La globalización totalitaria

13/01/2003
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Anthony Giddens ejerce una crítica ácida contra el movimiento antiglobalización al que acusa de reaccionario. Advierte que la batalla del siglo XXI enfrentará al fundamentalismo con la tolerancia cosmopolita representada en una globalización que está detrás de la expansión de la democracia. Confía en el triunfo de un cosmopolitismo que abraza la complejidad frente a los fundamentalismos que se ven perturbados por los cambios que significan convivencia de lo diverso. Giddens defiende la globalización actual como una oportunidad civilizatoria. Acepta la existencia de una asimetría injusta en lo que se refiere a la realidad económica, pero se rebela contra quienes vemos en la globalización un saqueo global. En mi opinión, la globalización de Giddens responde a un modelo ideal que choca con la realidad. Es verdad que la caída de la URSS abrió en la década de los años noventa una esperanza para los defensores del paradigma de la inter-dependencia. Pasada la página de la historia en la que había prevalecido un mundo dividido en dos bloques (escenario privilegiado para el paradigma realista) la idea de que era factible reconstruir el mundo sobre bases de cooperación y ayuda mutua, teniendo como centralidad la negociación y la ayuda al desarrollo, levantó expectativas en el mundo de la política e intelectual, así como en la opinión pública. Se multiplicaron los ensayos académicos y los discursos acerca de la conveniencia de dotar a las estructuras supraestatales e inter-gubernamentales, particularmente a las Naciones Unidas, de un espacio significativo en lo que vino a enunciarse como "gobierno mundial" . El mundo visto como sociedad internacional global con múltiples actores, donde la extensión de la democracia y las reformas económicas pueden promover nuevos valores y normas en favor de la paz, de la seguridad internacional, de los Derechos Humanos y de una mayor justicia social en el ámbito internacional, despertó un notable interés. La idea de crear un Tribunal Penal Internacional; las réplicas en otras regiones del mundo de la experiencia de cooperación europea (UE); las Investigaciones para la Paz; las reformas en el comercio, etc, formaban parte de la agenda de las relaciones internacionales. Creo, sinceramente, que el mundo real nunca ha estado de acuerdo con el paradigma de la inter-dependencia por más que éste sea la expresión de un pensamiento ético y de una nueva propuesta del orden mundial. Pero por si hubiera duda, tras el 11 de septiembre algo importante se ha movido en la esfera de las relaciones internacionales. El paradigma de la inter-dependencia que implicaba marcos de relación formalmente igualitarios y la práctica del consenso (al menos entre un número importante de países), ha sido desplazado por el unilateralismo norteamericano. El procedimiento parece haber sido el siguiente: -El restablecimiento del miedo a escala global, ha sustituido a la Guerra Fría por un enemigo difuso pero poderoso que está en todas partes, incluso en los territorios propios. El terrorismo internacional, con acceso a grandes tecnologías, al estar fuera de las relaciones internacionales –no es un gobierno o un Estado preciso- actúa fuera del sistema, lo que justifica medidas de excepción a escala también global. -De lo anterior se deriva el despliegue de una nueva cultura de la guerra. La militarización de la sociedad mundial, las guerras punitivas, las medidas de seguridad que afectan a las libertades. Crece de nuevo el secretismo de la guerra fría y el poderío militar norteamericano como pilar central del nuevo orden mundial Sobre estos principios se asienta el proyecto de hegemonía norteamericana que conduce a la globalización a estar bajo un macartismo planetario. El paradigma de la inter-dependencia queda desplazado por la visión clásica del realismo hobbesiano que percibe el mundo como un campo de batalla de todos contra todos, donde la cooperación es sustituida por la jerarquía y la seguridad se confía a la fuerza. Se trata de la visión tradicional de Estados Unidos desde su momento fundacional. Una visión que la enviste de