Jubilados: ¡morir de pie!
02/08/2004
- Opinión
El malestar por la gestión de Lucio Gutiérrez generó nuevas
acciones de protesta de la CONAIE y el Frente Popular, en mayo
del 2004. Precariamente estabilizado bajo las candilejas del
torneo Miss Universo y de un nuevo cónclave de la OEA, ambos
eventos cumplidos en Quito, el régimen criptomilitar de
Gutiérrez volvió a la picota, en julio, debido a la escalada de
las protestas de los jubilados del Instituto Ecuatoriano de
Seguridad Social (IESS) en demanda de restitución del valor de
sus pensiones.
Un conflicto con historia
La liberalización de la economía nacional al tenor del Consenso
de Washington, impulsada por la administración de Sixto Durán
Ballén (1992-1996), terminó por instituir un modelo de
acumulación parasitario que –como se recordará- "explotó" en
tiempos de Jamil Mahuad, colocando al filo de la insolvencia al
Estado y a las entidades paraestatales y arruinando a cientos de
miles de agentes económicos. Las causas del "crack"
ecuatoriano –capitalismo "tardío" y subalterno, macrosubsidios
a poderosos grupos político-empresariales (únicamente el
salvataje del sector financiero significó un sacrificio fiscal
del orden de los 5 mil millones de dólares), sujeción de la
"economía real" a la bancocracia, éxodo de inversiones
especulativas, congelamiento de depósitos, inflación,
dolarización-, así como la profundización de los ajustes y
reformas liberales por el gobierno de Gustavo Noboa, terminaron
por pulverizar las remuneraciones de los trabajadores y las
pensiones de los cesantes.
De su lado, desarreglos propios del IESS obraron en esa misma
dirección. Se alude a su "politización", a las ineficiencias de
sus administraciones, a la quiebra de miles de empresas con la
correlativa disminución de afiliados, a las moras patronales, a
un aberrante sindicalismo… Y, sobre todo, a la conversión del
Instituto en una suerte de gigantesca caja chica del Estado
para que éste, préstamos forzosos mediante, cumpla con sus
implacables acreedores. Se estima que actualmente la deuda
estatal al IESS supera los 2.500 millones de dólares, cifra que
por sí misma explica su iliquidez y la erosión de sus
prestaciones, entre ellas, el pago de las pensiones a un cuarto
de millón de jubilados. El "destape" último de la crisis de la
Seguridad Social ha permitido conocer de humillantes rentas de
3 y 4 dólares mensuales.
La hipoteca del presupuesto del Estado del 2004 al pago de la
deuda externa-interna y a la campaña militar contra el
"narcoterrorismo" en la frontera Norte impuesta por el eje
Washington-Bogotá ha venido a agudizar el cuadro clínico arriba
descrito y ha colocado al país al borde de la bancarrota, a
despecho del "boom" de la cotización del petróleo derivada de la
invasión de Estados Unidos a Afganistán e Iraq.
Aprisionado por esta constelación de factores, el régimen de la
"Sociedad Patriótica" venía incumpliendo, en la parte
correspondiente, un compromiso asumido con las organizaciones de
jubilados para elevar la pensión básica a un mínimo equivalente
al costo de la canasta básica, es decir, a 135 dólares. El
sibilino y neoliberal argumento oficial habría sido que los
"desechables" no comportan un grupo de presión digno de tomarse
en cuenta. Cuando no la sangrienta ironía de que "los jubilados
constituyen un sector social privilegiado" que dijera el
ministro de Economía, Mauricio Yépez.
Acción y reacción
La paciencia de los pensionistas comenzó a desbordarse cuando
el consejo superior del IESS –presidido por el delegado del
Ejecutivo, Fausto Solórzano- decidió, a comienzos de julio, un
reajuste de las rentas jubilares muy por debajo del mínimo
convenido.
Fue cuando los ancianos aglomerados, con paso lento y voces
estentóreas, procedieron a la toma de locales del IESS en Quito
y Guayaquil, ulteriormente en otras ciudades, para luego
protagonizar enardecidas y cotidianas marchas contestatarias
progresivamente respaldadas por estamentos del pueblo llano:
sindicatos, activistas de los derechos humanos, maestros,
artesanos, indígenas, afroecuatorianos, líderes religiosos,
estudiantes, niños de la calle…, así como por los distintos
medios de comunicación.
Una resolución del Congreso aprobando la pensión básica en los
135 dólares, votada incluso por la bancada oficialista, atemperó
momentáneamente la agitación social… hasta que se descubrió que
la generosidad de los tribunos no tenía financiamiento.
Abocado a subsanar el vacío, Gutiérrez remitió al Parlamento un
proyecto de Ley con soporte en la elevación del IVA (Impuesto al
valor agregado) del 12 al 13 por ciento, fórmula del repertorio
del FMI que ni siquiera llegó a debatirse debido a múltiples
impugnaciones, con lo cual el conflicto volvió a fojas cero.
