Chile y el Caos Ambiental
14/07/2002
- Opinión
La exportación y la explotación indiscriminada de recursos naturales sigue
siendo el secreto de nuestro "crecimiento económico". El impacto ambiental
de estas políticas aún no se mide en toda su magnitud. El manejo de la
basura y los altos índices de contaminación ambiental (smog), son ejemplos
de la negligencia con la que actúan las autoridades, y de la carencia de
una política ambiental coherente. Desafortunadamente, no son los únicos
problemas ambientales que enfrentamos.
La producción de minerales y, principalmente, los relaves, contaminan no
sólo el suelo, agua, aire, flora y fauna; también, la salud de una
población indefensa. Las empresas forestales y los procesos anexos de
transformación de la madera causan serios daños al ecosistema,
particularmente al suelo y el agua en nuestro país. La sustitución de
especies nativas degrada y empuja a la desaparición definitiva de nuestros
bosques. El masivo uso de plaguicidas y agrotóxicos impacta a la población
y el entorno. La fabricación de celulosa produce desechos altamente
peligrosos. La pesca industrial, que se ha apoderado de nuestro mar en
desmedro de la artesanal, ha llevado al colapso de especies agotando los
recursos, mientras la transformación del producto en harina de pescado
contamina ciudades completas. Las urbes siguen creciendo de manera
irracional, y con ellas la contaminación, que afecta la calidad de vida y
desafía la gestión de los gobiernos de turno. Priman, una vez más, los
criterios de mercado, sin importar el costo que tendrán en la población y
el medio ambiente. La basura, el smog y la contaminación, como muchos
otros problemas que tienen que ver con el interés público y la salud de la
población, han sido y son manejados de manera deficiente.
"¿Quién paga los costos?"
El economista y director ejecutivo de la Fundación Terram, Marcel Claude,
critica la ineficacia de las políticas y lo poco relevante que son las
cuestiones ambientales y sociales en la agenda del gobierno. "La basura
tiene una doble cara social y ambiental. Con esto, quiero decir que los
problemas ambientales, normalmente, afectan a los sectores más vulnerables
y terminan siendo manejados de manera poco eficaz. La solución al
vertedero de Lepanto, es un caso arquetípico". La Empresa Metropolitana de
Residuos Sólidos (Emeres) pensó resolver el problema a través de una
licitación, pero en el curso de esta se presentaron muchas irregularidades.
"Nunca estuvo claro qué se iba a evaluar. No se sabía si serían los
criterios técnicos o los costos por tonelada, la lixiviación, los
tratamientos de líquidos percolados, gases, la impermeabilización,
etcétera. Si era relevante eso, versus lo económico". Este problema
atravesó todo el proceso de licitación, e incluso las empresas que
participaron en él, lo objetaron.
La elección de los rellenos sanitarios de Santa Marta y Santiago Poniente
se tomó independientemente de las resoluciones de la Comisión Nacional de
Medio ambiente (Conama) y la evaluación del Estudio de Impacto Ambiental
(EIA) de la Corema Metropolitana. "La elección se hizo dos meses antes.
¿Cuán relevante era el criterio ambiental y técnico en la decisión de
Emeres? Nunca se han aplicado las multas a los consorcios por su retraso en
las obras de implementación de los rellenos sanitarios. En la licitación
se establecía que el precio por tonelada de basura sería fijo, pero,
finalmente, el contrato -de Emeres con el consorcio Santa Marta- habla de
'precios variables'. Incluso, el gobierno cambió los criterios del Plan
Regulador de la Región Metropolitana: antes un basural no podía instalarse
a menos de 600 metros de una zona habitada. Eso bajó a 100 metros. El
concepto para definir 'zona poblada', también. Antes era una habitación,
hoy son 300 personas. Si hay un grupo de familias de 299 personas, puedes
instalar el basural allí, como quien dice 'en medio de la plaza'", señala
Marcel Claude.
Un estudio del CRIOT elaborado entre 1994 y 1996 determinó qué lugares eran
aptos para instalar rellenos sanitarios, sin embargo esa investigación no
ha sido tomada en cuenta por las licitaciones. "El país perdió enormes
recursos en ese estudio. Pero, por los verdaderos resultados, nos damos
cuenta que la salud, los criterios técnicos y ambientales no son
relevantes. Hay una gran irresponsabilidad política en esta materia,
porque ¿quién paga los costos?: la ciudadanía".
