Ecuador: La revuelta de “los forajidos”
- Análisis
En la revuelta de los “forajidos” de Quito, que dio al traste con el régimen de Lucio Gutiérrez, participan sobre todo sectores juveniles y mujeres de clase media. El movimiento asumió el término “forajido”, como identidad y desafío al poder, luego de que el ex presidente Gutiérrez calificó con este término y amenazó con enjuiciar a un grupo de ciudadanos que concurrió a su residencia a hacer un escrache.
Los movimientos sociales, incluido el movimiento indígena, que han sido determinantes en el derrocamiento de Abdalá Bucaram (1997) y Jamil Mahuad, apoyaron las manifestaciones de protesta contra Gutiérrez, pero esta vez tuvieron un perfil bajo.
En la tarde del 13 de abril, luego del paro a medias de la ciudad de Quito y la provincia de Pichincha, convocado por las autoridades, y ante las declaraciones de Lucio Gutiérrez agradeciendo al pueblo de Quito por respaldarlo y no haber participado en el paro, la gente sugirió realizar un “cacerolazo”, utilizando como medio facilitador a la Radio La Luna.
Los ciudadanos/as decidieron, además, autoconvocarse a una concentración en la amplia Av. De los Shyris, ubicada al norte de Quito. Esa noche se reunieron más de 5000 personas, iniciando una serie de manifestaciones en diversos lugares de la ciudad y del país, que duraron siete días con sus respectivas noches y fue el factor determinante para la salida de Gutiérrez, quien huyó y se exilió en Brasil.
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¿Por qué cayó?
Al igual que en el derrocamiento del expresidente Abdala Bucaram, en este movimiento de los “forajidos”, confluyeron varios sectores con diversas motivaciones para poner fin al gobierno de Gutiérrez.
Es indudable que la gota que colmó la paciencia del movimiento ciudadano y causó la indignación generalizada fue el perdón y el retorno del prófugo de la justicia por corrupción Abdala Bucaram, facilitado por la Corte de Justicia formada por Gutiérrez. El pueblo de Quito había jugado un rol fundamental en el derrocamiento de Bucaram en 1997 y sentía como una bofetada el perdón a un sujeto que se llevó el dinero del Estado en sacos el último día en que huyó despavorido del país. Gutiérrez nunca se imaginó las consecuencias que podía provocar su acción.
Los indignados ciudadanos también acusaron al Congreso Nacional de ser incapaz para resolver durante cuatro meses la situación de caos creada por la cesación de la Corte Suprema, y cuestionaron los pactos, componendas y cálculos de todas las fuerzas políticas para repartirse el pastel del Estado. Ante esto, la protesta ciudadana no fue solo contra Gutiérrez, sino contra todos los poderes del Estado. “Que se vayan todos, primero el dictador”, fue la consigna que insistentemente se escuchó.
Desde sectores de izquierda y nacionalistas, se veía a Gutiérrez como un aliado incondicional a Estados Unidos en la implementación del Plan Colombia, la negociación del Tratado de Libre Comercio y la apertura a nuevas inversiones norteamericanas sobre todo para la explotación petrolera. La embajadora de Estados Unidos, Kristy Kenny, visitaba con frecuencia las zonas de frontera e incluso cuarteles policiales y se entrometía en la política interna del país. El Ecuador, igualmente, se convirtió en una prioridad de la política norteamericana para la región, en función de contener la insurgencia colombiana. Los jefes del Comando Sur de Estados Unidos llegaban al país con mucha frecuencia.
Desde los movimientos sociales, había descontento por la profundización de las políticas privatizadoras en las áreas del petróleo y la seguridad social y el pretendido recorte de derechos laborales. También cuestionaban el sometimiento del Ecuador a las órdenes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que exigían mayores recortes en el presupuesto del sector social con el fin de asegurar fondos para cubrir el pago de la deuda externa.
Algunos sectores se manifestaron contra el estilo grotesco e incoherente con el cual gobernaba Gutiérrez, que a veces imitaba al de Bucaram, utilizando la mentira y frecuentemente se contradecía y cambiaba de opinión de un momento para otro, por lo cual el pueblo denominó al Palacio de Gobierno como la “Rectificadora Gutiérrez”. Su palabra no tenía ninguna credibilidad y llegó un momento en que en los hechos perdió toda autoridad. Sectores minoritarios llegaron a adoptar actitudes racistas calificando a Gutiérrez como “cholo” y “jíbaro”.
