Hacia el poder absoluto y arbitrario
25/11/2003
- Opinión
El régimen de Jean Bertrand Aristide, antiguo sacerdote en el poder en Haití,
entró en una "desviación cada día más grave" que no tiene nada que ver con su
primer mandato de 1991. Hay "una tendencia a un despotismo asombroso e
insoportable". Esta "desviación" es "implacable, definitiva y no recuperable".
La persona que se expresa así es Christophe Wargny, un historiador y profesor de
periodismo francés, que fue, hasta 1996 (fin del primer mandato de Aristide),
asesor del jefe de Estado haitiano.
En octubre pasado, Wargny observó que las libertades fundamentales no son
respetadas en absoluto. Meses antes, sacerdotes haitianos, antiguos compañeros
de Aristide, dijeron lo mismo, pero con otras palabras. Con ocasión de la
ceremonia de los funeralas del padre Antoine Adrien (que Aristide consideró como
su propio padre) en mayo, el sacerdote William Smart, denunció "la pasión por el
poder absoluto". El padre Max Dominique expresó su "decepción" e insistió sobre
"exacciones cometidas por la policía y cuerpos de bandidos".
En realidad observadores en Haití y el exterior se dan cuenta de la degradación
general de la situación en el país, en vísperas del bicentenario de su
independencia.
Bloqueo político persistente
El país caribeño está viviendo una transición democrática que está
sistemáticamente obstaculizada. Un documento sobre la situación haitiana,
publicado durante este año por la Organización de Naciones Unidas, destacó que
el Estado de derecho "está deteriorado" con una nueva serie de crisis basadas en
problemas electorales desde 1997.
Las elecciones legislativas del año 2000 no han sido resueltas después de que
fueron denunciadas como "fraudulentas" por la oposición política,
particularmente por la coalición Convergencia Democrática.
Los intentos de la Organización de Estados Americanos (OEA) de "solucionar" esta
crisis electoral, no dieron resultado alguno. Más de 20 misiones de la OEA
fracasaron.
Una segunda resolución (822) sobre esta crisis, fue votada por la OEA en
septiembre de 2002, previo a las elecciones legislativas de fines de 2003.
Pero, el Jefe de la Misión de la OEA en Haití, David Lee, no pudo constatar, un
año después de la votación de la resolución, que "suficientes disposiciones
hayan sido tomadas por el gobierno en lo que concierne (entre otras) a la
seguridad y la impunidad". Subrayó que "los otros actores continuaron
insistiendo" por el respecto de algunos puntos antes de "avanzar hasta el
Consejo Electoral Provisorio".
Incremento de violaciones
Esta situación ha ocasionado una polarización y una intolerancia muy fuertes
alimentando una tensión política y social permanente, donde los derechos humanos
son sistemáticamente violados, empezando por la libertad de expresión.
"Son decenas de periodistas y trabajadores de la prensa, de generaciones
diferentes, que fueron asesinatos, maltratados, arrestados, amenazados o
forzados al exilio", durante los tres últimos años, declaró el Grupo de
Reflexión y Acción para la Libertad de Prensa (GRALIP), en un informe del mes de
abril.
Con relación a otros casos, no pasa un día sin que los organismos de defensa de
derechos humanos denuncien violaciones. En marzo pasado, un informe de la
Comisión Justicia y Paz de la iglesia católica de Puerto-Principe dio a conocer
que en la capital 117 personas fueron asesinadas o desaparecidas en 4 meses.
La Comisión precisó en su informe que dentro de las víctimas se encontraron
casos de jóvenes raptados durante la noche por policías, casos de parientes
ejecutados en presencia de sus niños, comerciantes asesinados durante sus
actividades, alumnos y hasta niños asesinados.
¿Policía politizada?
En demasiadas ocasiones se ha revelado que los crímenes están relacionados con
la policía. En un informe publicado en septiembre, la Coalición Nacional por
los Derechos de los Haitianos (NCHR) denunció el retorno del fenómeno "attachés"
(banditos trabajando con la policía). La NCHR indicó, por ejemplo, que la
comisaría de Delmas 33, ubicada en la periferia este de Puerto-Príncipe, es un
bastión de estos bandidos. Operan durante la noche y se especializan en
violencia sexual, robo, tortura, ejecución sumaria, desaparición y secuestro
bajo la complicidad de la policía, afirmó el informe.
Sin perder tiempo, el gobierno desmintió la afirmación de la NCHR. Pero, al
inicio de noviembre, cuando el experto de las Naciones Unidas, Louis Joinet,
efectuó una visita de trabajo en Haití, descubrió elementos confirmando la
existencia de "una policía paralela" y pidió su disolución. Louis Joinet se dio
cuenta que "el Estado de impunidad sustituyó al Estado de derecho".
