La vida después de la muerte
La viabilidad del postcapitalismo
08/08/2004
- Opinión
Las actuales turbulencias de la economía mundial forman parte de
una crisis crónica iniciada a comienzos de los años 1970 una de
cuyas expresiones más notables ha sido la tendencia de largo
plazo a la caída de la tasas de crecimiento productivo global,
en especial en los países centrales. La magnitud alcanzada por
dicha crisis se combina con la declinación norteamericana ante
la que no aparecen en el futuro previsible potencias de
reemplazo; Japón lleva ya casi de tres lustros de estancamiento
y la Unión Europea está acosada por el déficit fiscal, la
desocupación y la asfixiante interpenetración económica con
Estados Unidos. Este último mal también agrava la situación
japonesa e impone dudas sobre la solidez de la emergencia china.
A lo que se suma la inviabilidad económica de amplias zonas de
la periferia, algunas de las cuales ya han colapsado o están muy
próximas al desastre. El subdesarrollo ha dejado de ser
desarrollo subordinado, caótico-elitista, complemento de las
necesidades de los países centrales para convertirse en
depredación de fuerzas productivas, aniquilamiento de
poblaciones.
Esta es la imagen trágica que marca el comienzo del siglo XXI,
telón de fondo de la reinstalación del debate sobre el
postcapitalismo desprendido ahora de la ideología del progreso
que lo había moldeado cien años atrás y que desapareció casi por
completo luego del hundimiento paralelo del keynesianismo y del
socialismo soviético. En plena euforia neoliberal los proyectos
igualitarios (en primer lugar el socialismo) habían sido
arrojados al museo de las ilusiones incumplidas de los siglos
XIX y XX pero en el último lustro han ido reapareciendo con una
fuerza inesperada, no como nostalgia de la URSS sino a partir de
la constatación simultánea de su fracaso y del estancamiento
decadente del capitalismo.
Aunque también se insinúa la posibilidad del postcapitalismo
bárbaro, retomando utopías nazis, en torno del proyecto de
imperio militar, de ilusorio retorno al mundo antiguo (1), a
formas próximas a la explotación tributaria o esclavista, en
realidad exacerbación de un modernismo reaccionario que combina
la tecnología más avanzada con visiones del mundo previas a la
Revolución Francesa (2). El delirio colonial de Bush y sus
halcones es un ejemplo de ello.
Desde del inicio del milenio, se han ido generando numerosos
hechos políticos que podrían llegar a conformar próximamente la
base de una nueva divisoria de aguas en el plano de la ideas.
Frente a la agudización de la crisis y la aparición de la
podredumbre militarista en Estados Unidos irrumpe una amplia
variedad de rebeliones novedosas en los países subdesarrollados
como la resistencia iraquí (inscripta en un movimiento más
amplio de radicalización de los pueblos islámicos), las
sublevaciones indígenas en la zona andina latinoamericana, los
movimientos sociales de marginados como los piqueteros
argentinos, o los Sin Tierra de Brasil, etc. Pero también la
presencia de países de la periferia con distintos grados de
autonomía respecto de Occidente (casos de Cuba, China, Vietnam.
Venezuela...) que demuestran el fracaso de los vaticinios de
hace tres lustros acerca de la inminente homogeneización
neoliberal del planeta.
El debate aparece dominado por dos interrogantes decisivos: ¿ha
entrado el mundo burgués en un proceso de decadencia?, ¿ existe
capacidad humana real para superar esa decadencia?. La primera
pregunta esta asociada al tema de la hegemonía del parasitismo
financiero y en consecuencia al potencial de regeneración del
capitalismo, la segunda al de la posible irrupción de masas
insurgentes con fuerza cultural suficiente como para desatar el
proceso de abolición de la modernidad occidental (3).