La réplica de los militantes de la "tercera edad" fue declarar
una huelga de hambre indefinida.
Un ajedrez con la muerte
A partir del 15 de julio, decenas de provectos –especialmente
mujeres- se instalaron en la matriz del IESS y en el edificio
Zarzuela, en Quito, y en la Regional II de la Caja del Seguro,
en Guayaquil, en las condiciones más precarias que se pueda
imaginar, dispuestos a llevar la lucha hasta sus últimas
consecuencias.
Ni los rigores de la intemperie, ni las crisis de sus
enfermedades crónicas, ni la deshidratación, ni el estrés, ni el
aislamiento familiar, ni las maniobras y presiones psicológicas
gubernamentales doblegaron a esos "viejos verracos" que dijera
un periodista. Fue cuando el Ecuador entero se convirtió en
testigo asombrado del renacimiento de la política en su más
noble sentido, o sea, como apuesta por las mejores causas. El
acontecimiento emergió exornado con las más altas formas éticas
y estéticas: el valor, el amor a la Patria y a sus
instituciones, la solidaridad, la purificación del oportunismo,
los hondos mensajes a la juventud, las emotivas despedidas, los
recuerdos compartidos, la música, las canciones, el baile, la
gimnasia… Una fiesta de la dignidad humana.
La huelga, sin embargo, nunca dejó de tener un fondo trágico.
Las horas secretaban desahuciados y los días, muertos.
Al décimo día, el insurgente número 12 se sumó al desfile de
cadáveres. Esa misma fecha y en la noche tuvo lugar la solidaria
manifestación de las antorchas, enfilada contra el Palacio de
Carondelet, con pancartas portadoras de una amplia gama de
exaltaciones, inculpaciones, deprecaciones. "Gracias jubilados
por devolvernos la vergüenza", "Gracias por sembrar el futuro",
"Todos seremos jubilados", "Justicia sí, caridad no",
"Imperialismo vuelve a casa", "FMI: fundamentalismo monetario
internacional", "TLC: plan de recolonización", "Guerra a los
banqueros, no a la guerra fratricida", "Nacionalicemos a las
Fuerzas Armadas", "Gutiérrez: los que vamos a morir te
saludamos", "Lucio: ¿cuántos muertos resiste tu conciencia?",
"Fuera el majadero".
Un anónimo marchista explicó la metafísica de la revuelta. "Los
jubilados –dijo- no tenemos nada que perder porque estamos
muertos".
Grandezas… y miserias
Archivado el proyecto de la elevación del IVA, el presidente de
la República fondomonetarista insistió en su propósito de
"socializar" el reajuste pensional a través del expediente
tributario, para lo cual remitió al Congreso, presidido por
Guillermo Landázuri, un proyecto de Ley que dispone un
incremento del ICE (Impuesto a los consumos especiales:
cigarrillos, licores y cerveza). Propuesta aceptada parcialmente
por el Legislativo, pero infringiendo una vez más preceptos
constitucionales, lo cual determinó un veto "a medias" del
Ejecutivo… y la continuación de la tragicomedia de
equivocaciones.
Detrás del obsceno florón que jugaban las dos funciones del
Estado se ocultaba, sobre todo, su interés común por dejar
incólume al FEIREP, un fondo extrapresupuestario alimentado con
excedentes petroleros y destinado, en su fracción sustantiva, a
la recompra anticipada de bonos de la deuda, una de las tantas
gangas obtenidas por los Shylocks extranjeros y criollos y que
ha terminado por elevar la cotización de los papeles
ecuatorianos, títulos adquiridos en el mercado al 30 por ciento
de su valor nominal, hasta niveles superiores al 100 por ciento
de ese valor.
Atrampados en los oscuros meandros del establecimiento político,
los viejos anunciaron un suicidio colectivo. La sociedad se
hundió en el suspenso y la vergüenza.
Recién a fines de julio, y bajo presión de una demanda al
gobierno ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos
promovida por el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel,
y respaldada por activistas de 16 países asistentes al I Foro
Social de las Américas, cumplido en la capital ecuatoriana,
Lucio Gutiérrez se decidirá a allanar el camino para una
resolución del conflicto.
Satisfechos con su pequeña-inmensa conquista, que acaso les
permitirá morigerar en algún grado su rampante miseria material,
los valientes jubilados, envueltos en lágrimas y risas,
depusieron la huelga de hambre, devolvieron los locales y
celebraron la victoria con austeras misas de acción de gracias.
(2004)
* René Báez, Profesor de la PUCE y del Instituto de Posgrado de
la Universidad Central
https://www.alainet.org/de/node/110293
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