Se oficializa la venta de gas boliviano a la Argentina
04/05/2004
- Opinión
Pese a una fuerte oposición de diferentes sectores sociales, y
contando con el apoyo de los empresarios privados, de los grupos
cívicos autodenominados "La Media Luna" (es decir los que dicen
representar a los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y
Tarija), de varios partidos políticos y de muchos comentaristas de
prensa, el presidente Mesa viajó a la Argentina y firmó con el
presidente Kirchner un contrato para la venta de gas boliviano a
la Argentina, haciendo así efectivo el decreto D.S. 27448 (del 13-
04) en el que se explicaba las razones para una venta de gas sin
necesidad de referéndum (por tanto en contra de los compromisos
asumidos por el Presidente el día 17 de octubre del 2003), si bien
sometida a los resultados del Referéndum sobre política energética
previsto para el 28 de julio. En consecuencia el contrato con la
Argentina sólo tiene una vigencia de 6 meses. Con esta medida el
Presidente se ha expuesto a fuertes reacciones de parte del
movimiento social; incluso Evo Morales, que defendía la
importancia de "ser solidarios con el pueblo argentino" pero que
también exigía la previa aprobación de una nueva ley de
Hidrocarburos, advirtió al Presidente que se atuviera a las
consecuencias de esta decisión unilateral. Con esta medida se ha
intensificado el debate político nacional. Los argumentos a favor
del decreto presidencial y del contrato ya firmado apuntan a la
necesidad de obtener ingresos para la superación del déficit
fiscal e incluso para resolver la dramática iliquidez del Tesoro
General de la Nación. También proliferan los llamados a favor de
dejar gobernar al presidente y de evitar una salida catastrófica a
la actual situación de crisis e incertidumbre que vive Bolivia.
Por todo ello es imprescindible realizar un apretado análisis de
los datos reales que enmarcan el decreto y el correspondiente
contrato.
Las cuatro falacias del decreto y el contrato
El equipo de analistas que asesoran al CEDIB ha detectado cuatro
falacias centrales de esta política presidencial:
Primera: Bolivia le vende gas a la Argentina. Toda la discusión
publicada por la prensa adolece de esta ilusión óptica: se supone
que se trata de un contrato entre dos estados, cuando en realidad
la contraparte que realmente vende el gas es el consorcio Repsol-
Petrobras (con participación de otras empresas como la Total), y
la contraparte que compra el gas es también el consorcio Repsol-
Petrobras, transnacionales que se venden a sí mismas el gas
boliviano, por supuesto al precio que les conviene, básicamente
para industrializarlo en su planta denominada Refinor y situada en
Campo Durán, en el norte argentino. Es de notar que aquí se sitúa
la principal demanda de Octubre y la principal objeción a este y a
cualquier otro contrato de venta de gas: no tiene sentido que
vendamos lo que no es nuestro ya que el beneficio de la venta no
nos beneficiará a nosotros.
Segunda: Argentina atraviesa una crisis energética. En primer
lugar se trata de una afirmación gratuita, ya que Argentina cuenta
con una reserva de 23 trillones de pies cúbicos de gas y se da el
lujo de exportar la cuarta parte de su producción a Uruguay,
Brasil, Chile y Paraguay. Lo que busca la propagandización de la
supuesta crisis energética es justificar la subida de precios para
el consumidor argentino (la misma maniobra de la misma Repsol en
Chile, juntamente con sus socias British Gas y Sempra Energy).
Argentina no necesita de nuestra solidaridad (Uruguay tampoco); en
el fondo lo que hay es el apetito de aprovechar la absurda
generosidad de nuestros gobiernos, la que le ha permitido al Sr.
Mallea, ejecutivo de Repsol, afirmar públicamente que Bolivia es
un paraíso petrolero, ya que por cada dólar de inversión se
obtiene diez dólares de ganancia. Pero además, si realmente
hubiera crisis energética en nuestro vecino país, lo inteligente
sería producir energía eléctrica y vendérsela (a Argentina y a los
demás países vecinos), que es precisamente lo que reclaman cada
vez con más fuerza amplios sectores de la sociedad boliviana.