Sobredeterminaciones, asimetrías, especificidades
El punto inicial de la reflexión debe ser la reafirmación de la
interdependiencia entre desarrollo y subdesarrollo como fenómeno
presente a lo largo de toda la historia de la civilización
burguesa, desde sus primeros pasos a comienzos del segundo
milenio. Es decir del imperialismo occidental como raíz, como
aspecto fundacional del capitalismo (4), desde las Cruzadas
hacia el Medio Oriente, hacia la península ibérica y luego hacia
América. Lo que lleva a la relocalización histórica del
imperialismo reciente, financiero, emergente desde fines del
siglo XIX (descripto por Hilferding, Lenin, Bujarin). La
reproducción ampliada del capitalismo se ha realizado a través
de una sucesión de asimetrías, de pillajes y reconversiones
periféricas como base de los procesos de cambio social y
transformación productiva en los países centrales. El
capitalismo aparece entonces como un sistema de dominación con
vocación planetaria que se concretó hacia fines del siglo XIX
cuando, salvo raras excepciones, el mundo estaba compuesto por
países occidentales, colonias y semicolonias de Occidente. En
ese momento, de expansión territorial máxima, se produjo el paso
decisivo en la occidentalización del mundo... pero también
comenzó la mutación parasitaria del sistema, la marcha
irresistible del capital financiero hacia el poder total en el
capitalismo, que se extendió durante más de un siglo con
altibajos hasta su desarrollo aplastante desde comienzos de los
años 1970.
Esta heterogeneidad histórica de la civilización burguesa fue
creando especificidades regionales, nacionales, subculturales,
en algunos casos a partir de implantaciones directas de
Occidente en otros, la mayoría, como subordinación de los restos
de las identidades colonizadas al área de dominación global.
Ahora cuando el sistema mundial empieza a resquebrajarse, desde
las naciones pobres emergen rupturas que aparecen en varios
casos significativos como identidades en construcción, como
contraculturas opuestas de manera antagónica a Occidente; los
movimientos de liberación de los pueblos originarios de América
Latina son un buen ejemplo de ello, el islamismo radical es
otro. Se presentan como recuperación de raíces sumergidas por
las modernizaciones imperialistas, en realidad intentan producir
autónomamente una nueva identidad, ser sujetos de la
contemporaneidad (5), asumiendo la memoria histórica subestimada
o negada por los colonizadores y sus satélites locales. Por
supuesto estos últimos presentan a esa disputa como una lucha
entre la "civilización" (es decir la opresión occidental) y el
fanatismo, el sectarismo, la "barbarie" (la rebelión de los
colonizados). Las potencias centrales están diciendo que no
existe otra modernidad que la estructurada desde la dinámica
centro-periferia, lo que no es del todo falso, falta decir que
la inviabilidad de esa modernidad realmente existente plantea la
necesidad de su crítica, de su destrucción superadora. Y como
todos (desarrollados y subdesarrollados) formamos parte de ella,
la critica es en realidad autocrítica. Nosotros (los
periféricos) debemos empezar demoliendo todas nuestras ilusiones
pasadas y presentes de desarrollo, de modernización a la sombra
de las sociedades centrales, como simples lacayos o incluso como
imitadores independientes, nacionalistas o socialistas. No hay
liberación para el periférico sin la autocrítica más completa de
su propia historia burguesa. Ello abarca tanto a las
colonizaciones abiertas o encubiertas como a nuestras reformas o
revoluciones populares fracasadas a lo largo del siglo XX.
El deterioro de la jerarquía civilizacional
Podríamos imaginar un modelo de dominación global con burguesías
centrales imponiendo su cultura al conjunto de las sociedades
imperialistas y de allí a las elites periféricas y desde ellas a
las clases inferiores del mundo subdesarrollado, aproximadamente
hacia 1900 el planeta se acercaba bastante a ese esquema. Pero
la degeneración financiera degradó las bases del sistema que
empezó a desintegrarse a partir de la Primera Guerra Mundial.
La Revolución Rusa fue un golpe decisivo al edificio global de
Occidente, aunque impregnado de mitos occidentales algunos de
"reciente" creación como el del estatismo burgués (derivado de
la economía de guerra emergente desde comienzos del siglo XX) y
su planificación autoritaria proveniente del capitalismo de
estado alemán (6) o el de la subestimación de las formas
colectivistas precapitalistas tachadas de atraso, de asiatismo.
Estos mitos formaron parte del fracaso ideológico del proyecto
bolchevique.
