Una cuña en el MERCUSUR
Estados Unidos en Paraguay
21/09/2005
- Opinión
El misterio sobre la instalación de una base militar estadounidense en Paraguay comienza a develarse: se trata de instalar una cuña en el Mercosur y controlar la región, objetivos que contrastan con la pasividad de gobiernos que deberían haber reaccionado hace tiempo.
La inmunidad diplomática concedida por el parlamento paraguayo a las tropas estadounidenses encendió la señal de alarma. De forma inmediata comenzó a especularse con la posibilidad de que Washington instalara una base militar en Mariscal Estigarribia, donde en los años 80 técnicos estadounidenses construyeron un enorme aeropuerto con una pista de 3.800 metros en la que pueden operar aviones B-52, C-5 Galaxy y C-130 Hercules y es capaz de albergar a 16.000 soldados a sólo 200 kilómetros de la frontera con Bolivia. Pese a los desmentidos de Washington y Asunción, los objetivos de la superpotencia fueron quedando en claro con el paso de los meses.
Uno de los hechos que más llamó la atención, ya que mostraba que toda la operación formaba parte de una “agenda oculta”, fue la forma cómo se conoció la decisión del parlamento paraguayo de conceder inmunidad a las tropas de Estados Unidos. El 26 de mayo el Congreso votó la inmunidad, pero pese a la importancia
del tema la noticia no fue recogida por los grandes medios regionales ni mundiales. ABC Color de Paraguay dedicó un pequeño espacio al tema y La Jornada de México publicó un artículo relevando la información, pero los
principales medios de Brasil y Argentina demoraron mucho tiempo en darle la debida difusión(1). Algo importante comenzaba a suceder sin que nadie pareciera inmutarse.
Viraje diplomático y militar
Según todos los indicios la administración de George W. Bush decidió imprimir un giro a su política sudamericana al comenzar el año 2005. ¿Qué sucedió en esas fechas? En febrero el gobierno de Néstor Kirchner negoció una quita del 60 por ciento de la deuda externa argentina, pero la decisión contó con el apoyo del gobierno Bush y, en todo caso, más allá de alguna tirantez con el FMI no generó mayores problemas. Tampoco parece haber jugado un papel decisivo en el viraje de Washington la separación “amistosa” de Brasil del FMI ni la derrota de la Casa Blanca a la hora de imponer un secretario general de la OEA a su medida, sucedida en abril.
Por el contrario, la Cumbre de Guayana, celebrada a fines de marzo en Venezuela, no podía pasar desapercibida para la administración Bush. La reunión entre los presidentes de Brasil (Luiz Inacio Lula da Silva), Colombia (Alvaro Uribe), España (José Luis Rodríguez Zapatero) y Venezuela (Hugo Chávez), irritó a la administración estadounidense, que optó por criticar frontalmente la venta de armas españolas a Caracas por valor de 1.300 millones de dólares. Venezuela ya había comprado a Rusia 100 mil fusiles de asalto y 40 helicópteros de combate, y ahora España le proporcionaba diez aviones de carga, cuatro corbetas y otros tantos guardacostas. “Estoy preocupado”, dijo el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, y agregó que “no será bueno para el hemisferio”. Pero no fue esa la principal preocupación de los Estados Unidos. La Declaración de Guayana, firmada por los cuatro mandatarios el 29 de marzo, significaba en los hechos un respaldo tanto a la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones -que une al Mercosur con la Comunidad Andina-, como un apoyo a las iniciativas chavistas de Petroamérica y Petrosur, que propician la integración energética de la región. Una mayor coordinación política y además iniciativas de integración económica, en las que participan los dos mayores países sudamericanos (Brasil y Argentina), suponían un verdadero aislamiento de Washington en la región que resulta clave para su hegemonía mundial, que tendía a consolidarse por un largo período.