Tercera: El precio y las ganancias para Bolivia. Pese al texto
oficial que habla de la conformación del precio en base a varios
factores ("precio ponderado" a partir de la oferta de las
empresas, más costos de manejo y transporte, más una partición
para YPFB), en la práctica está claro que el precio acaban
fijándolo las verdaderas propietarias que son las empresas. Al
respecto las informaciones varían, pero la que puede considerarse
más oficial es la que da cuenta de que se venderá el millar de
pies cúbicos en 0,98 dólares, de los cuales 0,18 son el costo de
transporte, por tanto el precio final efectivo es sólo de 0,80
dólares el millar de pies cúbicos (algo mayor que el previsto
cuando se pretendía vender gas a Chile y Norteamérica, pero mucho
más bajo del que se le cobra actualmente al Brasil, que oscila
entre de 1,20 y 1,30 dólares).
Pues bien, con ese precio el presidente Mesa ha sostenido
públicamente que el país obtendrá 25 millones de dólares en los
seis meses de duración del contrato (cantidad de por sí irrisoria
comparada con la magnitud de la crisis económica que vive el
país). Sin embargo las cifras del Presidente no resisten una
verificación calculadora en mano: Si se prevé vender 4 millones de
metros cúbicos por día, tenemos en 6 meses una cantidad de 728
millones de metros cúbicos, que a su vez equivalen a 25.705
millones de pies cúbicos, los que multiplicados por 0,80 arroja la
suma de 20,56 millones de dólares. De esta cantidad sólo el 18 por
ciento es para el país (2,26 millones para la región productora y
1,44 millones para el Tesoro General de la Nación). ¿Es realmente
un negocio para Bolivia?
Cuarta: La cláusula que impide la reventa del gas a Chile. Este
elemento, que pretende tranquilizar el sentimiento popular y una
de las principales razones emocionales de la convulsión de
octubre, y que a la vez ha provocado una molesta reacción del
gobierno chileno (que incluso anuncia va a estudiar si dicha
cláusula no viola los principios de la Organización Mundial de
Comercio), es la última falacia. En primer lugar porque nadie
puede impedir que Argentina haga lo que quiera con un gas que
supuestamente ya es suyo (mucho menos si se trata de poderosas
empresas privadas); en segundo lugar porque, aunque ello fuera
posible, es simplemente imposible de controlar, de hecho Argentina
le está vendiendo a Chile 14 millones de metros cúbicos diarios (y
se prevé que esta cantidad se incrementará a 39 millones en los
próximos 10 años). La única forma real de controlar que el gas
boliviano no irá a parar a Chile sería fijarle un precio superior
al que este país le paga a la Argentina (que oscila entre 1,40 y 2
dólares por millar de pies cúbicos).
En conclusión
Por todo lo dicho es evidente que una vez más las transnacionales
están dispuestas a hacer el gran negocio a costa de nuestros
recursos naturales. Lo peor de todo es que, por todo lo que hasta
ahora se sabe, el proyecto de Ley de Hidrocarburos que el propio
Presidente va a enviar al Congreso, se limita a complicar las
fórmulas aritméticas de los impuestos, para dar la impresión de
que se va a modificar la situación, pero en los hechos mantiene la
cuota básica del 18 por ciento de regalías, más un impuesto
progresivo que fuera de teórico (y siempre burlable por las
empresas, en las actuales condiciones) sólo se aplicaría a futuros
contratos y a futuros pozos. Ni el país ni la población tienen
nada que esperar de este nuevo negociado a título de solidaridad.
Centro de Documentación e Información
Bolivia (CEDIB). Bolivia Press 2004, Nº 5 (26 de abril)
http://www.cedib.org
https://www.alainet.org/de/node/109865?language=en
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