Vaivenes de una guerra anunciada

07/04/2003
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Está claro que la decisión de atacar militarmente a Irak ya se había tomado en Washington mucho antes del envío de la última misión de inspectores de la ONU a ese país. La operación diplomática ante el Consejo de Seguridad del organismo mundial de los últimos meses, con pretexto del desarme de Irak, buscó como única meta el aval para esta acción. Esta operación responde a un proyecto que el gobierno de George W. Bush tenía en carpeta desde su llegada al poder, cuyos orígenes remontan por lo menos al año 1997 cuando, durante el gobierno Clinton, líderes de la derecha que hoy son altos funcionarios del gobierno estadounidense fundaron el "Proyecto para el Nuevo Siglo Americano", bajo la consideración de que la política exterior estaba "a la deriva", y plantearon el cambio de régimen en Irak como una prioridad para EE.UU. Estas intenciones encontraron, como resultado de los ataques del 11 de septiembre, las condiciones que permitirían una implementación acelerada de tal proyecto. Formalmente, Bush presentó su nueva doctrina el 20 de septiembre pasado, en el documento titulado "La Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos", en el cual se establece el derecho unilateral de EE.UU. a emprender acciones militares preventivas y anticipadas contra "Estados hostiles y grupos terroristas". Además afirma que "nuestras fuerzas tendrán poder suficiente para disuadir a las potencias adversarias de emprender una escalada militar con la esperanza de igualar, o superar, el poder de los Estados Unidos". A partir de allí, el gobierno Bush reactivó las presiones contra Irak, consiguiendo, el 8 de noviembre, la aprobación por unanimidad en el Consejo de Seguridad del acuerdo 1441, que impone un ultimátum y estrictas condiciones a Irak respecto a la eliminación de sus armas de destrucción masiva. En caso de incumplimiento, este acuerdo se limita a amenazar "consecuencias serias"; en un anexo, tres de los miembros permanentes del Consejo, Francia, Rusia y China clarifican que ello "excluye cualquier automaticidad en el uso de fuerza". En las semanas siguientes, mientras la misión de inspección de armas de ONU cumplía su tarea en Irak, Washington siguió insistiendo que este acuerdo constituía una autorización suficiente para la guerra, en caso de incumplimiento de Irak. En marzo, al fracasar las presiones por conseguir un nuevo acuerdo del Consejo, que autorice explícitamente la guerra, y sin tomar en cuenta ni los pasos de cumplimiento dados por Irak, ni la postura de la mayoría de países miembros del Consejo de dar más tiempo a los inspectores, EE.UU. y Gran Bretaña decidieron lanzar la guerra en forma unilateral, sin base de legalidad, ni legitimidad en el concierto internacional. La ONU, por su parte, quedó fuertemente afectada, provocando serias dudas en cuanto a su futura capacidad de preservar la paz mundial, cuando el único superpoder mundial se arroga el derecho de actuar internacionalmente bajo su propia ley, por encima de cualquier norma o acuerdo internacional. Todo este proceso ha sido acompañado, desde meses atrás, de una campaña de presiones e intimidación por parte de Washington hacia los diversos actores y la opinión pública. En el caso de los gobiernos miembros del Consejo de Seguridad, estas presiones han incluido desde ofertas millonarias en ayuda, hasta amenazas, pasando por la impune escucha electrónica a sus misiones en Nueva York. Y para controlar a la opinión pública, se lanzó una campaña sostenida de desinformaciones y presiones sicológicas. Sobre todo dentro de EE.UU., ello consistió en la exacerbación del miedo a los ataques terroristas, conjugada con un discurso patriotero, que descalifica a quienes osan cuestionarlo. "Nuevo Siglo Americano" El Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC por sus siglas en inglés, y recordemos que "americano" en este contexto es sinónimo de estadounidense), incluye entre sus fundadores a varios miembros del actual gobierno, entre ellos: Dick Cheney (actual Vicepresidente), Donald Rumsfeld (Secretario de Defensa), Jeb Bush (hermano de George), Paul Wolfovitz, Lewis Libby, Elliott Abrams y Zalmay