La respuesta fue fulminante. En menos de un mes la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, realizaba una gira por la región que la llevó a visitar Brasil, Chile, Colombia y El Salvador. En esas fechas la prensa europea informaba que Estados Unidos “vuelven a dirigir su atención a Brasil”, para procurar el apoyo de ese país “en la estabilización de una región cada vez más volátil”(2). El mismo día The New York Times señalaba que el gobierno de Bush estudiaba “una estrategia a largo plazo que podría significar un endurecimiento de su posición frente al presidente venezolano Hugo Chávez, después de concluir que mantener una posición pragmática con él es imposible”. El endurecimiento con Caracas formaba parte –y era también la excusa- del viraje que busca involucrar a toda la región.
Según otros analistas, al precipitarse la crisis política en Brasil, el gobierno Bush dejó de lado sus dudas acerca de la capacidad de ese país para cumplir el “mandato” estabilizador de la región encomendado por Washington, y optó por tomar directamente cartas en el asunto. En esa misma dirección, sectores de las elites regionales consideran que “se equivocan quienes sostienen que el gobierno de George W. Bush no tiene una política con respecto a América Latina. En realidad esa política existe, goza de buena salud y prosigue sumando nuevos escalones a su proyecto”(3). El proyecto consiste en “comercio más seguridad”, y ante el fracaso del ALCA busca arreglos particulares que cumplan el mismo objetivo. El analista sostiene que la incapacidad de Argentina y Brasil –demasiado volcados hacia sus problemas domésticos- para instaurar una “zona de seguridad democrática” en el Cono Sur, genera un vacío que será ocupado por Estados Unidos al elegir a Paraguay, “un país clave, como eje de un planteo de seguridad”.
Paraguay, el eslabón más débil
Poco después de la gira regional de Rice se desencadenaron una serie de hechos: el 5 de mayo Estados Unidos mueve sus piezas para que el Congreso paraguayo apruebe el ingreso de tropas, que se concreta el día 26, en el mayor secreto. El 10 de junio el vicepresidente paraguayo, Luis Castiglioni, visitó Washington donde se reunió con el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Estado Donald Rumsfeld y el entonces secretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, Roger Noriega. El 1 de julio arriba a Paraguay el primer contingente de 500 soldados estadounidenses y el 7 de ese mes la embajada en Asunción emite un comunicado asegurando, ante la alarma registrada, que no existe la intención de establecer una base permanente en el país. Finalmente, el 16 de agosto Rumsfeld desembarcó en Asunción en una breve gira que lo llevó también por Perú, país que viene siendo presionado para que conceda también inmunidad a las tropas estadounidenses.
En tanto, la prolongada y demoledora crisis política brasileña (instigada por los Estados Unidos según denuncias de periodistas locales(4)), viene paralizando durante cuatro meses al gobierno de Lula. Según miembros del grupo Periodistas Independienes de Brasil (JIBRA por sus siglas en portugués), el ex presidente Fernando Henrique Cardoso visitó Estados Unidos en febrero de este año, donde mantiene estrechas relaciones con Henry Kissinger. Cardoso envió un recado a Bush en el sentido de que debería estar más atento a la región para eviar el surgimiento de “nuevos Hugo Chávez” y a su retorno a Brasil en febrero anunció que el país viviría una crisis institucional. Según miembros de JIBRA, han sido vistos en el apartamento de Cardoso en San Pablo funcionarios del consulado estadounidense.
En julio, poco después de la llegada del primer contingente de tropas estadounidenses, el ejército brasileño realizó maniobras simulando la defensa de la estratégica represa hidroeléctrica de Itaipú. El 12 de junio el Senado ya había debatido el tema a instancias de Alvaro Dias, del socialdemócrata PSDB, quien señaló que “con los ojos en Roberto Jefferson (quien había instalado el clima de crisis con denuncias de corrupción contra el gobierno), no estamos atentos a lo que pasa en Paraguay”. Dijo más: “En nuestro entorno la presencia militar norteamericana es importante”, en referencia a la actividad militar estadounidense en Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú, y añadió: “No es la primera vez que nos sentimos amenazados, sobre todo con el pretexto de combatir al terrorismo que se instalaría en la Triple Frontera, como si ella fuese una extensión de Irak”(5).