Los protagonistas
Los protagonistas del movimiento ciudadano fueron sobre todos los sectores juveniles y de mujeres que participaron con creativas formas de lucha para cuestionar un sistema político sumido en el pantano de la corrupción y proponiendo la refundación de la República sobre nuevas bases éticas, democráticas y de transformación.
El núcleo del movimiento fue sobre todo la familia, que, en muchas ocasiones, participaba por primera vez en manifestaciones callejeras. Padres y madres, hijos e hijas, abuelos y abuelas salieron a las calles armados de cacerolas, sartenes, pitos, tablas, globos, carteles y banderas del Ecuador.
Junto a los estudiantes, universidades privadas y públicas participaron de forma institucional a través de sus empleados, directores, profesores y estudiantes, posicionándose frente a la situación política en forma conjunta. Los gremios empresariales, como las cámaras de comercio, estuvieron presentes más a nivel de su dirigencia que de sus bases. En el heterogéneo movimiento también se pudo encontrar ONGs, militancia de izquierda no partidaria, ex militares y ciudadanos que habían participado en otras luchas.
Los movimientos sociales
Se adhirieron también, los movimientos sociales y sindicatos pero en la práctica no tuvieron ninguna incidencia, pues las fuerzas sociales organizadas han sido debilitadas como resultado de la política desarticuladora y divisionista de Gutiérrez. El caso del movimiento indígena merece algunas puntualizaciones.
Durante la última década del siglo XX y comienzos del presente, éste fue uno de los actores fundamentales en la vida política ecuatoriana. Ha jugado un papel decisivo en el derrocamiento de gobiernos corruptos como el de Abdala Bucaram y Jamil Mahuad. Esta vez, si bien declaró su apoyo a la lucha contra Gutiérrez y se constituyó en la denominada Asamblea Nacional de los Pueblos proponiendo la conformación de un polo político autónomo en contra de todas las fracciones oligárquicas y sus partidos políticos, su presencia fue débil, pese a haber convocado a sus bases a movilizarse. Esto tiene su explicación. Gutiérrez, a raíz del abandono del movimiento Pachakutik de su gobierno en agosto de 2003, utilizó el aparato del Estado y sus recursos, para cooptar y dividir a las comunidades indígenas, e incluso atentar contra la vida de sus dirigentes.
Esta vez, el gobierno consiguió que comunidades indígenas empobrecidas nucleadas en la Federación Ecuatoriana de Indígenas Evangélicos (FEINE) marcharan a Quito para apoyarlo, a cambio de dádivas y obras en sus comunidades. El gobierno también movilizó a sectores empobrecidos de las regiones Costa y de la Amazonía, ofreciendo obras, prebendas e incluso pago en efectivo a quienes vienen a Quito.
Los niveles de popularidad de Gutiérrez eran tan bajos en Quito que se vio obligado a pagar a gente de las provincias para que vengan a Quito a respaldarlo. Este operativo se realizó sobre todo desde el Ministerio de Bienestar Social (MBS), utilizando recursos del Estado y aprovechando las redes creadas con los programas focalizados de entrega de alimentos y de atención a la infancia, como en el caso del ORI (Operación Rescate Infantil).
Bajo el mando de Antonio Vargas, ex presidente de la CONAIE y Ministro de Bienestar Social y del Subsecretario Bolívar González, se organizaron grupos armados provenientes de algunas provincias, que llegaron a Quito y atacaron a los manifestantes.
Carácter del movimiento
Ciudadanos y ciudadanas tomaron posición frente a los temas nacionales, cuestionando a un sistema político corrupto que ha sido incapaz de resolver los problemas nacionales y solo ha funcionado para favorecer intereses de las élites aliadas al capital extranjero.
El movimiento de los “forajidos” fue sobre todo un movimiento pacífico de resistencia activa. Ninguno de los participantes salía armado. La intención no era obstaculizar el tránsito, sino incorporar nuevos adherentes. Frecuentemente se hablaba con la policía y los soldados para que no disparen bombas lacrimógenas. Se cuidaba que los bienes públicos y la propiedad privada no sean afectados.