Luego se sucedieron colosales tentativas para revertir la
decadencia de Occidente, como el fascismo, reacción bárbara
rápidamente derrotada (gracias a la resistencia de la URSS,
potencia periférica, es necesario subrayarlo), y como el
keynesianismo luego, cuando los desgajamientos territoriales se
generalizaban a partir de la Revolución China y la pérdida de
Europa del este. La victoria keynesiana no duró mucho, su auge
se sitúa aproximadamente entre 1950 y 1970, después se produjo
una crisis de sobreproducción nunca hasta hoy superada
engendrando un parasitismo financiero arrollador. Lo demás es
historia cercana: euforia neoliberal (cobertura ideológica de la
financierización integral del capitalismo) y luego el
militarismo imperial norteamericano, estratégicamente sobre-
extendido, incapaz de sostener de manera durable sus ambiciones
(7) y minado por la crisis económica.
La larga decadencia del siglo XX implicó no solo pérdidas
territoriales para Occidente, seguidas por recuperaciones que
introdujeron formas degradadas mafiosas totalmente alejadas del
capitalismo productivo, y deterioros decisivos de la capacidad
económica integradora del cambio tecnológico, sino también
(principalmente) en las dos últimas décadas la marginación, el
hundimiento de miles de millones de seres humanos de la
periferia condenados en gran parte a la muerte. Más que de
pérdidas territoriales se trata ahora de una descomunal
degradación económica del sistema imperialista y de su ruina
cultural. La financierización extrema del capitalismo, la
hegemonía del parasitismo, forman parte del proceso de
aceleración de la decadencia occidental, de la modernidad
capitalista como etapa histórica. Por otra parte tanto las
modernizaciones imperialistas como las rupturas y resistencias
nacionalistas o socialistas del siglo XX (muchas de ellas
fracasadas) han dejado un enorme patrimonio de fuerzas
productivas periféricas, de infraestructuras y recursos humanos
ahora pillados y destruidos por el parasitismo occidental, bajo
la forma de saqueo financiero o de ataques militares. En suma,
asistimos a la emergencia mundial del antagonismo entre las
fuerzas productivas periféricas por un lado, su desarrollo
potencial y supervivencia en el presente, y por el otro la
presencia de relaciones económicas capitalistas fundadas la
dinámica del saqueo. En este nuevo contexto el postcapitalismo
aparece como una necesidad, como un proyecto estratégicamente
urgente. Más aún, este antagonismo va más allá de las
relaciones entre centro y periferia, incluye a las sociedades
centrales camino al estancamiento y en consecuencia a su
desintegración interna.
Hegemonía y senilidad
La historia del siglo XX aparece como una sucesión de rebeliones
desde el subdesarrollo contra la dominación occidental muchas de
ellas frustradas y también como la extensión de formas
parasitarias que han ido fragilizando el poder de las potencias
centrales. Las rupturas fueron posibilitadas por las crisis de
Occidente, pero este no se derrumbó sino que viene decayendo de
manera irregular, con depresiones y recuperaciones efímeras,
mientras tanto ha ido conservando una hegemonía declinante a
largo plazo pero que le ha servido para destruir numerosas
experiencias de modernización independiente en los países
subdesarrollados.
Para mejor entender esto podríamos asumir la hipótesis de la
decadencia hegemónica (8): la civilización occidental viene
declinando en el largo plazo (desde comienzos del siglo XX) pero
conservando su hegemonía cultural, esta situación paradojal
explica las rupturas exitosas en áreas periféricas (Revolución
Rusa, China, etc.) pero también sus limitaciones y fracasos, la
erosión de dicha hegemonía abre la perspectiva de nuevas
rupturas en el futuro.
Ello se conecta con la idea de que desde comienzos de los años
1970 el capitalismo habría ingresado en su era senil tal como lo
sostenía de manera pionera en esa época Roger Dangeville (9).
Las ciencias sociales han tomado de la medicina ideas esenciales
como la de crisis que como hecho histórico posee especificidad
temporal y espacial lo que nos permite diferenciar las viejas
crisis de sobreproducción, vigorosas, de crecimiento, de la
crisis actual que se produce en un organismo viejo, corroído por
muchas décadas de parasitismo financiero (exacerbado en los
últimos veinte años).
