Crímenes de guerra en Palestina: la Franja sin el cielo protector
03/08/2014
- Opinión
En diciembre de 2013 se cumplió el 65 aniversario de la creación del Estado de Israel. 1948 es el año fundacional de ese Estado, pero hay que remontarse a las últimas décadas del siglo XIX para rastrear el origen del establecimiento del Estado de Israel, origen basado en el desarrollo de estrategias de oleadas migratorias impulsadas por el movimiento nacionalista israelí – el sionismo – cuyo objetivo fue crear un estado propio de mayoría judía y étnicamente puro – según lo describe el investigador del departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de València, y especialista en Historia Contemporánea de Palestina e Israel, Jorge Ramos Tolosa – en el territorio de Palestina.
Para ello fueron creadas las primeras colonias agrícolas, ciudades como Tel Aviv y organismos y estructuras institucionales – fuera y dentro del suelo Palestino – como por ejemplo bancos, sindicatos, institutos de compra de tierras, pero también periódicos y organizaciones paramilitares. El pueblo palestino habitó el territorio en disputa durante 400 años. La constitución del Estado de Israel fue vivido por los palestinos como la “Naqba” (catástrofe, en árabe).
El movimiento nacionalista israelí – sionismo- también desarrolló estrategias diplomáticas para lograr el apoyo estratégico de las potencias europeas, y así lograr la creación del “hogar nacional” judío en suelo palestino. Con la declaración de Balfour (1917) es Gran Bretaña la potencia que operó política y diplomáticamente para tal objetivo. La declaración de Balfour se incorporó al texto constitutivo del mandato británico.
En 1947 la resolución 181 de Naciones Unidas establece el Plan de Partición del territorio palestino. Esta resolución de la ONU es la que le da legitimación a la creación del Estado de Israel. Ramos Tolosa señala que “Gran Bretaña decide traspasar su responsabilidad sobre el territorio a la ONU y anuncia que su mandato finalizará el 15 de mayo de 1948. Esto es relevante. Porque todo lo que ocurra hasta ese momento será responsabilidad del gobierno británico”. Las Naciones Unidas dividen Palestina en un estado judío y otro árabe (dos pueblos, dos estados) y una administración internacional para Jerusalén. La partición supone la primera gran victoria de Israel. El plan de partición entregó el 55% del territorio a una comunidad colonizadora que representaba sólo un tercio de la población y únicamente tenía en propiedad entre el 6 y el 11% del territorio. Los palestinos y los países árabes del entorno rechazaron el plan de partición. Pero además, para la aprobación del plan, entro a tallar políticamente otra potencia: Estados Unidos de Norteamérica presionó a los países que se declararon en contra de la partición: Haití, Liberia, Filipinas o Siam, por ejemplo. Dos datos relevantes: 1) El plan de partición se presentó como un hecho consumado, no como un elemento de negociación. 2) Las resoluciones de la Asamblea de la ONU son recomendaciones no vinculantes. Esto implica la negación al derecho a la autodeterminación de los palestinos violando los mismos artículos de la propia carta de Naciones Unidas. Recordemos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la ONU (10/12/1948), dejó al descubierto en sus 30 Artículos, la precariedad jurídica de la Partición y la gravedad de la expulsión del pueblo palestino tras arrancarles sus casas y su país. “Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad” (Art.17.2) y “A nadie se le privará arbitrariamente de su nacionalidad” (Art. 15.2). La potencia ocupante emite a los habitantes palestinos de Jerusalén, un carnet ilegal, que en nacionalidad, figura: ‘jordanos’.
Evolución territorial del Estado de Israel
Ramos Tolosa explica que “a partir de la aprobación del plan de partición, el 29 de noviembre de 1947, se desencadenó una guerra civil entre la comunidad judía y la palestina. También comienzan, de manera esporádica, las primeras operaciones de “limpieza étnica” por parte de las organizaciones paramilitares sionistas. A partir de marzo de 1948, estas operaciones tendrían un carácter planificado y sistemático en base al plan Dalet. El objetivo es el de siempre: conquistar el máximo de territorio con el mínimo de población no judía. Hay que destacar que el Plan de Partición no llega a aplicarse y el 14 de mayo de 1948 se crea el estado de Israel. Como había anunciado Ben Gurion, gran líder del sionismo, “la guerra nos dará la tierra… Deir Yassin es el episodio más trágico de limpieza étnica. En esta aldea próxima a Jerusalén fueron masacradas entre 100 y 250 personas por las fuerzas paramilitares sionistas. Este suceso fue muy importante para la “guerra psicológica” posterior. Con sólo citar el nombre de Deir Yassin, los soldados judíos provocaban la huida de la población palestina que conocía los hechos.