Las denuncias de napas subterráneas a menos de dos metros, fallas
geológicas y deficiente impermeabilización, dan cuenta de que técnicamente
los rellenos que finalmente se licitaron no eran soluciones viables.
"Nunca se consideró la opinión de especialistas, vecinos, estudios;
simplemente, se desecharon. Hoy nos damos cuenta que parece que era
importante tenerlas presente. ¿Qué criterios fueron considerados? ¿Qué
movió a la autoridad a optar por esta 'solución'? No lo sabemos", dice
Claude.
El smog mata
Más allá de la polémica por los "errores predictivos" o la responsabilidad
del Intendente de Santiago, Marcelo Trivelli, y los directivos de la
Conama, están las cifras de la muerte. Al cierre de estas líneas, la
prensa informaba del fallecimiento al menos de tres personas, dos menores y
un anciano, por problemas que podrían asociarse a los graves índices de
contaminación de las últimas semanas en la capital. Un estudio del
investigador Luis Cifuentes advierte que 4.000 personas mueren en forma
prematura cada año, debido a larga exposición al smog de Santiago. Los
efectos en la salud no sólo los padecen los sectores vulnerables, sino
cualquiera que mantenga exposición permanente o exposición a altas
concentraciones en períodos cortos.
"Las 'alertas', 'pre-emergencias' y 'emergencias' seccionan el problema: es
como 'chutear una deuda'. Se define un criterio para 'alerta ambiental' o
'pre-emergencia', que debiera ser el de 'emergencia', de acuerdo a
estándares internacionales. Los criterios se deberían definir en función
de la salud de la población y no de los requerimientos de la Sociedad de
Fomento Fabril (Sofofa). Priman los criterios productivistas: 'que no pare
la industria', 'que siga funcionando el parque automotriz y los
catalíticos'. Eso es lo que pasa. Es bastante mediocre seccionar las
medidas a tomar en función de determinados criterios cada vez más
exigentes. Así, se van a tomar medidas de 'emergencia' cuando nos estemos
realmente ahogando y muriendo. Además, está el bochorno de que los
organismos gubernamentales miden mal y no se toman medidas cuando se
debiera".
El problema del smog es muy parecido al de la basura o a los demás
conflictos ambientales como el "Camino Costero Sur", la producción de
celulosa o los relaves mineros. Lo que importa, para autoridades y grupos
económicos, es que la economía crezca: "No importa cómo crece, o cómo ni
qué se produce. De esta forma, una vez más el medio ambiente está en el
canasto de los papeles; y la salud de la población, sin ninguna relevancia
política".
Para nadie es un misterio que los pobres, por ejemplo de las comunas de
Pudahuel, Cerro Navia y Lo Prado en la capital, son lo que sufren con mayor
intensidad los índices de smog. "Eso es muy grave y demuestra la falencia
política de la Concertación, que no es capaz de gobernar para las mayorías
que lo eligieron", señala Claude.
Las soluciones pasan por imponer restricciones al parque automotriz
privado, cambiar el sistema de transporte público, enfrentar a los gremios
del transporte y a la masa de automovilistas; medidas sí pensando a corto
plazo. Lo fundamental es un plan de descontaminación eficaz y una política
urbana coherente. "No lo van a hacer porque el poder político, económico y
social está ahí, presionando y defendiendo sus intereses. Se debiera
internalizar en los responsables, el costo de contaminar. El criterio de
'el que contamina paga' está mal entendido. No es 'si yo quiero
contaminar, pago'. El que contamina debiera pagar el costo, y no una
bicoca. Si se imputara verdaderamente ese costo, dejarían de contaminar o
bajarían los índices. Queremos que ese criterio opere, que 'el costo de la
contaminación, se pague', pero también debe ir aparejado de alternativas:
aumentar los impuestos a las gasolinas y, con esos fondos, financiar una
reorganización coherente del transporte público. Proponemos que los
agentes contaminadores paguen el costo real de contaminar. Pero el
gobierno no lo va a hacer, porque pagar impuestos en Chile es más grave que
ser violador o ladrón. Se proponen soluciones como los Permisos de Emisión
Transables -sólo por un criterio ideológico neoliberal-, que son ridículos
y no van a resolver nada. Soluciones de mercado que se han probado
ineficaces en otros países".
https://www.alainet.org/de/node/106136
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