liderazgo como guardián del mundo civilizado (Destino Manifiesto, Doctrina Monroe) y le lleva a comportarse unilateralmente, negándose a someterse al Derecho Internacional. Es la idea de que en la cima de la pirámide jerárquica sólo puede haber un motor, una fuerza conductora, inmediatamente debajo de la cual se alinean los países aliados de la OTAN, hasta encontrarnos en la base de la pirámide con un gran número de países parias, muchos de ellos díscolos y particulamente con la amenaza de países islámicos. El unilateralismo pasa por el rechazo al Tribunal Penal Internacional –algo que espanta a los gobiernos europeos, pero que aceptan dócilmente- con el fin de dar impunidad a las tropas y agentes norteamericanos en el extranjero. El rechazo también a la Cumbre Climática y cualquier tratado internacional que ponga freno al unilateralismo norteamericano. Mi hipótesis propone como el 11 de septiembre resuelve las dudas y debates internos norteamericanos situando a Estados Unidos en una posición de ventajas políticas, militares y hasta morales para consolidar su hegemonía mundial bajo parámetros del paradigma del realismo, lo que significa unilateralismo, endurecimiento global de sistemas jurídicos, mayor control policial y restricción legal de libertades, despliegue de la militarización con predominio norteamericano.(1) Mi hipótesis señala que la declaración de guerra de Estados Unidos contra el terrorismo internacional oculta múltiples intereses y objetivos específicos ajenos a la extensión de la democracia y a la conquista de la paz mundial. Defiendo la hipótesis de que el 11 de septiembre ha dado a Estados Unidos la oportunidad -utilizando una habilidosa imaginería mediática- de relanzar una versión de la política exterior de Ronald Reagan, particularmente de su segunda Administración: fuerte ideologización; desconsideración de las vías multilaterales en la resolución de conflictos; uso sistemático de la fuerza y prioridad a la militarización de la acción exterior norteamericana. Avanzo la idea de que la actual Administración estadounidense ha extraído tres lecciones de los fracasados esfuerzos anteriores (Bush padre y Clinton): a) La construcción de su hegemonía mundial no puede basarse en decisiones elaboradas conjuntamente con aliados europeos y asiáticos. El unilateralismo debe imponer a éstos la aceptación final de los hechos. El concepto de unilateralismo supone no negociar ni compartir el poder, aun cuando busque la multilateralidad formal en el campo de las operaciones de guerra. b) La construcción de una globalidad jerárquica con un liderazgo en la punta de la pirámide requiere de guerras continuas, sin límites en el tiempo y en el espacio. La guerra permanente supone recursos económicos ilimitados e incondicionales; apoyo público y aliados/competidores subordinados. Supone también la convicción de que EEUU puede involucrarse al mismo tiempo en varias guerras.(2) c) La elaboración de una ideología que movilice un apoyo público permanente es condición necesaria para evitar un reflujo –como sucedió a Bush padre después de la Guerra del Golfo-. Esta ideología pivota en torno a la idea de una conspiración terrorista mundial contra el país más libre y próspero de la Tierra.(3) Estos "principios" de la política exterior enfocada a la construcción de un Nuevo Orden Mundial requieren de un concepto clave: la impunidad internacional y, por consiguiente, el rechazo al Tribunal Penal Internacional y toda otra forma de fiscalización. La actual Administración del presidente Bush enfoca los problemas actuales (el terrorismo internacional, la neutralización de Estados amenaza...) con lentes viejos. El Destino Manifiesto se vuelca de nuevo como doctrina y espíritu político ante un escenario en el que el paradigma de la inter-dependencia cimentado teóricamente en la multilateralidad, la relación dialógica y la negociación y la búsqueda permanente de la paz, queda relegado al campo del pensamiento. ¿De Giddens? Antecedentes La desaparición de la URSS dejó un vacío en las formulaciones de la política norteamericana. Las corrientes conservadoras que estaban liderando la política exterior de Estados Unidos perdían el enemigo