Khalilzad. En su carta de principios, fechada 3/6/97, difundida en su sitio web (www.newamericancentury.org), el PNAC propone "configurar un nuevo siglo favorable a los principios e intereses americanos", lo cual requiere de "una fuerza militar fuerte y preparada para enfrentar retos presentes y futuros; una política exterior que de manera audaz y con firmeza promueva los principios americanos en el exterior; y un liderazgo nacional que acepte las responsabilidades globales de EEUU". En una carta dirigida a Clinton, el 26 de enero 1998, miembros del PNAC argumentan la necesidad de desplazar a Saddam Hussein del poder, señalando: "Creemos que EE.UU. tiene la autoridad bajo las resoluciones existentes de la ONU de dar los pasos necesarios, incluyendo pasos militares, para proteger nuestros intereses vitales en el Golfo. En todo caso, la política estadounidense no puede estar estropeada por una insistencia equivocada en la unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU". Un informe confidencial del PNAC, con fecha de septiembre de 2002, divulgado por el Sunday Herald de Escocia(1), sugiere que desplazar a Saddam Hussein sería el inicio, no el término de su estrategia. "Mientras el conflicto no resuelto con Irak provee la justificación inmediata, la necesidad de una presencia de fuerzas norteamericanas en el Golfo trasciende el asunto del régimen de Saddam Hussein". Otro documento obtenido por el Herald, escrito por Paul Wolfowitz y Lewis Libby, llama a EEUU a "desalentar las naciones industriales avanzadas de cuestionar nuestro liderazgo o siquiera aspirar a cumplir un papel regional o global más amplio". El 11 de septiembre La caída de las torres gemelas sembró las semillas del miedo, como de unidad ante un adversario común, que a la postre fueron explotadas para allanar el camino de la guerra, en una verdadera campaña de terror sicológico. El caso del ánthrax demostró como el "terrorismo mediático" ?crear miedo con una ficción- puede ser tan efectivo como el terrorismo real. El paso siguiente era convencer a una población nacional atemorizada que la guerra era la única solución para combatir el terrorismo. Luego de Afganistán, y del fracaso de encontrar a Osama Bin Laden, había que crear un nuevo enemigo. Ya para octubre del 2002, una encuesta del Council on Foreign Relations reveló que los dos tercios de la población estadounidense estaban convencidos que Irak estuvo detrás de los ataques del 11 de septiembre, y ello a pesar de que no exista ninguna evidencia al respecto. El ámbito de guerra al terrorismo fue aprovechado a su vez para reducir las resistencias a una serie de medidas que hasta antes del 11 de septiembre no habían prosperado. Incremento del presupuesto militar; recortes de ciertas libertades civiles, en particular el derecho a la privacidad de las comunicaciones y el derecho a la libertad para quienes caen bajo sospecha de terrorismo; exacerbación del odio a los pueblos y países musulmanes, fueron algunos de los resultados. También se allanó el camino para el cuestionado programa anti-misiles, cuyo trasfondo no es - como se pretende- solo la defensa, sino la implementación de los planes elaborados por el Pentágono en el documento "Visión 2020". Este propone hacer del espacio un nuevo escenario de guerra para poder atacar instantáneamente a cualquier blanco en la tierra, bajo el concepto de dominación en todo el espectro ("full spectrum dominance"). En el plano exterior, con su mensaje de "están con nosotros o contra nosotros", Bush logró la adhesión internacional para la guerra en Afganistán y procedió a establecer o consolidar bases en al menos nueve países asiáticos y de la ex Unión Soviética. En la práctica, ello significó el fracaso del proyecto de "Organización de Cooperación de Shanghai", por el cual Rusia y China planeaban desarrollar una alternativa regional al poder estadounidense. La creación de una base en Djibouti, en enero pasado, le permitió a EE.UU. ganar el control del segundo de los dos canales de transporte marítimo de petroleo más importantes del mundo: Bab al-Mandab (desde antes controla el Estrecho de Hormuz). La guerra de la información La fuerzas militares angloamericanas tienen muy claro, desde hace