Al finalizar la guerra con los países árabes (el armisticio se firma en 1949), Israel ha conseguido un territorio superior en un 23% a lo establecido en el Plan de Partición. La “limpieza étnica” fue una realidad. Hay 35 masacres bien documentadas hasta finales de 1948. En definitiva, Palestina fue borrada del mapa. Israel nació sobre sus ruinas. Cuando acaba la primera guerra árabe-israelí (1948-1949), en torno a 750.000 palestinos se convirtieron en refugiados; más de 530 municipios, destruidos, y 11 barrios urbanos, vaciados.”
Palestina queda, entonces, borrada del mapa. Cisjordania es anexada por Transjordania (después Jordania) y Gaza pasa a ser administrada por Egipto, hasta 1967, cuando es conquistada por Israel en la Guerra de los Seis Días. Este reparto se produjo a partir de un pacto secreto entre los sionistas y Abdullah de Transjordania.
1948, el año conocido como la “Naqba” (catástrofe), implica la destrucción de Palestina. Israel niega toda responsabilidad en la “Naqba”. 1948 y la “catástrofe” están en la raíz del actual conflicto. Para los palestinos, 1948 es un “Annus horribilis”, mientras que para Israel se trata de un “Annus mirabilis”, “un capítulo histórico y triunfal en el que se realiza un sueño asociado a la justicia absoluta y la pureza moral”.
En pleno Siglo XXI, la cúpula del Estado Israelí trata a los palestinos como su colonia privada, con formas cercanas al esclavismo del neocolonialismo. Algunos ejemplos clarifican lo dicho: Para desplazarse y circular dentro de su propio territorio los palestinos deben bordear más de 400 kilómetros de muros, cercos y alambradas (“Muro de la Vergüenza”), y deben someterse a las revisiones y requisas del ejército Israelí en docenas de retenes; absolutamente todos los servicios básicos palestinos, desde el agua potable hasta las aduanas, es controlado por el gobierno Israelí. Todos los silos, almacenes y provisiones de alimentos, medicinas y cualquier producto que ingresa a palestina, pasa por el control israelí; y lo que más expresa esta forma de neocolonialismo es la “licencia” Israelí para disponer con total impunidad y discreción de las vidas de las familias palestinas, mediante asesinatos y masacres selectivas, perpetrados por bombardeos, a los que se suman una terrible ofensiva por tierra y mar.
Como escribió Rodolfo Yanzón: “Israel agrede a Gaza violando las convenciones sobre conflictos armados y de DDHH. Considerar a la población civil como parte de un conflicto o como modo de presionar a las autoridades, es la decisión más aberrante que un Estado puede adoptar. No hay dos partes en condiciones iguales, sino un Estado agresor con un poder de alta magnitud. No hay justificación ni defensa propia que pueda alegarse.”
En el último mes la ofensiva invasora israelí sobre la Franja de Gaza, un territorio de 400 kilómetros cuadrados dentro del cual habitan, acorralados, 1, 8 millones de habitantes, recrudeció hasta alcanzar la forma de la tragedia. Pido disculpas por el uso del lenguaje – que siempre debe ser medido para no sumar dolor al dolor- pero no me quedan alternativas para describir lo que ocurre en esa parte del planeta.
Gideon Levy escribió en el diario Haaretz: “Vean en Al Jazeera en inglés, canal de televisión profesional y equilibrado (a diferencia de su hermano en árabe), y verán el grado de éxito. No lo verán en los canales de televisión abierta israelí, como siempre, donde se ve casi exclusivamente a la víctima israelí. Pero en Al Jazeera verán toda la verdad, y quizás incluso se horrorizarán. Los cadáveres en Gaza se están acumulando. La cuenta de la matanza masiva se actualiza cada minuto, la cual Israel glorifica, que incluye decenas de civiles que han sido asesinados, entre ellos 24 niños hasta el mediodía de ayer (NdR: por la semana pasada). Cientos de heridos, la destrucción, el terror y el horror, y también han bombardeado el hospital y una escuela. El objetivo es atacar a los hogares y ninguna hipocresía va a ayudar: es un crimen de guerra, aunque el ejército israelí los llama “puestos de comando” o “lugares de reunión”.