principal que les había permitido levantar una doctrina de seguridad nacional basada en la lucha contra la expansión del comunismo siguiendo las doctrinas de Morgenthau y particularmente Kennan. La URSS había sido el enemigo creíble necesario. De modo que tras 1989, las declaraciones del inicio de un "nuevo orden internacional" no encontraban en Estados Unidos –en el grupo socioeconómico y político que toma las decisiones- una respuesta en el orden teórico suficientemente articulada. El paradigma de la inter-dependencia en su versión más democrática ganó entonces terreno en el campo de las formualciones, aprovechando la indefinición norteamericana. Se había abierto una etapa de transición en las relaciones internacionales que Anthony Giddens quiso orientar en torno a la llamada Tercera Vía. Posteriormente, la teoría y la práctica política norteamericana han ido aportando algunas claves que dibujan un nuevo patrón de comportamiento. Para una superpotencia con pretensión de liderazgo mundial era peligroso quedarse sin una doctrina para la acción, tal y como señala Irving Kristol: "Es muy difícil para una gran potencia mundial articular una política exterior en ausencia de un enemigo que merezca el nombre de tal. Son, después de todo, los enemigos los que ayudan a definir el interés nacional, cualquiera que sea la forma que dicha definición adopte". Con anterioridad al 11 de septiembre la política exterior norteamericana vino ensayando con un listado de retos y conflictos (narcotráfico, terrorismos y subversión localizada, migración descontrolada, proliferación de armas, fundamentalismo islámico, democracia...) El criterio más abarcador era la democracia, a pesar de que J.Kirkpatrick advirtió que pueden existir aliados no democráticos y que la extensión a escala mundial del paradigma democrático no parece ser un afán del pueblo norteamericano. Es evidente, sin embargo, que tal listado era insuficiente como enemigo global capaz de justificar una acción sostenida que colocara a Estados Unidos en posición de gendarme mundial con apoyo de sus aliados. El listado de retos era insuficiente asimismo para ese complejo industrial militar que cuenta con gran peso en la Casa Blanca (4) . La globalización de Giddens A la globalización totalitaria que se manifiesta en las relaciones internacionales hay que sumar lo que ya la mundialización de la economía venía siendo en palabras de Ignacio Ramonet: "Los regímenes globalitarios son en cierto modo los sucesores de regímenes de partido único de los años treinta, por lo que tienen de regidores de la totalidad de la actividad de la sociedad mediante el pensamiento único"(5) En realidad la Tercera Vía de Giddens sólo aspira a gestionar lo que sucede en las esferas económica y política. Es cierto que la globalización es un proceso histórico. No es el resultado de un acto como encender la luz de una habitación. Así podemos decir que en en el 2025 estaremos más globalizados que hoy, ya que se trata de una transformación permanente que, como afirma Hobsbawm, no sabemos cuando podrá llegar a completarse. Pero la tendencia a la universalización no se representa armoniosa como en una fábula de Walt Disney. Giddens se pasa de listo cuando nos acusa de dinosaurios. Sin embargo, en la vida real el punto de vista general del movimiento antiglobalización es mucho razonable y acertado que el de Giddens. -El movimiento contra la globalización neoliberal no se revela contra el hecho de un mundo cercano y conectado, pues él mismo es fruto de la superación de las distancias. -Se rebela contra la conversión del mundo más que en una geografía en un mapa económico en el que gigantescas corporaciones transnacionales dedicadas especialmente a la especulación financiera se configuran como un gobierno planetario en la sombra. -Se rebela contra ese modelo de acumulación que acapara los mercados por medio de fusiones, adquisiciones, patentes, etc, a costa de los capitales nacionales de menor tamaño. -Se rebela contra las acciones de las grandes transnacionales que incrementan su valor sin producir riqueza real, simplemente en tanto que movimiento especulativo. -Se rebela contra los países ricos que reclaman la