décadas, la importancia del control de la información y la manipulación de la opinión pública en cualquier contexto de guerra. Luego del conflicto de Suez (1956), en un informe interno el año siguiente el General británico, Sir Charles Keightley, concluyó que la lección central era que "la opinión mundial es ahora el principio absoluto de la guerra". En la Guerra de las Malvinas, Gran Bretaña invitó a periodistas para que acompañen a las tropas. El Sub Comandante Arthur Humphries de la Marina estadounidense sacó las siguientes lecciones cuando anotó (1983) que "nos nuestra cómo asegurar que la política gubernamental no sea socavada por la manera de reportar una guerra... Controlar el acceso a los combates, invocar la censura, y convocar la ayuda en la forma de patriotismo en casa y en la zona de batalla". Pero también se dio cuenta que lo que faltaba en la Guerra de las Malvinas eran imágenes para llenar el vacío informativo. La actual invasión de Irak se acompaña de una estrategia informativa planificada con minucia para responder a tales criterios. Por un lado, bajo la política orquestada desde el Pentágono, se ha acreditado a no menos de 2000 reporteros en Irak, de los cuales más de 500 están incorporados ("embedded") y conviven con unidades militares en el terreno, esta vez con cámaras de video y enlaces satelitales. El resultado es un flujo constante de imágenes hacia las pantallas de televisión de la población en Estados Unidos y buena parte del mundo, que "llenan el vacío", sin mostrar nada que pueda perjudicar el imagen de las fuerzas que pretenden "liberar" a Irak. En cuanto a los reportajes -menos controlables- desde Bagdad, en el caso de la CNN o de la BBC de Gran Bretaña, su difusión es precedida de una advertencia sobre el hecho que están bajo censura del gobierno iraquí. No así los reportajes de quienes acompañan a las tropas, a pesar de que ellos también están bajo censura. Otro eje informativo es el bombardeo de imágenes de la "impresionante" tecnología bélica norteamericana, que llevan implícito un mensaje triple: proyectar una guerra "limpia" de máquinas de precisión (y no de seres humanos ni mucho menos víctimas), apelando a la fascinación de su población con la tecnología; infundir respeto y miedo en el mundo frente a semejante arsenal; y hacer la promoción a futuros clientes de la industria armamentista de una nueva generación de armas guiadas con precisión, que al mostrar su efectividad en combate aumentan su potencial de venta. Por su parte, la recién inaugurada Oficina de Comunicaciones Globales de la Casa Blanca coordina con mano de hierro la operación de relaciones públicas de Washington a escala mundial. Diariamente, envía un comunicado a los diversos departamentos gubernamentales y la embajadas estadounidenses a través del mundo, con los contenidos y citas a utilizar en las relaciones públicas. La campaña está coordinada por especialistas de relaciones públicas y basada en técnicas corporativas. Fuentes independientes No cabe duda que esta estrategia comunicacional ha logrado ?hasta ahora- mantener el apoyo mayoritario a la guerra en el plano interno. Si bien casi un tercio de la población sigue estando opuesto a la guerra, sus espacios de expresión pública son mínimos. Por su parte, los medios alaban la "apertura" de los militares a compartir información y citan la gran "variedad" de fuentes que están cubriendo la guerra, como prueba de la libertad de expresión. Estas versiones, sin embargo, hacen caso omiso del hecho que, por numerosos que sean los medios, la mayoría de contenidos están controlados por un puñado de grandes empresas con intereses muy cercanos a los del gobierno y de las mega corporaciones estadounidenses. Entre tanto, la mayoría de voces disidentes han sido acalladas, al menos en los medios de mayor difusión, principalmente por autocensura de los/las periodistas, a veces por presiones directas, ejercidas entre otros por los propios directores de los medios. Un estudio del observatorio de medios estadounidense, FAIR, ha demostrado con cifras la falta de equilibrio en la cobertura de los noticieros norteamericanos. En dos semanas de cobertura televisiva en enero-febrero, menos del 1% de las personas entrevistadas