No se trata de justificar estos crímenes de guerra perpetrados por el Estado de Israel apelando a los túneles cavados por los milicianos de Hamas (que ha ganado las elecciones democráticamente en Palestina con el 65 % de los votos) para penetrar en tierra israelí, o los misiles (nuevos y más sofisticados) lanzados por las diversas milicias desde Palestina, misiles que han demostrado su incapacidad para perforar el férreo escudo antimisilístico de Israel. No se puede esbozar la defensa de los constantes ataques coordinados desde mar, tierra y aire sobre suelo palestino mediante el argumento de la utilización de civiles como escudos humanos. Estamos hablando de 1,8 millones de seres humanos apiñados en 400 kilómetros cuadrados de superficie con el mar a sus espaldas. Una jaula sin escapatoria.
Según datos de la ONU sólo uno de cada 40 palestinos muertos era un combatiente de algunas de las numerosas milicias existentes en palestina; el resto de los muertos son civiles.
El periodista Roberto Montoya, de larga trayectoria en cobertura de conflictos bélicos internacionales, aporta claridad sobre el verdadero móvil que torna imposible la paz: “Los magros resultados militares obtenidos en esta ocasión por Israel han agudizado las tradicionales fricciones existentes entre el primer ministro, Benjamin Netanyahu, y su ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman. Lieberman, líder de Israel Beitenu (Nuestra Casa Israel), formación escindida del Likud que dirige Netanyahu, critica al primer ministro por “blando”, por aplicar una política de “contención militar” y su presión ha sido clave para que se decidiera finalmente la ofensiva terrestre.
El canciller entiende que esa postura ha permitido que Hamas gobierne todavía, ocho años después de llegar al poder, a pesar de ser tratado como un apestado tanto por la Unión Europea como por EE.UU., que tienen a Hamás en sus listas de organizaciones terroristas.”
“El verdadero objetivo de la Operación “Margen Protector” es restablecer la calma; los medios: matar civiles”, escribe Gideon Levy en el Haaretz. Y continúa: “Una guerra sin un propósito claro es una guerra abominable; hacer blanco en la población civil es una orden criminal. El terror cunde ahora también en Israel, pero dudo si hay un israelí que pueda imaginarse lo que están atravesando ahora 1,8 millones de habitantes de Gaza, cuyas miserables vidas otra vez han caído en el horror. Gaza no es un “avispero”, es un lugar desesperante para su gente.
Hamás no es un ejército, ni mucho menos, a pesar de toda la intimidación: si en efecto construyó un sistema tan complicado de túneles en Gaza, ¿por qué no darle para que construya el metro en Tel Aviv?
Pronto habrá más miles de vuelos de combate y miles de toneladas de bombas e Israel está a la espera de las “escenas de la victoria”. Esto se ha logrado ya: ¡Muerte a los árabes!”
Y los datos últimos de la realidad así lo demuestran: El portavoz del Ministerio de Sanidad de Palestina, Ashraf Al Qedra, explicó en un comunicado que los ataques por tierra, mar y aire han recrudecido durante la jornada de hoy (29 de julio), y han causado la muerte de 100 personas y herido al menos a otras 500. “Desde el inicio de la operación israelí sobre Gaza, al menos 1.230 palestinos han muerto y 6.700 han resultado heridos, dos terceras partes de ellos civiles, incluidos mujeres y niños”. Según la misma fuente, las fuerzas armadas israelíes “atacaron casas, edificios, centros de prensa, descampados, mezquitas y granjas”. Testigos y fuerzas de seguridad palestinas notificaron que los peores bombardeos fueron contra varias viviendas del campo de refugiados de Al Bureij, en la región central de Gaza, donde murieron 17 personas. Entre ellos, varios menores y mujeres.
La Policía palestina informó, a través de la corporación eléctrica, que alrededor del 90% de la población permanecen sin electricidad desde la medianoche, después de que los aviones de guerra israelíes alcanzaran los tanques de combustible de la única planta del enclave.
Es poco creíble que el objetivo de esta nueva invasión a tierra palestina tenga por objetivo terminar con Hamás, ya que Israel sabe que quien lo sustituya puede ser aún peor. El verdadero objetivo es la reactualización de un ciclo de invasiones, muerte, dolor y terror, que el Estado de Israel aplica sobre el mundo árabe en su incesante proceso de occidentalización del Oriente Medio. Y para ello cuenta con socios muy poderosos en la parte norte de la América Occidental. Es de consideración el hecho de que la agresión del Estado de Israel – sujeto internacional con responsabilidad y cuya situación es de ocupante en el territorio palestino -, se dio en un contexto de elecciones internas en ese país, que expresó las debilitadas posiciones del laborismo gobernante y reforzó las expectativas de los partidos de derecha de convertirse en los próximos gobernantes de Israel. En este contexto de internas políticas se cifra, también, la invasión a palestina.