Las movilizaciones, marchas y protestas se realizaban principalmente en las noches, una vez concluida la jornada de trabajo. A pesar de este carácter pacífico, la represión policial y militar fue brutal y el gobierno declaró el estado de emergencia. La lucha cobró la vida del fotógrafo chileno-ecuatoriano Julio García y más de 400 personas, principalmente jóvenes, sufrieron asfixia por los efectos de los gases lacrimógenos, el impacto de bombas lacrimógenas y balas de goma. Estas agresiones despertaron aún más la indignación y el coraje de continuar en las acciones de lucha.
Una de las novedades de esta movilización fueron los escraches que revelaron el poder de la ciudadanía para interpelar a los gobernantes, diputados y altos funcionarios en sus domicilios o lugares donde se alojaban. Esto tuvo un efecto inesperado entre los políticos que sintieron perturbada su intimidad al ponerse en evidencia frente a sus vecinos el cuestionamiento ciudadano a sus actos autoritarios y corruptos.
El movimiento se unificó alrededor de los símbolos patrios, como la bandera y el himno nacional. Sin embargo, la utilización de estos elementos tenía una connotación diferente, pues reivindicaba un sentido de patria, de respeto y “orgullo de ser ecuatoriano”.
Los medios de información
Ante la ausencia de fuerzas sociales o políticas organizadas que canalizaran la protesta, los medios de información ocuparon un lugar central en esta lucha. Por un lado, la gente recurrió a la Radio la Luna para expresar sus opiniones y procesar el consenso para impulsar las acciones a seguir una vez que se clarificó el objetivo. La gente asumió a La Luna como propia a tal punto que en ciertas noches, que se intentó cerrar la emisora o atacar sus instalaciones, miles de “forajidos” se congregaron para protegerla. La presión ciudadana impidió que esta fuera clausurada, aunque sí sufrió interrupciones de su señal o del fluido eléctrico.
Paco Velasco, director de Radio La Luna
Los ciudadanos, en busca de un líder, pedían a Paco Velasco, Director de Radio La Luna que liderara el proceso. Sin embargo, Velasco, en repetidas ocasiones, señaló que tanto él como Radio La Luna eran facilitadores, y “no el primero, sino el último de los forajidos”, por lo cual la gente debía asumir el liderazgo en sus barrios y comunidades. Otras radios, igualmente, sirvieron de canal para la expresión ciudadana.
También se emplearon otros canales alternativos para informarse y convocar a las protestas como son los teléfonos celulares, el correo electrónico, los sitios Web y la comunicación cara a cara.
Los medios tradicionales, particularmente la televisión, fueron duramente criticados por los “forajidos”, quienes reclamaban la falta de cobertura a sus movilizaciones, lo que contrastaba con la gran atención que prestaron al retorno de Abdalá Bucaram unas semanas antes. En efecto, en los primeros momentos, la televisión no se hizo eco de las multitudinarias manifestaciones y marchas e incluso llegó a minimizar el alcance de las mismas. Esto puso en evidencia las vinculaciones de algunos medios a los grupos de poder y las relaciones monetarias con el Gobierno de Gutiérrez, el cual habría gastado más de 40 millones de dólares en campañas de publicidad oficial
Potencialidades y limitaciones
El movimiento ciudadano, al reivindicar símbolos y valores nacionales, logró una adhesión masiva en Quito. Se trata sobre todo de un movimiento que reivindica principios éticos con un concepto de política al servicio de la gente.
Al ser, sin embargo, un movimiento sin organicidad, no ha logrado estructurar una propuesta y un programa que permita contar con un mandato claro que pueda ser asumido y cumplido por el nuevo gobierno. No obstante, en diversas asambleas se han ido perfilando algunos puntos que aparecen como demandas del movimiento como son la suspensión de negociaciones del TLC, la no injerencia del Ecuador en el Plan Colombia, la anulación del convenio de la Base de Manta, la convocatoria a una Asamblea Constituyente para refundar el país y la priorización de la inversión social antes que el pago de la deuda externa. El movimiento, al menos en los primeros momentos, se mantiene vigilante frente a las acciones del nuevo Presidente Alfredo Palacio.
La que queda claro de la revuelta de los “forajidos” es el poder que tiene la movilización ciudadana, y aún más importante es el hecho de que la gente está consiente de este potencial. Si este movimiento quiere avanzar, es fundamental que asuma ciertos niveles de organicidad y se vincule a los movimientos sociales que también impulsan cambios estructurales.
Publicado en América Latina en Movimiento # 395 (ALAI), p.3, 27-04-2005, Quito
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