Haciendo el paralelo con el ser humano Dangeville señalaba que
"las enfermedades infantiles tienen efectos espectaculares, la
angina le provoca al niño una fiebre muy fuerte que lo deja
abatido pero luego se recupera sin secuelas físicas y prosigue
su crecimiento, mientras que la patología senil disminuye la
capacidad del cuerpo, incluso lo paraliza, el organismo se
degrada" (10). Durante los últimos treinta años no hemos
asistido a la "catástrofe final" que algunos esperaban, la bomba
financiera no tuvo un único y apocalíptico estallido, si hemos
presenciado diversas explosiones enfrentadas por lo general con
gran despliegue de medios de control, luego de las cuales el
sistema reiniciaba su marcha pero con una vitalidad disminuida,
con más deformación parasitaria. No hubo derrumbe sino avance
irresistible de la decrepitud.
Desde esa visión del mundo podemos lanzar la hipótesis de que
nos encontramos en los inicios de un punto de inflexión del
proceso de decadencia, de ruptura mucho más fuerte y más vasto
que el vivido luego de la Primera Guerra Mundial, entre otras
cosas porque la hegemonía capitalista ha sufrido deterioros
civilizacionales decisivos lo que en parte explica la
radicalidad cultural de las rebeliones que empiezan a asomar.
Además de los indicadores de senilidad ya señalados (hegemonía
integral del parasitismo financiero, antagonismo global entre el
potencial productivo y la persistencia del capitalismo
depredador), deben ser considerados otros como la declinación
del estado, próxima al colapso en numerosos países
subdesarrollados pero que ya penetra a las regiones
desarrolladas donde se extiende la crisis de representatividad,
que incluye la degradación de las administraciones públicas y
los aparatos militares. Evidente en Estados Unidos donde la
guerra de Irak muestra la impotencia del aparatismo bélico, de
sus sistemas de armas tan tecnológicamente sofisticados y
costosos como prácticamente inútiles para doblegar a los
iraquís. Similar reflexión podríamos hacer con referencia a los
aparatos de inteligencia del Imperio cuya desmesurada capacidad
de acumulación de información está acompañada por una
incapacidad de procesamiento racional de la misma de similar
magnitud. Finalmente se destaca el avance de la descomposición
moral en sectores muy extendidos de la población de las
potencias centrales en especial de sus elites dirigentes.
Después del capitalismo
La hipótesis de que el capitalismo como sistema mundial podría
ingresar próximamente en su agonía, es decir que el
postcapitalismo es históricamente viable, se vería fortalecida
en un futuro no muy lejano por el aflojamiento significativo de
los lazos de dominación imperial, el antecedente es lo ocurrido
a partir de 1914.
¿ Pero después del capitalismo-global que?. Una alternativa a
no descartar es la posibilidad de reproducciones burguesas
periféricas autónomas tal vez bajo formas autoritarias ya que
esas burguesías nacionales operarían en situaciones críticas,
sin respaldo internacional y seguramente enfrentadas a masas
populares descontentas. Aunque debería profundizarse la
reflexión en torno de (¿ posibles?) escenarios populistas
burgueses fundados en los excedentes disponibles gracias al
debilitamiento de la explotación imperialista. ¿ Cuanto pueden
llegar a durar esas experiencias?.
El escenario del imperio militar se había puesto de moda después
de las invasiones a Irak y Afganistán, pero las dudas sobre su
viabilidad han crecido últimamente a partir del fiasco
norteamericano en Irak.
Queda finalmente la reflexión basada en el gran legado de
modernización democrática y de luchas masivas de liberación
existente en la periferia. Es un patrimonio cultural único, no
tiene precedentes en la historia de la Humanidad. Centenares de
millones de seres humanos del mundo subdesarrollado han
participado activamente durante el siglo XX en organizaciones,
decisiones colectivas, rebeliones, guerras de liberación,
intentos de concreción de utopías igualitarias, más allá de sus
limitaciones, traiciones, deformaciones, etc. Ello en una
periferia donde ahora la cultura urbana moderna es hegemónica.
