Dos mujeres al mando de la Asamblea Legislativa Plurinacional

16/01/2012
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El año se inicia con buenos auspicios, dos destacadas asambleístas han sido nombradas como presidentas de las cámaras de senadores/as y diputados/as de la Asamblea Legislativa Plurinacional, Gabriela Montaño estará al mando de la Cámara Alta y Rebeca Delgado de la Cámara Baja. Sin duda, se trata de una buena noticia en lo que al ejercicio derechos políticos de las mujeres se refiere, por lo que me he alegrado de veras.
 
Ambas, cada una en los espacios donde le correspondió actuar a lo largo de su respectiva carrera política, hicieron méritos suficientes para obtener ese reconocimiento de sus colegas y ambas han demostrado conocer o saber de qué se trata cuando de equidad de género hablamos. Por lo tanto, arriban a esos altos sitiales de las decisiones políticas muñidas de las condiciones necesarias para desarrollar una gestión legislativa que ponga en alto la posición de las mujeres en la política y dé prioridad a los temas eternamente postergados de la agenda legislativa de las mujeres.
 
Sin embargo, no está por demás recordar que la tendencia general de las mujeres que asumen altos niveles de responsabilidades, en los diversos espacios de la gestión pública, es la de adecuarse a la “hermenéutica del poder” construida a lo largo de los siglos por los hombres (en masculino); es decir, a hacer política utilizando las mismas “reglas del juego”, las mismas lógicas, los mismos principios con que los hombres suelen hacerlo desde su posicionamiento patriarcal, ajenos a las múltiples diversidades de las sociedades a las que representan o dicen representar. Por tendencia general, las mujeres que acceden a esos cargos suelen sufrir una metamorfosis casi inmediata: les salen bigotes, se les engruesa la voz, comienzan a mandar obedeciendo “la línea” de la organización política a la que se adscriben, y se olvidan de que alguna vez pensaron, sintieron y desearon vivir en una sociedad más justa y equitativa desde su lugar y su experiencia personal como mujeres.
 
Esta legislatura se proyecta con no pocas dificultades para el oficialismo, ha perdido los dos tercios cerrados que le permitió actuar prácticamente sin contratiempos los dos años anteriores y ahora tendrá que “convencer” a la oposición de las bondades de sus decisiones. El posicionamiento de esa “bancada indígena” que antes militaba en sus filas y que hoy ha asumido una posición independiente, como consecuencia de uno de los errores políticos más graves de la gestión gubernamental: tratar de imponer un proyecto que afecta a las comunidades que habitan el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure sin tener en cuenta los derechos de los pueblos indígenas consagrados en el artículo 30 de la Constitución Política del Estado, promete ponerles en serios aprietos. Una mente suspicaz como la mía no deja de preguntarse ¿será porque la gestión se dificulta que el oficialismo delegue esas responsabilidades en dos mujeres?
 
Tampoco hay que dejar de lado el dato de que quien preside la Asamblea Legislativa Plurinacional es un hombre que ha dado demasiadas muestras de indiferencia, cuando no de animadversión, hacia el avance de los derechos de las mujeres en cualquier ámbito que se trate. Él piensa que las mujeres “deben ganarse su lugar” en la política como en la sociedad, que los hombres no son quienes les regalarán los espacios que ocupan desde siempre, como si ellos mismos –en su condición de hombres– se los hubieran tenido que ganar de alguna manera. Sin duda, estas dos mujeres se han ganado sus lugares con arduo trabajo y limpia trayectoria. Este hombre ¿será capaz de respetar esos lugares?, ¿será capaz de dejarlas en libertad de actuación sin imponer su propia visión de cualquier asunto que se trate en la ALP?, ¿permitirá una gestión legislativa que contribuya al avance normativo de los derechos de las mujeres reconocidos en la CPE?
 
En suma, Gabriela y Rebeca tienen una difícil tarea por delante, dirigir las cámaras de la ALP en un peliagudo momento de la gestión legislativa y hacerlo con lealtad a su condición de género, demostrando que las mujeres somos capaces de “hacer la diferencia” (con los hombres) cuando de decisiones políticas se trata. Esto se pondrá a prueba en breve, una vez arribe a la sede de gobierno la contramarcha de la VIII Marcha Indígena por los Territorios y la Dignidad exigiendo la derogatoria de la ley de protección al TIPNIS que prohíbe la construcción de la carretera que pretende atravesarlo. En esta ocasión, también se pondrá a prueba si estas asambleístas –una de las cuales integró la Asamblea Constituyente– son más leales a la CPE o a las decisiones del ejecutivo. En todo caso, mis parabienes a ambas, las mujeres esperamos mucho de ellas, ojala no nos defrauden.
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