Ecuador, Brasil, Chile, Perú y El Salvador retiraron a sus embajadores en Israel en repudio a la ofensiva contra el pueblo palestino. Bolivia y Venezuela ya habían roto relaciones diplomáticas. Argentina, todavía no se ha pronunciado al respecto. La cancillería argentina sí le ha reclamado a Israel por el sacerdote Jorge Hernández y otros ciudadanos refugiados en la parroquia de la Sagrada Familia. Jorge Hernández a cargo de 30 niños discapacitados, así como de un grupo de 9 ancianos y 6 monjas en la Franja de Gaza. Mediante un comunicado oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores la Cancillería advirtió, el día lunes pasado por nota oficial al Gobierno de Israel, que lo hacía responsable de la integridad física del ciudadano argentino y de las personas asistidas por el sacerdote en su misión religiosa y humanitaria.
¿Hay una conciencia de la resistencia judía, de raíz profunda y mítica, sometida por una inversión de roles en donde la víctima, luego de haber sufrido el agravio y la masacre, torna en victimario? León Rozitchner se refirió a esta transposición de roles : “¿No piensan que esa misma dignidad extrema que nuestros antepasados tuvieron [en Masada], de la que quizá ya no seamos dignos, es la que lleva a la resistencia de los palestinos que ocupan en el presente el lugar que antes, hace casi dos mil años, ocupamos nosotros como judíos?” Como sostiene Horacio González en su nota Por un nuevo humanismo ni inocente ni temeroso, escrita para la revista La Tecl@ Eñe: “Hay aquí una fuerte concesión a la idea de que un Estado fundado por los vencidos toma a su cargo el papel de quienes los masacraron, y recrearon su conciencia a la altura de la de sus verdugos, convirtiendo a los palestinos agraviados en lo que ellos fueron cuando fueron también agraviados. No es fácil esta transposición.
Creo que León la formula desde un inmenso dolor filosófico, para alertar justamente para que no se produzca la tragedia, siendo que estamos en el borde de que así sea.”
Difícil escribir esta nota frente a las duras respuestas de quienes entienden que condenar los crímenes de lesa humanidad y de guerra está vinculado a expresiones racistas; como si el Estado de Israel fuera todo “lo judío”, y entonces una crítica a las atrocidades que ese estado produce en la Franja de Gaza, conlleva el riesgo de ser acusado de antisemita. Hasta donde uno ha leído e indagado, entiende que se trata de un complejo y largo conflicto entre Israel y Palestina, y que esa complejidad abarca los acuerdos de Oslo y los esfuerzos realizados por Isaac Rabin y Yaser Arafat, quienes no desconocían la historia y trataron de encontrar el lenguaje que les permitiera buscar un camino posible de paz.
Cierro con algunos puntos del Decálogo de Gaza, que el politólogo Agustín Lewit posteó:
· “El Estado de Israel en absoluto representa a todos los judíos, ni a “lo judío” en general, ni al judaísmo en su totalidad.
· Condenar las prácticas genocidas y expansionistas del Estado de Israel no lo vuelven a uno menos judío; al contrario, lo aproxima a aquella frase central del judaísmo -Tikún Olam- que clama por “reparar al mundo”.
· En nada se asimila la tradición judía -una tradición de paz, de fraternidad, de justicia social- con la matanza indiscriminada de niños, mujeres, ancianos, con el bombardeo a hospitales, escuelas, refugios (que realiza el estado de Israel, agrego yo).
· Confundir lo anterior, es dejarse llevar por un prejuicio fundado en la ignorancia -¿cuál prejuicio no lo está?- que fungió como detonador de terribles tragedias pasadas.”
En la tragedia de Gaza, en el horror que se desploma sobre la Franja, se hace visible la dimensión real de un mundo capitalista en su etapa más brutal de colonización e invasión militar y financiera, que reinicia una y otra vez el desgarrador ciclo de dolor. Tal vez, para no cerrar el círculo de la tragedia ya consumada, y basándonos en un pesimismo moral o un humanismo no inocente, deberemos abordar la discusión sobre ese dolor filosófico al que se refiere Horacio González, que engendra masacres, tratando de evitar las palabras que aumenten esa fase de dolor sobre dolor cuando el momento y la complejidad de la historia exigen su superación.
Fuentes:
· Rebelión. Org
· Diario Haaretz
· Periódico Miradas al Sur
Fuente: http://www.accesoglobal.info/crimenes-de-guerra-en-palestina-la-franja-sin-el-cielo-protector/
https://www.alainet.org/de/node/102146?language=es
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