Los organismos de defensa de derechos humanos hicieron conocer su "preocupación"
por el hecho de que la policía abandonó su misión de "proteger y servir" a los
ciudadanos/as para transformarse en un cuerpo "politizado", ligado al interés
del gobierno.
Esto se vio cuando un Director General de la policía, Jean Robert Faveur,
dimitió el 21 de junio, menos de un mes después de su toma de posesión, y se fue
al exilio en Estados Unidos. En su carta de dimisión, denunció una tentativa de
control absoluto del Ejecutivo y el no respeto de las reglas.
Frente a la oposición socio-política
La policía está profundamente implicada en la dispersión violenta de
manifestaciones antigubernamentales en diversas ciudades del país. Varias veces
llegaron los policías para apoyar a los seguidores violentos del gobierno, que
declararon públicamente que no aceptarían ninguna protesta anti-Aristide, en un
contexto muy difícil para el gobierno, que desde hace meses enfrenta un
incremento de la protesta de parte de diversos sectores descontentos.
Un reciente caso es la concentración abortada del Grupo 184 (nombrado así por
agrupar a 184 asociaciones del sector privado y asociaciones ciudadanías de
varios sectores) el 14 de noviembre de 2003. Millares de personas de múltiples
categorías sociales respondieron a la convocatoria de esta plataforma, para
expresarse contra el método de gestión del país por parte de la administración
Aristide.
Llegaron los partidarios del gobierno y tiraron piedras contra los
participantes, en tanto que la policía mantenía una presencia pasiva. En lugar
de controlar a los agresores, la policía tiró gases lacrimógenos para dispersar
la manifestación y procedió al arresto de 30 miembros del servicio de orden del
Grupo 184.
De la misma manera, el 29 de octubre, un grupo de partidarios del gobierno
impidió violentamente una protesta de varias organizaciones civiles haitianas
frente al palacio de justicia para denunciar el clima de violencia. Los grupos
pro-Aristide intentaron violentar físicamente a los participantes. Tiraron
piedras, botellas y otros objetos contra los manifestantes, prometiendo "cortar
las cabezas e incendiar las casas".
"No ver, no oír, no hablar, no es una solución", fue la principal consigna de la
protesta en la que los/as participantes, en su mayoría mujeres de la
Coordinación Nacional para el Empoderamiento de las Mujeres (CONAP, siglas en
francés), denunciaron los crímenes, la opresión y la corrupción en Haití.
Tal como los movimientos de mujeres, asociaciones de estudiantes y alumnos
repitieron la misma experiencia. El 22 de octubre, después de abortar una
manifestación de partidos de la oposición, seguidores de Aristide atacaron a la
Facultad de Etnología, donde estudiantes gritaron eslóganes hostiles al poder.
El mismo método violento sirvió también para intentar tranquilizar a
manifestantes en Gonaives (Centro-oeste). Desde fines de septiembre, más de 15
personas fueron asesinadas y otras 30 más heridas de bala en manifestaciones
antigubernamentales, según cifras de varias fuentes.
En Gonaives, antiguos partidarios de Aristide cambiaron de bando después del
asesinato horrible de Amiot Métayer, un fiel colaborador del presidente que
dirigió operaciones violentas contra partidos de oposición el 17 de diciembre de
2001, cuando el gobierno anunció un intento de "golpe de Estado". El jefe de
Estado fue personalmente acusado de ser responsable del asesinato de Métayer.
Un caso similar ocurrió un mes después en Cité Soleil, barrio pobre del norte de
la capital.
Vísperas de bicentenario
En vísperas del bicentenario de Haití (primer de enero de 2004), Aristide
difunde un discurso de "reparación y restitución" de fondos pagados por Haití en
el siglo XIX al país colonizador, Francia, para el reconocimiento de la
independencia.
Pero este discurso de un gobierno con graves problemas de credibilidad, no
parece romper, en el plano nacional, el aparente aislamiento progresivo de la
administración de Aristide.
En las calles, la gente está reclamando al poder qué ha hecho para intentar
mejorar las condiciones de vida de la población, porque, además de los abusos,
se observa una baja constante de la producción (-1,2%), permanencia de un alto
nivel de desempleo (50% según la ONU), aumento del costo de la vida acompañado
de la devaluación de la moneda (de 26 gourdes para un dólar estadounidense en
agosto de 2002 a 45 gourdes para un dólar en febrero de 2003).
Entre el inicio de octubre y la actualidad más de 200 intelectuales firmaron una
petición para denunciar la postura gubernamental que intenta "buscar
legitimidad" a través de la celebración del bicentenario. Organismos No
Gubernamentales y asociaciones del sector popular formaron una plataforma para
una celebración alternativa. El objetivo es "relanzar las luchas populares para
obtener una independencia real", sin "dominación, explotación, impunidad y
violaciones de las libertades".
* Gotson Pierre. AlterPresse/Puerto Príncipe
https://www.alainet.org/de/node/108867?language=en
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