otras variaciones, en gran parte por iniciativa del amigo de Toledo. Pero eso no importa; nuestro Pachacútec, siempre ha sido fiel a su máxima favorita: se aprueba sí o sí, que quiere decir que no tiene mucho significado si la contraparte genética es republicana o demócrata, lo que interesa es que se apruebe.
Toledo ha hecho además dos precisiones que van obviamente dirigidas al gobierno aprista: (a) que la cosa en Estados Unidos va a tomarse un poco más de tiempo, y que calcula una votación final para septiembre; (b) que ya no hay porque preocuparse tanto porque el texto reajustado entre a revisión del Congreso peruano, lo que significa una apreciación sobre la actual correlación de fuerzas que reduce sustancialmente los riesgos previos.
En resumen, que ya pasó la emergencia. Cuando se entrevió la posibilidad de que no hubiera gobierno de Lourdes (el único que se compraba enterito el TLC), la desesperación por cerrar, firmar, aprobar, se hizo extrema. PPK, saltó sobre los negociadores y en el peor momento de los desacuerdos dio por terminadas las negociaciones y aceptadas las más duras exigencias, con el argumento que aquí lo único que interesaba era el marco (la alianza política y el ancla económica) y no los contenidos, es decir los sectores concretos afectados.
Toledo, a su vez, quiso saltar sobre la primera vuelta presidencial que ganó Humala con una crítica abierta al TLC, trasladándose el día siguiente a Estados Unidos para convertir en noticia la rutinaria firma por los ministros de los dos países del documento ya cerrado. Y finalmente –con complicidad del APRA-, la mayoría parlamentaria 2001-2006, clausuró su lamentable trayectoria con un voto a la mala del TLC, a pesar de estar claramente vapuleada por las elecciones y carecer de toda autoridad real para embarcar al país en una aventura de largo plazo.
Tanta angustia tenía como fondo político: (a) el temor a los nacionalistas que apuntaron en un momento a ser una opción de gobierno y que luego se perfilaron como un fuerte bloque parlamentario; (b) la desconfianza en García, por su estilo peculiar de gobernar para las tribunas, y por sus reiteradas críticas a la mala negociación toledista y sus referencias electorales a la necesidad de revisar el acuerdo línea por línea, palabra por palabra.
Todo esto ya pasó: Humala fue finalmente derrotado por una gran coalición para el salvataje del sistema y su bancada se quebró no sólo orgánicamente (nacionalistas y UPP), sino políticamente, cuando Estrada, Vega, Gutiérrez, Torres Caro giraron lo más lejos posible de los motivos de la campaña, para asegurarse las mejores relaciones con el gobierno.
Ni qué decir del riesgo García. Hoy ya se sabe que el histrionismo alanista permanece y a veces sube a tonos desmesurados, pero ha sido canalizado a aquellos temas que no afectan los negocios ni las relaciones con la gran potencia. Y sobre los compromisos electorales, el actual gobernante ha dejado bien claro que el problema no es que haya mentido a la gente sino lo sonsos que han sido los que llegaron a creerle.
De esto ya están bien notificados los empresarios, las derechas y el lobby pro-TLC, del que forma parte Toledo. Por eso es que ahora hay mejor manejo del tiempo y sobre todo ninguna preocupación sobre lo que pudiera ocurrir en un nuevo debate. No olvidar que en estos momentos lo que está a punto de ocurrir es la entrega de nueve congresistas a la justicia con ánimo de desafuero, por haber sido los actores principales de la protesta contra el caballazo de junio que dio por aprobado el tratado, sin debate y sin considerar los plazos de la otra parte.
Vamos a cumplir un año con las manos amarradas por dicha decisión congresal, que no permite al país moverse del documento toledista y que dio por ignorados el voto de 6 millones de peruanos por Humala y trampeados a buena parte de los votos críticos al TLC que fueron a García, mientras en Estados Unidos se ha seguido dando vueltas en relación al texto sobre la mesa, hasta que los demócratas consiguieron reabrirlo para enmiendas, que es el punto donde estamos.
De veras a quién debiera sancionarse es a los que pusieron al país en manos de los gringos, que nos llevaron a la política de los viajes presidenciales como si los discutibles encantos de Toledo y García fueran suficientes para superar las diferencias entre los partidos representados en el Congreso yanqui; de los encargados especiales (De Soto, Lermor) que se superponían uno al otro, y con la ministra despistada que se daba de tropezones con todo el mundo; de los titulares repetidos sobre la inminencia del TLC, que nunca se concreta; mientras el baby, ahora con madre sustituta no termina de nacer.
- Raúl Wiener es analista político y económico peruano.
https://www.alainet.org/de/node/121081?language=es
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