Victoria latinoamericana
30/11/2006
- Opinión
En una fulminante contraofensiva las fogueadas fuerzas populares de Ecuador derrotaron al ultraderechista multimillonario Alvaro Noboa en la segunda vuelta electoral y lograron la elección por un margen inédito del nacionalista Rafael Correa. Se trata de una resonante victoria de alcance latinoamericano contra las políticas neoliberales en la que, a diferencia de la primera vuelta, se produjo una alianza patriótica de todos los movimientos sociales, desde la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE), las más diversas organizaciones de izquierda y ciudadanas, amplios segmentos de clase media y los forajidos.
Noboa había ganado por cuatro puntos en el primer turno bajo acusaciones de fraude después de una campaña en la que, al igual que en la previa al balotaje, derrochó ríos de dinero, demagogia y contó con el apoyo de toda la derecha, los grandes empresarios, los grandes medios de (des)información y la embajada de Estados Unidos. Pero una vez más se demostró el alto grado de conciencia política antimperialista y capacidad de autoorganización alcanzado por amplios sectores ecuatorianos. No obstante que la CONAIE está en un proceso de autocrítica y reconstitución, el voto indígena se inclinó por Correa.
Este, en fin de cuentas presentó un programa que recogía las demandas más sentidas del movimiento indígena y popular ecuatoriano: convocatoria a una Asamblea Constituyente, no al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, negativa a declarar terroristas a las FARC y no involucramiento en el conflicto interno colombiano, oposición a la presencia de la base militar yanqui de Manta más allá de 2009, renegociación de la deuda externa para dedicar más fondos al gasto social, inversión de las ganancias petroleras en el desarrollo del país e integración latinoamericana. El presidenta electo, además, se destacó por sus posturas frente al Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en su corto paso por el Ministerio de Economía al que fue llevado por la rebelión forajida que derrocó al tránsfuga Lucio Gutiérrez y desde esa posición intentó dar pasos hacia la integración energética con Venezuela que le costaron la destitución. Después de su victoria, Correa ha anunciado que el día después de la toma de posesión -15 de enero- comenzará el envío de petróleo para su refinación por Caracas, con lo que rescatará grandes recursos para el erario al evitar la actual intermediación. También ha asegurado que reducirá el precio de los servicios públicos y que en su gobierno no habrá medidas de “ajuste” que perjudiquen a las clases populares. Asimismo, que reducirá el sueldo presidencial a la mitad, lo que implica por ley que ningún funcionario del Estado podrá recibir un salario superior, y que instrumentará severas medidas legales e institucionales contra la corrupción.
Poner en práctica este programa antineoliberal y anticorrupción es suficiente para concitar el odio zoológico de Washington y de la oligarquía. De entrada, la Asamblea Constituyente, entre cuyos objetivos está reformar el estatuto electoral oligárquico vigente, contará con la oposición de los partidos políticos tradicionales, de instancias del Estado y de los poderosos interese económicos ligados a ellos, que tienen mayoría en la legislatura. Correa, cuyo partido no presentó candidatos al Congreso Nacional, ha expresado que uno de los objetivos de la constituyente será hacer de aquel, hoy en manos de la elite y al que ha censurado severamente, un órgano verdaderamente representativo del pueblo ecuatoriano, lo cual infunde pánico a la oligarquía y a Washington.
Ecuador posee grandes reservas de petróleo y minerales estratégicos. Se afirma que tiene importantes yacimientos de uranio. Su ubicación en la zona andina le confiere una enorme importancia geoestratégica. Al ganar Correa todo indica que se frustrarán los planes estadounidenses de implicar el ejército ecuatoriano en la lucha contra la guerrilla en Colombia. Si cumple sus promesas de campaña, reforzará a los gobiernos de Chávez, Lula y Evo Morales y a los movimientos populares de la región.
El nuevo presidente de Ecuador tiene en su equipo cuadros de probada trayectoria antineoliberal y en la lucha social, lo que es esperanzador. Pero un programa como el que propone sólo será posible llevarlo a la práctica mediante una estrecha alianza con los movimientos sociales que lo llevaron a la victoria y una amplia movilización popular en su defensa.
Noboa había ganado por cuatro puntos en el primer turno bajo acusaciones de fraude después de una campaña en la que, al igual que en la previa al balotaje, derrochó ríos de dinero, demagogia y contó con el apoyo de toda la derecha, los grandes empresarios, los grandes medios de (des)información y la embajada de Estados Unidos. Pero una vez más se demostró el alto grado de conciencia política antimperialista y capacidad de autoorganización alcanzado por amplios sectores ecuatorianos. No obstante que la CONAIE está en un proceso de autocrítica y reconstitución, el voto indígena se inclinó por Correa.
Este, en fin de cuentas presentó un programa que recogía las demandas más sentidas del movimiento indígena y popular ecuatoriano: convocatoria a una Asamblea Constituyente, no al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, negativa a declarar terroristas a las FARC y no involucramiento en el conflicto interno colombiano, oposición a la presencia de la base militar yanqui de Manta más allá de 2009, renegociación de la deuda externa para dedicar más fondos al gasto social, inversión de las ganancias petroleras en el desarrollo del país e integración latinoamericana. El presidenta electo, además, se destacó por sus posturas frente al Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en su corto paso por el Ministerio de Economía al que fue llevado por la rebelión forajida que derrocó al tránsfuga Lucio Gutiérrez y desde esa posición intentó dar pasos hacia la integración energética con Venezuela que le costaron la destitución. Después de su victoria, Correa ha anunciado que el día después de la toma de posesión -15 de enero- comenzará el envío de petróleo para su refinación por Caracas, con lo que rescatará grandes recursos para el erario al evitar la actual intermediación. También ha asegurado que reducirá el precio de los servicios públicos y que en su gobierno no habrá medidas de “ajuste” que perjudiquen a las clases populares. Asimismo, que reducirá el sueldo presidencial a la mitad, lo que implica por ley que ningún funcionario del Estado podrá recibir un salario superior, y que instrumentará severas medidas legales e institucionales contra la corrupción.
Poner en práctica este programa antineoliberal y anticorrupción es suficiente para concitar el odio zoológico de Washington y de la oligarquía. De entrada, la Asamblea Constituyente, entre cuyos objetivos está reformar el estatuto electoral oligárquico vigente, contará con la oposición de los partidos políticos tradicionales, de instancias del Estado y de los poderosos interese económicos ligados a ellos, que tienen mayoría en la legislatura. Correa, cuyo partido no presentó candidatos al Congreso Nacional, ha expresado que uno de los objetivos de la constituyente será hacer de aquel, hoy en manos de la elite y al que ha censurado severamente, un órgano verdaderamente representativo del pueblo ecuatoriano, lo cual infunde pánico a la oligarquía y a Washington.
Ecuador posee grandes reservas de petróleo y minerales estratégicos. Se afirma que tiene importantes yacimientos de uranio. Su ubicación en la zona andina le confiere una enorme importancia geoestratégica. Al ganar Correa todo indica que se frustrarán los planes estadounidenses de implicar el ejército ecuatoriano en la lucha contra la guerrilla en Colombia. Si cumple sus promesas de campaña, reforzará a los gobiernos de Chávez, Lula y Evo Morales y a los movimientos populares de la región.
El nuevo presidente de Ecuador tiene en su equipo cuadros de probada trayectoria antineoliberal y en la lucha social, lo que es esperanzador. Pero un programa como el que propone sólo será posible llevarlo a la práctica mediante una estrecha alianza con los movimientos sociales que lo llevaron a la victoria y una amplia movilización popular en su defensa.
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