En la misma sesión, el senador laborista Jefferson Peres, propuso que así como los países del Mercosur firmaron una “cláusula democrática”, que supone que una dictadura no puede formar parte del bloque, aprueben ahora “otra cláusula estableciendo que terceros países -sin mencionar a Estados Unidos- no puedan instalar bases permanentes en ninguno de los Estados miembros sin previa consulta y aprobación de todos los miembros”. Sin embargo, no hubo ninguna intervención de senadores del PT en esa sesión, pese a la gravedad del tema abordado.
Por otro lado, la política neoliberal del gobierno de Lula parece haber sido particularmente negativa para los demás países de la región, incluyendo a sus más cercanos aliados del Mercosur. A los constantes roces comerciales entre Argentina y Brasil, debe sumarse lo que un analista señala en el sentido de que ambos países “han venido subestimando a Paraguay y Uruguay”, y muy en particular al primero, que en su opinión sentiría “menoscabo”(6).
En realidad, una política asentada en el libre comercio es contradictoria con la unidad continental. Brasil, único país capaz de liderar la unidad, ha optado –a diferencia de la Venezuela de Chávez- por darle prioridad a las relaciones comerciales con países que ofrezcan grandes mercados a sus exportaciones de productos primarios (China, India, Sudáfrica, además de la Unión Europea y Estados Unidos). En América del Sur, las relaciones están teñidas de cierto expansionismo (“imperialismo”) económico a la vez que se buscan implementar acuerdos para obras de infraestructura que, como la salida al Pacífico, redundan en beneficio exclusivo del país mayor.
El reciente inicio de las obras para construir la Carretera Interoceánica, es un buen ejemplo. La vía que en dos años unirá el Atlántico y el Pacífico, a través de unos dos mil 600 kilómetros de accidentada geografía y unirá tres puertos peruanos con el brasileño de Santos, tiene un costo aproximado de mil millones de dólares. Brasil aportará el 70 por ciento del costo total del proyecto, pero será su principal beneficiario en la medida que está incrementado notablemente su comercio con países asiáticos, y en particular con China(7).
En esas condiciones, es imposible generar consensos para promover la integración. Más aún, la política basada en el libre comercio genera rispideces entre países que deberían ser socios y aliados y va generando “huecos” por donde opera la política de Washington. Un buen ejemplo es la presencia de la brasileña Petrobras en Ecuador, donde explota pozos en zonas indígenas, así como su participación en la explotación gasífera en Bolivia (país donde las empresas basileñas controlan el 20 por ciento del producto bruto interno). Lo de Estados Unidos en Paraguay no es sólo, ni principalmente, cuestión de presencia militar, ya que en la lógica neoliberal lo militar se subordina a lo político, y ésto a lo económico. Lo que está en juego es un viraje de largo aliento en las alianzas regionales, la introducción de una cuña que amenaza resquebrajar el Mercosur y jaquea la política exterior de unidad regional que parecía la apuesta de estratégica del Brasil de Lula.
En una situación como esta, no debería llamar la atención que un pequeño y débil país como Paraguay, que no encuentra salida a sus problemas en el marco de un Mercosur paralizado y en crisis, busque alianzas con Estados Unidos, país con el que pretende establecer un Tratado de Libre Comercio. La política de “comercio más seguridad” avanza no sólo por las ambiciones de la administración Bush sino, sobre todo, por la incapacidad de trazar alternativas genuinas y generosas por parte de quienes deberían enfrentar al imperio.
Notas:
(1) "Paraguay permitirá ingreso de tropas estadunidenses" Stella Calloni en La Jornada, 31 de mayo de 2005.
(2) Financial Times, citado por Folha de Sao Paulo, 26 de abril de 2005.
(3) Natalio Botana en La Nación, 29 de agosto de 2005.
(4) Brecha, 24 de junio de 2005.
(5) Senado Federal de Brasil, en www.senado.gov.br de 18 de julio de 2005.
(6) Rosendo Fraga, “Significado de la presencia de Estados Unidos en Paraguay”, 25 de agosto de 2005.
(7) Prensa Latina, 7 de setiembre de 2005.
https://www.alainet.org/de/node/113026?language=en
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