No era ese el contexto de la Revolución Rusa (1917) ni de la
Revolución China (1949).
Ese patrimonio existente a comienzos del siglo XXI, sumado a la
revolución comunicacional que extiende vertiginosamente las
redes, los mecanismos horizontales de vinculación; plantean la
perspectiva de movimientos de masas radicalmente democráticos,
descentralizados, igualitarios, avanzando a través de
autoaprendizajes, de la expansión de la pluralidad, de la
coexistencia revolucionaria de una amplia gama de formas
productivas, de la recuperación de las memorias históricas (en
un proceso mundial de articulación de culturas emergentes de la
periferia).
Dicho de otra manera, podríamos empezar a apuntar hacia un
proyecto de socialismo de origen periférico que se iría
imponiendo como un espacio multiforme, de amplio espectro
cultural, de recomposición social superadora de la civilización
burguesa. En ese caso la Revolución Rusa y el comunismo en
general no serían "el pasado de una ilusión" como lo anticiparon
apresuradamente algunos intelectuales de Occidente en los años
90 (11). Sino un primer paso, conjunto de ensayos periféricos
impregnados de cultura burguesa (occidental), sucedido por otro
en el siglo XXI que, recogiendo las lecciones del pasado, la
gran experiencia de lucha del siglo XX de millones de habitantes
del subdesarrollo, avanzaría por el camino de la superación de
las sociedades de opresión, imponiendo su sello al planeta
incluídos los actuales países imperialistas. La humanidad
esclavizada de la periferia, gigantesca masa proletaria global,
sería el lugar histórico de la abolición del capitalismo,
vanguardia de una era de libertad.
Notas:
(1) Robert D. Kaplan, "El retorno de la antigüedad". La
política de los guerreros, Ediciones B, Barcelona, 2002
(2) Jeffrey Herf, "El modenismo reaccionario", Fondo de Cultura
Económica, México. 1993.
(3) "Abolir constituye según Hegel un concepto un concepto
filosófico fundamental significa en su sentido mas pobre "poner
fin a", "negar", pero para él significa sobre todo quitar a las
conquistas de la civilización burguesa su forma capitalista, en
definitiva elevar dicha civilización a un grado superior".
Rudolf Bahro, "L'Alternative", p.27, Éditions Stock, Paris 1979.
(4) Este punto de vista ha sido desarrollado por numerosos
autores entre los que se destacan Samir Amin y Anouar Abdel
Malek.
(5) "En el retorno al islamismo se puede sospechar un deseo de
autenticidad y cierta nostalgia del pasado, pero no es esto lo
importante. El vector real de la vida cultural en las
sociedades musulmanas es la aspiración a la modernidad, la
verdadera identidad que busca el islamismo es la
Contemporaneidad. El islamismo no es pues ni la expresión de un
defecto de nacimiento de un islam refractario a la
secularización ni la culminación de un retorno triunfal a la
verdad del Ser. No es ni la manifestación del rechazo a la
modernidad, ni la prueba de una feliz reconquista de la
identidad. Es la expresión del deseo de inscripción en una
nueva identidad frente a vacío al que conduce una modernidad mal
dominada, estratificadora y devastadora...". Ben Ghalloum, "El
islamismo como identidad política o la relación del mundo
musulman con la modernidad", Centro de Estudios del Oriente
Contemporáneo, Université de la Sorbonne Nouvelle, Paris, 1995.
(6) Robert Kurz, "La economía de guerra alemana y el socialismo
de estado", Krisis, http://www.krisis.org.
(7) Paul Kennedy, "Auge y caída de las grandes potencias", Plaza
& James, Barcelona, 1993.
(8) Jorge Beinstein, "Self-Management and the abolition of
capitalism. Some reflections on the crisis of the Rulling
System of Capitalism", Socialism in the Worl, n° 24, Beograd,
1981.
(9) Roger Dangeville, "Marx-Engels. La crise",10/18, Union
Générale d'Editions, París, 1978.
(10) Dangeville, op cit, p.217.
(11) François Furet, "Le Passé d'une illusion", éd. Robert
Laffont & Calmann-Lévy, Paris,1995.
https://www.alainet.org/de/node/110315
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