apertura completa de los mercados de los países pobres, pero protegen sus productos y los subsidian para impedir la entrada de productos procedentes del llamado Tercer Mundo. -Se rebela contra el hecho de que unos pocos globalizan y los más son los globalizados, como lo muestra el hecho de que la quinta parte más rica del mundo posee el 80% de los recursos del planeta y el que de una población mundial de 6 mil millones, apenas 500 millones de personas viven confortablemente. Estos datos incuestionables son interpretados por los ideólogos del neoliberalismo como una transición hacia un mundo mejor, pero no dicen si habrá que esperar veinte años más o un siglo. Lo cierto es que el neoliberalismo no ha hecho otra cosa que abrir más la brecha de la desigualdad mundial: en 1960, la diferencia entre el 20% más rico y el 20% más pobre, a escala mundial, era de 34 a1; en 1990 la diferencia aumentó de 60 a 1; en 1997 la diferencia era ya de 74 a 1. Los hechos son más tercos que la Tercera Vía de Anthony Giddens. Su globalización cosmopolita democrática no vendrá de las fuerzas poderosas que manosean el mundo. Notas: (1) Gabriel Jackson, en un artículo publicado por EL PAIS el pasado 1 de junio, afirma que un objetivo del presidente Bush es alcanzar un máximo secretismo en la rama ejecutiva del Gobierno, algo que ya perseguía antes del 11 de septiembre. Desde esa fecha, dice Jackson el secretismo se aplica con más fuerza a los aspectos judiciales de la guerra contra el terrorismo. Junto con la propensión al secretismo, afirma Jackson que Bush mantiene muy visible el unilateralismo que se ilustra con el rechazo al Protocolo de Kioto, el anuncio de que se retiraría del tratado ABM con acuerdo o no de Rusia, la reciente negativa a firmar el tratado para crear el TPI, y la imposición de limitaciones a un mundo sin fronteras para el comercio mediante una política proteccionista. (2) Diego Hidalgo, en EL PAIS del 10 de julio, escribía: "La postura imperialista ha acogido con entusiasmo los discursos del presidente Bush que, tras la reacción moderada inmediatamente después del 11 de septiembre, han crecido en belicosidad a lo largo de 2002; al Eje del Mal del estado de la Unión ha sucedido el reciente de Wets Point en el que Bush considera un error esperar a que las amenazas militares/terroristas se materialicen y considera legítimo el derecho a iniciar ataques y guerras preventivas. La doctrina de la necesidad de efectivos militares se puede resumir en un "4+2+1". El 4 representa el número de lugares en los que Estados Unidos debe ser capaz de ejercer su poder disuasivo. El 2 representa el número de guerras simultáneas (por ejemplo, Irak y Corea del Norte), y el 1 la capacidad de estados Unidos de forzar un cambio de régimen, lo cual presupone la necesidad de ocupar ese país por un ejército terrestre". Hidalgo, que es presidente de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, con su explicación del "4+2+1+" parece adentrarnos en una novela de cicencia ficción, pero ocurre que este asunto fue discutido a finales de junio en la Universidad de Harvard en el marco de una reunión de expertos norteamericanos en política exterior. La pregunta es entonces muy interesante: ¿Podría Estados Unidos ejercer su liderazgo actual, brutalmente unilateral y militarista, sin el 11 de septiembre? (3) "No hay otra ideología que verdaderamente pueda competir con lo que nosotros podemos ofrecer al mundo" (Colin Powell) citado en la página web del gobierno de EEUU, http://usinfo.state.gov (4) En la práctica sólo una minoría de personas definen e interpretan cuáles son los intereses nacionales norteamericanos. El Presidente y su Ejecutivo, incluyendo asesores y agencias gubernamentales, el Congreso, con la influencia de algunos subcomités, participan y elaboran la política exterior. Sectores socioecómicos determinados e individuos privilegiados cuentan en la definición de un interés nacional que se confunde con intereses corporativos económicos, militares, y estrategias electorales. (5) Ver Un mundo sin rumbo, Ignacio Ramonet (1997) Temas de Debate. Madrid.
https://www.alainet.org/de/node/106836
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