se identificaban con las protestas o grupos organizados contra la guerra. De las fuentes oficiales, (que eran la mayoría de los invitados, de diversos países), solo el 14%, y de fuentes no gubernamentales el 26%, representaban posiciones escépticas o contrarias a la guerra. En el plano internacional, en cambio, el claro fracaso del intento de controlar la opinión tiene muy preocupado al Pentágono. Los bombardeos masivos a Bagdad tienen como objetivo paralizar la voluntad de resistencia. Pero ello parece estar fracasando. De acuerdo con la doctrina de "golpea y aterroriza", desarrollado por el estratega Harlan Ullman, se trata de combinar los bombardeos aéreos con intentos de desmoralizar a la población. Pero según Ullman, las campañas por aire solo funcionan si la moral ya está debilitada; sino más, bien contribuyen a fortalecer la voluntad de resistencia. Tal parece que Washington desestimó la voluntad de resistencia de los iraquíes. No solo las fuerzas leales a Saddam Hussein, sino también la gran mayoría de la población inconforme con su régimen se han juntado en rechazo a la invasión. Hasta hay casos de exiliados perseguidos por Hussein que quieren regresar a defender a su país. Con la fuerte resistencia, y la consecuente prolongación de la guerra, una serie de argumentos resultaron ser falsos, como el discurso promocional de las fuerzas invasoras que pronosticaron una campaña militar de pocos días y la acogida entusiasta de las mayorías iraquíes, que se levantarían contra Hussein. Ello ha provocado incertidumbre en la propia población estadounidense que confió en una victoria fácil y con pocas bajas civiles (o "efectos colaterales", como los llaman los militares). Otro factor es el hecho que, como nunca antes, existen medios con capacidad de difusión internacional que están presentando, en unos casos un punto de vista favorable a Irak, en otros un enfoque que trata de mantener un equilibrio entre los dos lados, que no dudan en mostrar el horror y la destrucción, imágenes de las víctimas de la guerra, a la vez que critican la actuación estadounidense. Las imágenes de cuerpos mutilados por los bombardeos han causado horror y furia entre grandes audiencias, particularmente en los países árabes. Pero en EE.UU. tales imágenes son vetadas. No obstante, los propios canales norteamericanos con servicios especiales para otros países, como la CNN en español o europea, se han sentido obligados a hacer una cobertura un poco menos censurada para tales países, ante el riesgo de perder audiencias. También hay numerosos/as periodistas independientes en Irak que, a menudo a riesgo de sus vidas, se esfuerzan por dar una cobertura más objetiva que las versiones oficiales. Los medios y periodistas independientes enfrentan un hostigamiento constante. La mitad de los 300 periodistas independientes antes estacionados en Bagdad, se vio forzado a abandonar la ciudad antes del 18 de marzo, bajo presiones del Pentágono. Varios periodistas independientes han muerto o desaparecido, algunos bajo "fuego amigo" o en circunstancias misteriosas. La cadena árabe de noticias Al Jazeera, que ha ganado un enorme audiencia en medio oriente, y ahora también en Europa con su sitio web en inglés, ha sufrido varios ataques de hackers, y sigue siendo inaccesible por Internet desde EE.UU. La existencia de una cobertura independiente ha contribuido también a poner en evidencia la mentira y la manipulación informativa, que a pesar de los intentos de control, ha comenzado también a hacerse visible en EE.UU. Los propios medios, sobre todo los que acatan la línea oficial, comienzan a perder credibilidad, con lo cual toda la estrategia podría tambalear. Algunos sectores de la población estadounidense se están preguntando por qué los medios no dieron a conocer oportunamente que la población iraquí no iba a apoyar mayoritariamente una invasión de su país. Esta guerra ha puesto en evidencia, más que nunca, la fundamental importancia de contar con medios de comunicación independientes de los poderes políticos y económicos. (1) Citado por George Monbiot en The Guardian Weekly, marzo 20-26 de 2003.
https://www.alainet.org/de/node/109167?language=es
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